Hoy ganó Octubre de 2019. Su potencia destituyente ha sobrevivido a la domesticación institucional desplegada desde el 15N hasta el reciente proceso. Y aunque hoy Octubre 2019 solo actúa como destitución "reactiva" (y ya no “imaginativa” como en el año 2019) igualmente nos zafó del fascismo. Ha sido un acto mínimo, pero decisivo. En realidad, Octubre 2019 rechazó la primera propuesta a causa de su oligarquización y, más aún, rechazó esta segunda propuesta en virtud de la expropiación flagrante cometida por la clase política al proceso constituyente.
El triunfo del “En Contra” consuma, por tanto, el rechazo popular al sistema político en su conjunto y sus formas de cooptación institucional iniciadas por el Acuerdo del 15 de Noviembre y terminada con la propuesta erigida exclusivamente por los partidos políticos en el Consejo Constitucional. El triunfo del “En Contra”, en suma, no deja de mostrar que lo que está en juego es la destitución del pacto oligárquico de 1980 sobre el cual se sostiene la actual composición de partidos políticos. Tales partidos no pueden ver esta realidad, aunque la padezcan. Y no pueden hacerlo porque han sido éstos los que activamente han conducido al país al actual estado de cosas.
Ahora bien, más allá del optimismo progresista que salió a decir que la Constitución de Pinochet ya es la de Lagos (pues los cuatro candados heredados impuestos por Guzmán se han disuelto) o del conservadurismo que insiste en que el reciente plebiscito habría “ratificado” la Constitución de 1980 en contra de las ideas “refundacionales”, ambas perspectivas convergen secretamente en decretar que el proceso constituyente está “cerrado”. Insisten en que su palabra goza de autoridad y todavía creen que pueden decretar la vigencia o no de un proceso constituyente que nunca controlaron, que nunca quisieron, que jamás apoyaron.
Desde la revuelta popular del año 2019, la potencia destituyente no ha dejado de expresarse, aunque sea de manera precaria, deforme u abyecta, vía el simple rechazo frente a alguna propuesta ofrecida por la clase política. Frente a la revuelta popular, el partido portaliano utilizó tanto al dispositivo jurídico-político como al biomédico para neutralizar la imaginación que irrumpía por las calles del país. Con ello, logró desarticular parcialmente el afecto que irrumpía entre los cuerpos y que ofrecía la composición de una experiencia de lo común.
Justamente, sea porque el afecto se criminalizó en la forma del “terrorismo” o porque se medicalizó en la forma del “virus”, lo cierto es que la composición afectiva experimentada fue considerada una amenaza para el sistema político. Por eso, la potencia destituyente abierta por la revuelta popular de Octubre de 2019 solo pudo sobrevivir como un límite a dicho sistema, su imposibilidad de “cierre” precisamente que, de vez en cuando, y bajo condiciones precarias ofrecidas por las mínimas aperturas institucionales, aún podía expresarse. En otros términos, la potencia destituyente devino expresión meramente “reactiva” (para usar un término de Nietzsche) en cuanto desmovilizada y replegada, prescindiendo así de la potencia imaginal que abrigaba en Octubre de 2019.
Sin embargo, hasta ahora, la potencia destituyente ha sobrevivido a todo el proceso de reconstitución institucional impidiendo que ésta pueda consumar la sutura necesaria para el nuevo pacto oligárquico. Sin embargo, su sobrevivencia “reactiva” muestra el síntoma de que está de fondo: no existe, por el momento, ninguna fuerza política que esté a la altura del acontecimiento de Octubre. Por eso, aquello que denominamos “Octubre” seguirá asumiendo una forma “reactiva” hasta que no componga una forma o formas que permitan ir más allá del marasmo histórico y político en el que nos encontramos. En otros términos, hasta que no exista una izquierda que haya dejado detrás tanto al soberanismo clásico de corte estatal-nacional como al progresismo neoliberal de los últimos 30 años, la dimensión “reactiva” de la potencia destituyente siempre estará amenazada de ser conducida por el neofascismo y jamás podrá volver a imaginar otro mundo.
El paso hacia una potencia destituyente de tipo “activa” significa un trabajo capaz de habitar la materialidad de los afectos y que, por tanto, permita desarticular al dispositivo propiamente oligárquico que ha usurpado a la política chilena durante sus 200 años de República: el fantasma portaliano. Walter Benjamin caracterizaba una política de esta magnitud bajo la expresión “organizar el pesimismo”. Organización significa composición de afectos o, si se quiere, condiciones para una imaginación popular que, nuevamente, se plantee en una lucha radical contra la nueva fase de acumulación del capital. Por ahora, en lo inmediato: celebrar el precario triunfo del “En Contra”, celebrar que no se constitucionalizará el fascismo y que, desde la perspectiva constitucional, hemos regresado a Octubre de 2019. Pero un extraño regreso hacia un lugar del que jamás nos fuimos y en el que, extrañamente, siempre estuvimos.
Diciembre 2023.