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Occidente en movimiento: Buscando una nueva normalidad. Por Nicol A. Barria-Asenjo.

Para la cultura occidental, la muerte es parte de sus estructuras fundantes, intentar construir nuestra historia sin considerar a los muertos, los antepasados; intentar abordar el presente sin considerar todo lo perdido, sería comenzar sin una base, la estructura resultante podría derrumbarse con un pequeño viento documental que exhibiese todo lo omitido, lo no considerado.

La pandemia del coronavirus (Covid-19) dejó innumerables catástrofes humanas, miles de pérdidas de todo tipo y en todos los niveles de las esferas sociales, pérdidas económicas; culturales; sociales, etc. Todo lo que conocíamos como nuestra “normalidad” quedó atrás, lo cotidiano es complejo definirlo en nuestros tiempos de construcción de una nueva normalidad. Lo cierto, es que, en medio de la incertidumbre, las sociedades comienzan a moverse, independiente de la dirección que se tome estos giros de los Estados están fuertemente influenciados tanto por dilemas políticos como económicos, la ideología fuertemente activa en el proceso de organización.

Desde temprana data la pandemia se cobró vidas, el virus tocó cada rincón del mundo, la ciencia, los avances tecnológicos y médicos no lograron detener este enemigo invisible que lograba exterminarse con agua y jabón. Las muertes si bien pueden contabilizarse y los entes encargadas de esto son variadas, dejan como contracara y como parte invisibilizada el impacto emocional y social que deja el proceso. Los sistemas de salud en algunos países se vieron saturados el resultado de eso fue que las muertes incrementaron sin limite ni forma de frenarse, a nivel mundial el número de muertes en la actualidad alcanza la cifra de 679.439.

Entonces, esta nueva normalidad que el mundo entero debe construir se ve fuertemente influenciado por las muertes con las que cargaremos, con el dolor, con todo aquello que el proceso deja como huella en cada uno de los que tenemos el privilegio de pasar y conocer las siguientes etapas que el mundo contemporáneo tendrá que vivir.

Respecto de lo anterior, Michel de Certeau (1978: 1999: 2006) afirma: En Occidente, el grupo (o el individuo) se da autoridad con lo que excluye (en esto consiste la creación de un lugar propio) y encuentra su seguridad en las confesiones que obtiene de los dominacos (constituyendo así el saber de otro o sobre otro, o sea la ciencia humana). Sabe que toda victoria sobre la muerte es efímera; fatalmente, la segadora vuelve y corta. La muerte obsesionada a Occidente. Desde este punto de vista el discurso de las ciencias humanas es patólogico: discurso del pathos -calamidad y acción apasionada- en una confrontación con esa muerte a la que nuestra sociedad ya no considera como un modo de participación en la vida. Por su cuenta la historiografía supone que es imposible creer en este tipo de presencia de los muertos que ha organizado (u organiza) la experiencia de civilizaciones enteras, y por lo tanto ya es imposible “tenerlos en cuenta”, debemos, pues, aceptar la pérdida de una solidaridad viva con los desaparecidos, trazar un límite irreductible. Lo perecedero es su base; el progreso, su afirmación. En uno está la experiencia que compensa y combate lo otro. La historiografía trata de probar que el lugar donde se procure es capaz de comprender el pasado, por medio de un extraño procedimiento que impone la muerte y que se repite muchas veces en el discurso, procedimiento que niega la pérdida, concibiendo el presente el privilegio de recapitular el pasado en un saber. Trabajo de la muerte y trabajo contra la muerte. Este procedimiento paradójico se simboliza y se efectúa con un gesto que tiene valor de mito y de rito a la vez: la escritura.

Del fragmento anterior, podemos extrapolar lo que plantea el autor en este proceso de escritura practica de la historia que tenemos la obligación de realizar. Por ejemplo, en Chile, las cifras de muertes hoy responden a un total de 9.457, este dolor humano con el cual el país debe cargar se ve incrementado debido a que previo al escenario pandémico el país se encontraba en medio de estallidos sociales, en estos las violaciones a los Derechos Humanos (DDHH) fueron variados y se extendieron a lo largo del país, perdidas oculares e incluso muertes.

Por otro lado, específicamente en Chile, el movimiento en búsqueda de la construcción de una nueva normalidad solo está influenciado por la necesidad del país -de los lideres y empresarios del país- en recuperar la economía, en salvar lo económico. Incluso en el escenario más complejo las autoridades privilegiaron el comercio por sobre las vidas humanas, las medidas ineficientes y la respuesta tardía a la crisis significó que el virus avanzará y cobrará muchas más vidas que las que se debieron perder.

Las pandemias en la historia de Chile son varias, de gripe H2N2, H1N1, tifus, viruela, Colera, influenza, etc. De estos hitos históricos con un fuerte carácter catastrófico se ha aprendido algo, en el sentido de los sistemas de salud han ido mejorando, se promueve la higienización de la salud, ya no solo se consideran los daños físicos sino también el estado psicológico de los individuos que viven estos procesos. Pese a que efectivamente se puede hablar de un progreso, todo progreso es nulo, se sigue cayendo en decisiones que se traducen en muertes, se sigue privilegiando lo económico, se sigue manteniendo una vulneración y violencia en contra de la población más pobre, se siguen ignorando las realidades de los campamentos, de los trabajadores sin contrato. La pandemia llegó para mostrar la extrema fragilidad humana, la fuerza de la naturaleza y lo poco que importan los avances de todo tipo, nuestra época sigue marcada por una ingenuidad y por una vulnerabilidad que no puede extinguirse.

Notas y referencias.

La cifra del total mundial y el total de muertes en Chile fueron recuperadas el día 1 de agosto del 2020, por lo cual una revisión en cualquier otra fecha podría arrojar otro resultado. Recuperado de: https://coronavirus.jhu.edu/map.html Michel de Certeau (1978: 2006) La escritura de la Historia.

Autora de la columna: Nicol A. Barria-Asenjo. Correo de contacto: nicolbarria05@gmail.com

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