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¿Nunca Más qué? Una reflexión sobre el objetivo del terror. Por Andrés Argandoña*

En general, nuestra reflexión sobre los 50 años ha girado en torno a la violencia del Estado y sus víctimas. Mujeres y hombres detenidos desaparecidos, asesinados y torturados; crímenes crueles y atroces que nos escandalizan, indignan e impulsan hasta el día de hoy a seguir buscando verdad, reparación y asegurar su no repetición.

Esta tragedia ha cruzado nuestra memoria colectiva durante 5 décadas y sigue siendo una herida abierta. Sin olvidar esta lucha, también es importante reflexionar sobre otro aspecto de este desastre social: el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973 y los 17 años de dictadura civil-militar , no fueron pura y simple expresión de crueldad y maldad, sino que toda esa violencia respondió a un objetivo concreto.

Este objetivo no debería ser separado de la crueldad del método que lo llevó a cabo. La violencia más radical de la que el pueblo chileno ha sido víctima en su historia corresponde a la profundidad de la instalación de un determinado modelo de sociedad. La transformación económica, política, social y cultural fue realizada bajo un contexto de poder total, digitada y financiada desde EEUU. El objetivo era al mismo tiempo acabar de raíz con el proyecto colectivo de acumulación de conciencia y fuerza política que venía ocurriendo por décadas y que tuvo su momento más brillante en la Unidad Popular.

La violencia y el terror del golpe y la dictadura llevaron a una parte muy importante de nuestro pueblo a la idea de que era mejor no involucrarse. En el fondo se destruyó la política como campo de deliberación de las mayorías y, al mismo tiempo, se instaló el ideario de la radicalidad individual y la competencia como mecanismos de ascenso social y realización personal. La dictadura del consumo, el Mall y las tarjetas de crédito estaba siendo instalada. Sin embargo, hubo quienes resistieron, quienes arriesgaron y sacrificaron sus vidas para luchar contra el dictador, pero también contra el modelo que se buscaba imponer.

Hace poco fuimos testigos de cómo la iniciativa “con mi plata no” fue una de las más apoyadas por la ciudadanía para quedar consagrada en la nueva constitución. Asimismo vemos cómo una reforma previsional justa va diluyéndose en la agenda política próxima y el Estado Subsidiario parece quedar intacto pues no existen las condiciones de disputa que permitan su desmonte en la vereda constitucional.

Hoy, como izquierda, a pesar de las difíciles condiciones del momento coyuntural por el que atravesamos, tenemos la tarea de no bajar los brazos y rendirnos a la tiranía de “lo posible”; no sólo asegurar la justicia y la reparación de los crímenes cometidos, sino también viabilizar la superación del sistema implantado, mediante el desmonte de sus componentes integradores; horizonte arduo que implica no solamente la propuesta de una racionalidad diferente, sino que de un marcado antagonismo y que posibilite una gubernamentalidad capaz de desplegar dispositivos de profundización democrática, y de forma enraizada con este ámbito político, un modelo de acumulación y redistribución justo.

Durante 30 años, hemos observado cómo el bloque de centro-izquierda que ha actuado hegemónicamente como contrapeso del sector político que apoyó el golpe y su sistema económico, hizo mucho más por la memoria y la reparación, que por la lucha contra el modelo impuesto; y es a raíz de lo anterior el surgimiento de las nuevas fuerzas de izquierda, que hoy viven su punto de mayor éxito institucional con la conquista del gobierno y amplios espacios de representación; sin embargo la debilidad coyuntural por la que estamos pasando, no debe desviarnos del objetivo fundante.

Terminar con la herencia de la dictadura es también terminar con la capitalización individual, terminar con la existencia de una salud para ricos y otra para pobres, es terminar con el plan laboral impuesto por la dictadura, con la precarización de la relación entre empleadores y trabajadores que eso significa.

La lucha contra la dictadura y su crueldad, debería entenderse como inseparable de la lucha contra su sistema económico y social, y mantener esa lucha es la tarea de todos y todas quienes formamos parte de esta nueva izquierda, que es heredera de las luchas de la Unidad Popular y quienes enfrentaron la dictadura. Se trata de la responsabilidad histórica de nuestro sector de entregar posibilidades de salida, lo que constituye también una reparación necesaria para el pueblo de Chile.

*Cientista Político

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