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Notas sobre la perpetuación de la violencia y represión latinoamericana. Por Nicol A. Barria-Asenjo

Desde temprana data Antonio Gramsci (1975) [1] traía una reformulación del concepto “hegemonía” anunciando que para que este actúe dentro de un Estado eran necesarios ciertos “sacrificios de tipo económico-corporativos” [2], el paso del tiempo ha logrado que este concepto tenga una frecuencia de uso cada vez más creciente debido principalmente a la coyuntura política que nuestro siglo arrastra.

 

Esta noción es ya sea directa o indirectamente parte innegable de los proyectos emancipatorios que se han articulado y es menester afirmar que los venideros también los integrarán, sin embargo, la rápida transformación de los programas que buscan el sometimiento y la dominación han logrado dejar solo en el papel tanto a los conceptos como a las propuestas teórico-revolucionarias. Ese escenario de silencio, automatismo y de una aparente inercia comenzaría a quedar en jaque de manera abrupta e inesperada desde el 2019.

Un primero acontecimiento de este tipo, se logró observar en la revuelta popular del Estado chileno, lugar desde el cual la derecha política comenzaría a modificar desesperadamente sus artimañas incluso utilizando el virus del Covid-19 para salvar su modelo. Empero, la extensión de la lucha penetro el panorama pandémico 2020 obteniendo como desenlace el 25 de octubre un giro radical en la historia del país, el pueblo erradico y exterminó algunos de los significantes neoliberales que eran capaces de sostener el edificio social: “Pinochet”, “Constitución Política” y “Jaime Guzmán”.

En forma paralela a este proceso en el mismo continente el pueblo boliviano exigía mediante las votaciones electorales una voz representativa de la ciudadanía y que sea capaz de co-construir un porvenir digno para aquellos que han sido cruelmente vulnerados por décadas de forma repetitiva e inhumana.

Un mes más tarde, en Perú se desencadenaría otro proceso fundamental, en específico el 9 de noviembre el Congreso de la República destituyó al hasta ese entonces presidente Martin Vizcarra quien durante el periodo comprendido desde 2011 hasta 2014 habría metódicamente incurrido en actos de corrupción[3].

En ese complejo escenario asumió Manuel Merino quien a dos días de asumir dejó el cargo producto del efervescente movimiento social que ágilmente comenzaba a propagar sus demandas por diferentes localidades del país. Como es habitual en todo modelo neoliberal-capitalista, el primer reaccionar de los líderes de Estado fue lanzar a las fuerzas policiales a la calle buscando lograr reprimir a las masas populares y con esa medida desesperada exigir de manera directa que vuelvan a su condición de clases dominadas.

Los enfrentamientos entre el pueblo y las fuerzas policiales dejaron muertos, los cuales tras el dolor que dejaron, fueron motivo de continuar e incrementar la lucha, la ciudadanía se sublevó contra todo ente dominante, nuevamente los significantes neoliberales se volvieron intolerables e insoportables para el pueblo, el despertar peruano y la noticia del despertar popular trascendió fronteras prontamente.

 David Harvey (2020) afirmó que “La derecha ha logrado apropiarse del concepto de libertad como propio y utilizarlo como arma en la lucha de clases contra los socialistas. El sometimiento del individuo al control estatal impuesto por el socialismo o el comunismo es algo que debe evitarse, dijeron, a toda costa”[4]. Las palabras de Harvey logrann extrapolarse perfectamente al contexto latinoamericano actual, donde las lucha individuales están colisionando y exigiendo desde una colectividad. Los velos de la “libertad” que ha utilizado la derecha ya no sirven para mantener ciega a la comunidad, ya no más.

Para Perry Anderson (1981)[5] una de las sucias estrategias de condicionamiento ideológico encuentra su lugar en la libertad que se dibuja en las elecciones de presidente, pero que esta libertad está cargada de “adoctrinamiento ideológico” que a fin de cuenta solo mantiene la dominación tras el cinismo de libertad ¿tú elegiste al presidente, de qué te quejas? De esta forma se camufla la represión ya que no hay una intervención directamente a las masas[6]. El sistema se mantiene por consentimiento, no por coerción.

