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Notas para una conversación política. Carlos Sandoval Ambiado

Aprecio que la política es una ciencia, no porque la “academia” la hubiese convertido en una carrera profesional, sino porque es un campo de construcción de saberes y con un escenario ilimitado de experimentación.

Así, por tanto, invito a quien tenga paciencia y tiempo a destajo, leer estas pequeñas reflexiones dirigidas al debate necesario (y provocado por la realidad) en la más rica y potencial organización desde los tiempos de la Unidad Popular, como es el Frente Amplio. Quienes luchamos en la década de los sesenta y setenta por construir una sociedad y más tarde por recuperar la democracia, difícilmente podríamos quedarnos fuera del proceso político que se avecina. Tenemos “algo” que decir, y, por cierto mucho que aprender y corregirnos.

A riesgo de ser blanco de la terminología clásica o sesentera, me propongo revisar los constructos políticos que me han guiado hasta el momento. La propia historia me obliga a ello. No basta decir que se está integralmente contra el sistema; no es suficiente con levantar muros refractarios. Es necesario percatarse, valorar y evaluar las señales de la sociedad y en función de ellas ir construyendo (procesualmente) un relato que permita incidir en la construcción política, ideológica e incluso cultural de nuestro país. Aprender de la historia, tanto nacional como del resto del mundo, resulta vital para aportar al desarrollo de un Programa Político en directa relación con la construcción del Proyecto histórico de la llanura social.

FUE MUY BUENO… PERO PODRÍA SER AÚN MEJOR.

Para buena parte de la izquierda el último torneo electoral, tanto en su desarrollo como en sus resultados, fue absolutamente distinto a los precedentes. Si bien la abstención se mantuvo por sobre el 50% de los electores, ello no desmerece la legitimidad de los logros obtenidos por algunos conglomerados debutantes; especialmente para el Frente Amplio. Al revés, la abstención se erige como un desafío para los frenteamplistas porque implica no sólo crecer electoralmente (que debiera ser una mera consecuencia) sino que se amplía la base de sustentación del proyecto y se enriquece ideológicamente la propuesta política.

La abstención llegó a un 46,8%, significando que no participaron 7,6 millones de chilenos. Es decir, el abstencionismo se movió en los márgenes históricos. Si bien hubo nuevos electores, ello no significa que la presencia del Frente Amplio o de otros conglomerados políticos (EVOPOLI, CIUDADANOS, AMPLITUD, UNIÓN PATRIOTICA, PAIS, PRI, etc.) haya traído como consecuencia una mayor politización (expresada en lo electoral) de la sociedad chilena. La mayor garantía para avanzar y consolidar los cambios deseados sería con un creciente proceso de politización de la sociedad; especialmente en los sectores populares y medios . Asimismo se debe tener en cuenta que en este universo de abstencionistas existen “muestras” cuya opción se debe a factores distintos.

Algunos, probablemente los menos, porque aún no remueven de su imaginario los efectos de la doble derrota que vivieron: primero ante la unidad fáctica civiles-militares y, luego ante la alianza concertacionista. Otros porque fueron empujados al nihilismo político fruto del acotado (y negociado) proceso transicional que tuvo más de gatopardismo que de cambios sustanciales. Otros, quizás la mayoría, por avance ideológico del neoliberalismo que puso en la conciencia colectiva principios (¿?) como la meritocracia, el individualismo, el consumismo, etc. Sector que impresiona más como consumidor que como ciudadano. Este segmento es el más importante, pero también el más difícil de atraer; por consiguiente es aquí donde deberían desplegarse los mayores esfuerzos políticos. El rasgo central de este mundo social es su gigantesca heterogeneidad. De forma tal que debiera ser abordado desde distintos ángulos y cosmovisiones. El Frente Amplio con sus distintas organizaciones, colectivos, “personalidades”, partidos (legales y de facto) tiene (probablemente) la mejor oportunidad.

¿ENTRE LOS ÁRBOLES Y EL BOSQUE? DILEMA A RESOLVER

No pocas lamentaciones (por lo demás muy justas) se sucedieron después del torneo electoral. Muchos candidatos altamente votados terminaron perdiéndose. A su vez, y así lo hace notar la prensa, hay candidatos con votaciones misérrimas. Es el resultado de una reforma electoral cocinada en el Parlamento; se buscó asegurar la reelección y así mantener el equilibrio de dominación.

Pero son las reglas aceptadas y por consiguiente (en esta pasada) respetadas. Lo dicho no implica hipoteca de cambios. Lo obvio, lo democrático real es que el más votado debiera ser el ganador. No obstante, los imponderables de la historia, aquellos que hacen dudar de un devenir reglado, dieron por el traste las pretensiones de la clase política transicional. Quienes creyeron tener continuidad de giro, el presente les dice que deben pasar a retiro. Y, quienes fueron subestimados, ninguneados (desde distintos sectores políticos) emergen bajo un marca, que podríamos llamar de las “3P” (prestancia, potencia y propuestas). Hablamos de la convergencia multiorgánica del Frente Amplio cuyos resultados electorales le dieron una presencia institucional importante. Ello hace que las expectativas de cambios eroticen a vastos sectores de la sociedad llana y media.

