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Obra gruesa y herencia. Por Marcelo Saavedra

El ser humano es un animal de costumbres, no cabe duda. Como cualquier especie biológica aspira a poder desarrollarse, reproducirse y envejecer en un ambiente estable. De lo contrario, se buscan estrategias de emergencia que permitan afrontar las incertezas del entorno, las que de mantenerse en el tiempo pueden incluso trasformar esas medidas temporales urgentes en mecanismos de respuesta permanentes, lo que algunos llaman mutaciones.

La cuenta pública que cada 21 de mayo un presidente democráticamente electo entrega directamente a otros representantes del Estado y, de manera indirecta, al resto de la ciudadanía; es un rito republicano que los medios de información insisten en destacar como una señal de estabilidad de este sistema complejo que reconocemos como Nación y que se extiende entre Visbiri a Isla Picton.

Sin duda, la estabilidad de este hito anual de la parafernalia del estabishment político se reconoce a través del comportamiento predecible de cada uno de sus actores. Los opositores políticos exigen nuevas respuestas y compromisos con el objeto de forzar la agenda restante del gobernante de turno en su beneficio. En tanto, los partidarios políticos exigen que se resalten los logros del programa propuesto haciendo oídos sordos a cualquier murmullo proveniente desde bandos distintos al propio. Posterior al evento, vienen los sesudos análisis de lado y lado, donde se desarrollan con mayor o menor inteligencia los argumentos que confirman o niegan aquello que el interlocutor de turno quiso ver o escuchar.

Mientras este hito estable y periódico ocurre en el contexto espacial del Parlamento, donde participan fundamentalmente la flora y nata de los poderes de la Nación y que aplauden muchos de los pasajes del mensaje entregado, en los extramuros del epicentro del poder del Estado millones de seres humanos intentan desarrollar estrategias para poder enfrentar un sistema de Nación cuya única característica inalterable que ha permanecido por más de 200 años es la incerteza de futuro que ofrece a cada uno de sus habitantes, exceptuando naturalmente a las castas sociales que participan del epicentro del poder.

Es curioso, pero una de las ideas fuerza del mensaje entregado en la versión 2016 de esta cuenta pública refleja lo que ha sido el aporte histórico de las estructuras del poder político-económico a través de los años. Esta vez se ha reforzado hasta la saciedad que ya disponemos de la “obra gruesa” de las reformas que supuestamente catapultarán a este Sistema-Nación hacia el Olimpo del desarrollo.

Las generaciones de criollos primero y la mayoría de los chilenos después hemos vivido en un sistema que ha estado permanentemente en calidad de “obra gruesa”. Obra gruesa que nunca ha alcanzado a cubrir las condiciones de dignidad que cada generación ha exigido en su tiempo. Obra gruesa que responde espléndidamente al discurso de los gobernantes de turno, quienes ofrecen las ilusiones del cielo al inicio de cada uno de sus períodos y terminan vanagloriándose de la escala sin peldaños que dejan y defienden ante las críticas de una plebe malagradecida que sólo quería llegar al Paraíso.

Este ciclo estable del sistema del poder que se refleja en cada cuenta pública, desnuda la precariedad social en la que el Homo chilensis ha tenido que desarrollarse desde los albores de la República. Durante estos 200 años, la desesperanza, desaliento, desencanto y decepción, han sido en general los comunes denominadores que ha padecido la gran mayoría de los individuos que han constituido alguna de las 11 generaciones que han soñado con un mejor futuro desde entonces y en vano. Tal condición de “obra gruesa” se ha extremado durante los últimos 40 años, lo que está redundando en la desaparición de atributos humanos que hace 50 años formaban parte del acervo cultural de un pueblo acostumbrado a las rigurosidades que impone la naturaleza y que hoy, debido a su escasez, son materia de notas periodísticas sobre curiosidades de la sociedad actual. Solidaridad, colaboración, ayuda desinteresada o confianza en el otro son características raras en el Chile de hoy. El vivir permanentemente en un “Estado en obra gruesa” representa sin duda una de las causas basales y primordiales de esta mutación que estamos padeciendo como sociedad.

Desde que el ser humano empezó a domesticar especies, se percató de las bondades de efectuar una selección artificial de las plantas y animales que le eran beneficiosas, eliminando aquellas que manifestaban atributos indeseados y potenciando el cruce de aquellas con atributos favorables.

Nuestra sociedad, en materia de seleccionar a sus líderes, ha caído en un círculo vicioso y perverso, eligiendo por costumbre a representantes que no siempre reúnen los mejores atributos. Esta mala costumbre se ha intensificado durante los últimos 25 años, llegando al extremo de seleccionar por acción u omisión a representantes que han naturalizado el vivir en un “Estado en obra gruesa”. Que entienden como normal el beneficio propio o de unos pocos en desmedro de las mayorías. Que perciben como natural la degradación continua y sostenida de los recursos naturales. Que reconocen como apropiado el máximo provecho económico de cualquier emprendimiento, independientemente de las vías para obtenerlo. Somos animales de costumbres y hemos padecido mutaciones, las que confío no sean irreversibles. Nuestra violencia, intolerancia, individualismo y ahora último, nuestro hedonismo banal y superfluo, son atributos que se han ido enquistando durante decenas de años como consecuencia de vivir en un permanente “Estado en obra gruesa”. Aquellos que habitan en el epicentro del poder y que articulan la “obra gruesa” de turno, no alcanzan o no quieren darse cuenta de su grado de responsabilidad.

¿Seremos capaces de quebrar esa mala costumbre que tenemos de seleccionar a los menos aptos para crear futuro? Como cultivadores de nuestros sueños, somos los primeros responsables de iniciar un proceso de selección activo y racional de los líderes de las generaciones venideras. Los principios naturales de selección son válidos tanto para las especies de flora y fauna domesticadas, como para representantes populares de excelencia.

Es un largo y tortuoso camino a recorrer, pero solamente de nosotros depende dar el primer paso.

Marcelo Saavedra Pérez

Biólogo

Mayo, 2016

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