 

En suma, todas las estrategias bajo las cuales se buscaba mantener a la ciudadanía sufriendo las consecuencias del modelo de manera silenciosa, comienzan a caerse, porque el engaño e ilusión de libertad democrática de nada sirven si no se tiene nada que comer, si no hay dignidad, si no hay espacios de oportunidades y un porvenir que sea esperanzados. Althusser lo sabía bien cuando postuló que «Carece de importancia el que las instituciones en las cuales se realizan [las ideologías] sean «públicas» o «privadas», porque todas ellas forman indiferentemente sectores de un único estado dominador, lo cual es «la condición previa para cualquier distinción entre lo público y lo privado»»[7]

 

De manera que, en la coyuntura histórica actual, confluyen diversas nociones la “ilegitimidad” como un virus capaz de contaminar a todo un gobierno, que, a su vez, devela las verdaderas estructuras de la “libertad” que deambula y que es permitida.

No es arriesgado afirmar que el continente latinoamericano está próximo a cumplir con el deber histórico que desde siglos viene posponiéndose, lo curioso, es que son las mismas transformaciones y extensiones del capitalismo con sus consecuencias inevitables las que han sido gatillante inconsciente para que se busque un giro radical.

Hay una innegable colisión entre ideología y cultura, hegemonía y dominación, violencia y consenso, represión y liberad, lo difícil de diferenciar es en qué medida una se desprende de la otra, que concepto logra influenciar en el otro y cual es preponderante, el escenario regional ha cambiado y resta ver el desenlace que deviene de todo lo que acontece.

  Nicol A. Barria-Asenjo, escritora, columnista y ensayista chilena.


[1] Todas las referencias a la obra de Gramsci son de la edición crítica de Valentino Gerratana: Antonio Gramsci Cuaderni del carcere, Turín 1975 IIV. Los volúmenes IIII presentan por primera vez los textos exactos y completos de los cuadernos, en su orden de composición. El volumen IV contiene el aparato crítico recogido por Gerratama con admirable cuidado y discreción. La edición en su cojunto es un modelo de escrupulosidad y claridad académicas, nota al pie de página incorporado por Perry Anderson (1981) en su libro “las Antinomias de Antonio Gramsci”.

[1] Gramsci (1975) 111, p. 1.591. Op. cil , p 55

[2] Gramsci (1975) 111, p. 1.591. Op. cil , p 55.

[3] Recuperado de: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-54916840

[4] Recuperado de: https://jacobinmag.com/2020/10/david-harvey-the-anti-capitalist-chronicles-socialism-freedom

[5] Perry Anderson (1981) Las Antinomias de Antonio Gramsci: Estado y revolución en Occidente Barcelona: Editorial Fontamara.

[6] Para una versión representativa de estas ideas, ver Perry Anderson, «Problems of Socialist Strategy», en la colección Towards Socialism, London, 1965, pp. 223-47.

[7] Lenin and philosophy and other essays, London, 1971, pp. 136-7 Althusser comentó: «Por lo que yo sé, Gramsci es el único que avanzó por el camino que yo emprendo. Desafortunadamente, Gramsci no sistematizó sus intuiciones, que quedaron en el estado de notas agudas pero fragmentarias». pp 137-8. Una vez aceptado este argumento, desde luego, no hay ninguna razón para que no sólo periódicos burgueses o familias, sino también fábricas, capitalistas y oficinas no sean designadas como «aparatos de estado» –conclusión a lo que Althusser Para su honra, evidentemente se resistió. (Después de eso, nada sería más fácil que anunciar la identidad de la «burguesía estatal» de la URSS con la burguesía de los EEUU.) Sin embargo, esta omisión Sirve simplemente para sugerir la falta de seriedad de todo el tropo. Nota al pie de página agregada por Perry Anderson (1981)

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