Pero también surge un problema para esta alianza, que debiendo ser menor, podría aprovecharlo el campo adversario y inventar más de alguna dificultad interna. Nos referimos al “quejarse” por el desplazamiento de algunos candidatos altamente votados y (por cierto) legitimados ante la ciudadanía electora. Es el fenómeno político-electoral ocurrido en el Distrito 10 al perderse Alberto Mayol con alrededor de 22 mil votos; es decir seis veces más que los obtenidos por los candidatos electos (Castillo y Winter) que despertó (al menos en las RRSS) variadas y ácidas críticas.

Más allá de las rencillas internas (que hubo previamente), hoy impresionaría negativamente insistiendo en esta “gimnasia interna”, porque se configuraría una imagen pública de división, de luchas de “egos”, y de “ambiciones” personales por el poder. Y, por tanto, el elemento diferenciador del F.A. como es la lucha por cambios sustanciales empezaría a eclipsarse; de consiguiente la adhesión electoral potentísima que obtuvo empezaría a erosionarse.

Por ello que, quedando clara la denuncia por lo exiguo logro en mejorar la democracia electoral (con la reforma al binominal) es de toda urgencia priorizar el fortalecimiento del proyecto de transformaciones, tanto en lo orgánico como en lo propositivo. La belleza de las altas votaciones logradas, no pueden cubrir el frondoso bosque de ideas transformadoras que encarna el Frente Amplio. Asimismo se corre el riesgo de “concertacionar” (valga la ironía) orgánicamente el Frente Amplio. O sea que corra la lógica de la fauna marina, en la que el pez más grande se come al más chico. Fue lo ocurrido con el bloque concertacionista que inicialmente estuvo compuesto por más de una docena de partidos y terminó siendo una alianza de no más de cinco, los que fueron permanentemente pauteados por el llamado (periodísticamente) “el partido por el poder” con su muy conocido factótum.

La capacidad de convocatoria del Frente Amplio está precisamente en su gigantesca diversidad no sólo política, sino también de cosmovisión. Le corresponde la mayor responsabilidad en respetar y cultivar esta heterogeneidad a quienes poseen mayor peso electoral. Para ello, en la formación de equipos de gestión deberían franquear sus fronteras organizacionales.

AVANZAR Y EXPANDIRSE HACIA ABAJO

El resultado electoral para el Frente Amplio viene a se un éxito en el presente, pero una seria dificultad en su futuro (mediato e inmediato) político. Hoy puede, a poco menos de un año de nacimiento, disfrutar el laurel del triunfo. No obstante en dos o tres años deberá superar decididamente tanto la cantidad de votos, como el número de votantes adheridos. Cuando los liderazgos se pronuncian diciendo que hay que trabajar más, se están refiriendo a lo dicho. Y, es aquí donde encaja una pregunta ¿Quiénes y qué constituyen el campo de tarea política para el Frente Amplio?

La fórmula de “pelear” desde lo social e institucional, es por cierto, una buena receta. Pero esto es solo la idea fuerza; el desafío lo encontramos en cómo y dónde la operativizamos. Se nos ocurre que, al menos en lo social, los campos están ya bien definidos: el territorio y los sectores sociales. De éste último se tienen evidencias palmarias que debieran ser Salud, Educación y Vivienda. A estos ámbitos de la vida social, se debe sumar a las múltiples y diversas iniciativas autogestionarias que (en la práctica) se han ido convirtiendo en bolsones de resistencia anti-mercantil. Del primero, lo territorial, tenemos escasa experiencia y por consiguiente muy poca capacidad de definir o dibujar estrategias al respecto. Sin perjuicio de lo dicho, creo que el copamiento territorial es fundamental no sólo para asegurar el desarrollo del Proyecto Político, sino además para apreciar la real soberanía de los pueblos. Al respecto es apetente estar abierto a todas las posibilidades, tanto institucionales como de hecho. Es decir, desde las Juntas de Vecinos, Comités de Adelanto, hasta las apropiaciones directas de terrenos y viviendas, estableciendo en estos lugares formas de autogobierno que aseguren progreso material, seguridad personal y colectiva.

Para estas iniciativas políticas se requiere más que visitas y consultas esporádicas (pero de mayor frecuencia) de los grupos políticos y sus dirigentes. Se requiere que éstos estén diluidos en la capa social; se requiere algo más que empatía o acercamiento afectivo a los de abajo; quizás se hace necesario generar un vínculo de identidad y pertenencia a la llanura social. Y, en este sentido, al interior del Frente Amplio, hay organizaciones más agiles y de mayor experiencia.

LO ELECTORAL: DISYUNTIVA CONOCIDA.

En el bien entendido que el Frente Amplio se proyecta más allá de los torneos electorales tomar posición por una u otra alternativa; vale decir, si apoyar al candidato pos concertación y nueva mayoría o abstenerse de sufragar, hoy no debiera ser tema de conflicto y divisiones. Si ocurriera lo contrario, es decir que afloraran tensiones, disputas, recriminaciones y divisiones, estaríamos ante un diagnóstico de un Frente Amplio de izquierdas aún no lo suficientemente maduro y habría que esperar un tiempo más para tener una herramienta de cambios estructurales.

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