Ya es habitual ver en redes sociales, en humoristas con poco estilo y en el habla cotidiana; chistes, memes e incluso insultos utilizando el termino de “ñuñoíno”. Se pretende ridiculizar a cierta elite, que compartiría una estética, ética y política progresista que no encajaría con el ser o el deber ser del chileno medio. De lo que se trata es frenar cualquier intento rupturista serio, caricaturizando a un puñado de jovencitos snob, como “ñuñoínos”.
No todo lo que brilla es oro ni todo lo oscuro es verdad. Ñuñoa es reconocida como una de las comunas con mayor nivel de vida y en los últimos años -gracias a la gestión de su alcaldesa Emilia Ríos- una de las comunas más seguras de Chile. Es una comuna tradicional de Santiago que posee entre sus vecinos la mayor cantidad de profesionales per cápita del país, desde principios del siglo XX atrajo a muchos intelectuales laicos, artistas, masones y librepensadores que han contribuido al desarrollo de la patria y que difícilmente se parecen a los “memes”.
A pesar del aparente esnobismo que se les achaca, durante 25 años los ñuñoínos votaron por alcaldes de derecha (Sabat y Zarhi), quizás porque no había una buena “oferta” progresista que fuera creíble, eficiente y eficaz. Ñuñoa no es una comuna ABC1, en su mayoría son de clase media y en algunos sectores media baja, con muchos nuevos vecinos que habitan los numerosos departamentos que dejó un boom inmobiliario que casi arrasa con los tradicionales y característicos barrios, electores que difícilmente volverían a votar por un conservador como alcalde.
Ya es casi un lugar común en Chile, que sectores conservadores y mal intencionados le achaquen males y estigmas maléficos a cualquier idea o proyecto que se salga de lo común. Ñuñoa (del mapudungun Ñuñohue, "Lugar de flores amarillas”), durante los años 80 y 90 fue vanguardia y refugio de numerosas expresiones artísticas y se le colocó el mote de Nuñork. Hoy se pretende mediante un bullying que hace tiempo dejó de ser gracioso, poner bajo la norma y la horma de la mediocridad, cualquier atisbo de pensamiento crítico que pretenda emerger desde sus calles.
Si bien hay mucho de pose y moda desechable en algunas posturas que pasean sus humanidades por las plazas de Ñuñoa, entre sus vecinos y vecinas -surgiendo de la centenaria tradición progresista y laica heredada de sus padres y abuelos- viene y existe una conciencia crítica que da y dará que hablar a muchos. Ñuñoa, ñuñohue, ñuñork, no es sólo una comuna, es una forma de vida y de ver la realidad más allá de caricaturas ridículas, que terminan siendo malos chistes, superados una y mil veces por 270 mil sentimientos y formas de vida individuales y colectivos.
Daniel Recasens Figueroa
Periodista