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Octubre no está muerto, solo está herido. Por Francisco Montoya y Fresia Ramírez

La nueva forma políticamente correcta en Chile, es asegurar que el proceso constituyente fue derrotado por maximalista y que no debemos volver a caer en “octubrismos”. Se le asigna ese concepto a una forma radical de la política empleada por pequeños grupos de agitadores de extrema izquierda alejados de la realidad o más precisamente que viven en una realidad paralela. Hasta cierto punto es cierto, se trata de grupos que viven en una realidad paralela, pero que su rango de influencia es mínimo y maximizado solo por los medios de comunicación para el beneplácito de los poderosos.

La realidad es muy distinta, el Octubrismo, si queremos hacerle honor al análisis político, es sinónimo de ciudadanía, mayoría, democracia y crítica al establishment político. También es sinónimo de radicalidad en su proyecto el que, diverso y burbujeante, expresó el malestar de millones y devolvió la política a la cotidianidad. El pueblo despertó del largo sueño neoliberal de la transición.

El octubrismo desembocó necesariamente en un proceso constituyente y no podía ser de otra forma. Su espíritu de cambio es total, su crítica unitaria es radical, pero su proyecto político es multifactorial, como diversas son las causas del mismo. Así las cosas, un proceso constituyente en ningún caso podría ser elaborado por la casta política a la cual la ciudadanía apuntaba como culpable.

El duro revés del plebiscito de salida aún debe ser analizado con lupa y, sin lugar a dudas, nos tendrá mucho tiempo pensando qué sucedió ese 4 de septiembre. Pero independiente de entender a cabalidad qué pasó, la enorme mayoría de los políticos salió criticando a la convención por “tirar el tejo pasado” y elaborar una Constitución demasiado radical al momento político, razón por la cual, “la gente no la entendió”.

Como después de la guerra todos sin generales, se culpó al “octubrismo” y a los “octubristas” de la derrota y rápidamente los sectores políticos se desmarcaron de este espíritu para devolver la pelota al Congreso. Es decir, a los partidos políticos de la transición y el gran empresariado. Y si creíamos que era normal que militantes del PPD cayeran en estas reflexiones, es insoportable que quienes dicen querer cambiar las cosas, osen ocupar la palabra “octubre” como sinónimo de “minoría”.

El nuevo proceso constituyente, inevitable a los ojos de la élite pero necesariamente controlable para mantener sus intereses, está en marcha. Aunque ya no sea debate de la política cotidiana. Luego del estallido y el plebiscito, la pandemia llevó a octubre para la casa. Una fuerte crisis económica internacional, con una escalada inflacionaria en Chile y gran parte del mundo, se constituyó en un yugo sobre los hombros de las y los protagonistas del desborde institucional.

Sin embargo hoy vemos como los partidos de la transición, en su necesaria visión sesgada de la realidad, interpretaron este estancamiento como un retorno de la política a la institucionalidad. La pelota ya no estaría en la calle, estaría en el palacio. Por esta razón, independiente del nombre que le den a los “bordes” institucionales, la actual discusión busca engrillar al negro mata pacos y convocar una constituyente impotente que recoja solo aquellas consignas que no toquen la distribución de la riqueza en Chile.

Sin embargo, octubre no está muerto, solo está herido, desilusionado y confundido por un sector de fuerzas transformadoras que los acusan de octubristas, como si el encuentro de las mayorías en las calles fuera un pecado. Y de la misma forma, el proceso constituyente está lejos de terminar, aunque hoy sufre un profundo revés por la crisis económica y la derrota en el plebiscito. Dicha derrota, no debe ser entendida como una derrota del proceso constituyente, sino como la derrota quienes que consideran que la gente es tonta y no supieron poner en el centro del debate a los protagonistas del proceso constituyente. El resultado es un triunfo de las elites políticas y económicas que no repararon en gastos para llenar de mentiras la opinión pública. Pero sobre todo, es la derrota de aquellos que desde la izquierda piensan que se puede hacer política de mayorías sin el pueblo como protagonista. Pero insistimos, Octubre no está muerto, solo está herido.

El proceso constituyente sigue en curso, así lo han entendido los poderosos que como sea quieren detener un proceso nuevamente peligroso y libre. De las fuerzas transformadoras depende luchar porque la composición del nuevo órgano redactor sea democrático, es decir como máxima realización del poder constituyente, se componga por miembros 100% electos, sea paritaria, con representación de los pueblos originarios y, por qué no, con participación de la sociedad civil como sindicatos y movimientos sociales.

Esta lucha debemos darla, a pesar que muchas veces parezca que estamos gritando en el desierto. El pueblo nos está escuchando, analiza, se desilusiona pero ya tiene experiencia adquirida sobre su propia fuerza: es capaz de poner en jaque a las fuerzas del orden cuando se une y se moviliza. Debemos dar esta pelea sin vacilaciones ya que si el pueblo quiere cambiarlo todo, puede intentarlo con nosotros, las fuerzas transformadoras mediante una salida institucional o mediante una salida autoritaria, con las fuerzas oligarcas como dirigentes de un proceso neo fascista. Entonces, de nosotros depende.

¡Octubre ha muerto, larga vida a octubre!

Francisco Montoya, abogado y vocero de Ukamau Talagante y Fresia Ramírez, periodista de TomateRojo.cl y vocera de Ukamau Cerro Navia

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