Los territorios son habitados por subjetividades que considera identidades y cartografías singulares, cada espacio tiene un transcurrir con experiencias y vivencias cargadas de historia que van construyendo un ethos.
Los territorios habitados son tornasoles, pero también presentan opacidades donde es difícil y a veces imposible ingresar, se invisibiliza lo evidente, puesto que no existe comprensión de los códigos, los gestos, los lenguajes.
Desde la génesis profesional del Trabajo Social el territorio, sus subjetividades e identidades situadas, han estado en una constante interrelación. El desarrollo de la disciplina del Trabajo Social y de sus pedagogías no puede comprenderse fuera de esa relación, ya que la complejidad relacional presente en un territorio, entre los distintos sujetos y sus entornos en un momento epocal, es su campo de expertiz disciplinar. Sin embargo, detectar y visibilizar las opacidades, aguzar el ojo y el intelecto, como también la emoción y el sentir situado no es un ejercicio fácil. Implica un arduo ejercicio de estar en lo situado con las otredades. Es un ejercicio complejo y dinámico como tan dinámica es la sociedad y los cambios sociales que en ella operan en múltiples configuraciones. Lo que como profesionales externos observamos, es aquello que se nos permite o lo que nuestra comprensión interpreta desde categorías a menudo academicistas y con estándares de un deber ser a veces hegemónicos y con lecturas librísticas que se aleja de aquel transcurrir en campos que nos son desconocidos.
La noción de opacidades de los territorios, la vinculamos con la de resistencias, en el sentido que refiere a las formas en que los lugares geográficos y las comunidades que los habitan pueden resistir la comprensión evidente, simplista o la representación estándar, estigmatizada que se construye desde un lugar hegemónico, donde los sesgos y lecturas superfluas ocultan las construcciones verdaderas y las formas genuinas de habitar.
Una de las formas de luchas por la dignidad y el respeto refieren a las resistencias territoriales como repertorios en que las comunidades locales, movimientos sociales, grupos sociales o individuos desafían activamente las estructuras de poder dominantes. Estas resistencias pueden manifestarse de diversas maneras, como protestas, acciones políticas, prácticas culturales de resistencia, ocupaciones de tierras, entre otras. Estas resistencias surgen en respuesta a la injusticia social, la desigualdad económica, la degradación ambiental u otras formas de opresión. Sin embargo, estas resistencias territoriales no solo encarnan en grandes acciones conjuntas o movimientos, sino que también en materialidades y subjetividades casi imperceptibles para quienes no comparten el espacio cotidiano del espacio local vivido.
Las opacidades territoriales refieren a las características de un territorio que desafía una comprensión completa o una representación clara. Estas opacidades pueden surgir debido a la complejidad de las relaciones sociales, históricas, culturales y políticas que caracterizan a un lugar determinado. También se constituyen en el resultado de la resistencia de las comunidades locales a ser categorizadas o definidas según las normas impuestas desde fuera. Las opacidades territoriales pueden manifestarse en formas como la diversidad cultural, los conflictos sociales no resueltos, los procesos de gentrificación o la presencia de espacios marginales y subterráneos que no son fácilmente accesibles o comprensibles para las personas foráneas. Los códigos son solo descifrables bajo la lógica de las intersubjetividades situadas o para aquellos que son autorizados a hacerlo desde dentro del espacio y lógicas de quienes habitan el territorio.
Las resistencias y opacidades de los territorios plantean permanentes y significativos desafíos para el sistema experto, ya sea investigadores, profesionales y agentes decisionales que intentan aproximarse o asomarse a esas otredades que portan identidades singulares y de difícil traducción.
Comprender las dinámicas territoriales requiere necesariamente enfoques y miradas amplias y sinópticas que considere la complejidad y la diversidad de las experiencias y perspectivas situadas. Además, la aproximación sensible y respetuosa a los territorios significa observar y comprender la resistencia y las diversidades para promover la justicia social, la equidad y el desarrollo sostenible en los territorios.
¿Qué significa entonces el territorio para profesionales que intervienen en lo social o en lo educativo?
El territorio es una posibilidad de comprensión de las otredades, para ello, es necesario transparentar las ignorancias que portamos, para hacer brotar lo inédito y hacerlo visible.
También requiere necesariamente que nos proporcionen los permisos de entrada para constituirnos en voces hermenéuticas autorizadas de tal modo de traer la política pública a aquellos lugares donde no es conocida o en que habla con requisitos y categorías intraducibles para los actores en su cotidianeidad. Es que sin territorio y sus cartografías la política pública se encuentra encorsetada en directrices únicas, ajenas muchas veces a las diversidades en que se expresan los problemas sociales que le dan origen y sentido de ser.
Invisibilizar lo anterior implica desconocer ingenuamente que existen bastos territorios donde no ingresa la política pública, generándose un espacio descuidado donde aprovechan de ingresar el narcotráfico y la delincuencia, transformándose en territorios abandonados y cerrados, donde la violencia material y simbólica se naturaliza, siendo las personas más vulnerables, niños, niñas y adolescentes, aquellos que son subordinados por cualquier dimensión de dominación. Debido a su vulnerabilidad son colonizados con nuevos códigos que dañan los repertorios de resistencia habituales, siendo apresados por redes finas y sutilmente tejidas en base a la ayuda para salir de la miseria o al miedo, constituyéndose en soldados como vía de subsistencia.
Las opacidades de los territorios son espacios amplios, evidentes y otras veces rincones donde no llega la luz ya sea por oscuridad, por desconocimiento o por trasluz, que solo deja observar las sombras, los contornos o las siluetas sin lograr identificar aquellos movimientos estratégicos o genuinos del habitar. Las opacidades en los territorios no permiten ver bien la realidad social, cubren con un velo lo evidente y a veces se disfrazan de solidaridad o de agenciamiento, dejando más desprotegidos a quienes están y conviven en ese espacio, sembrando desesperanza. Al mismo tiempo, la bruma que emerge no deja ver espacios de luz, de resiliencia y resistencia, que bajo su sombra no son posibles de emerger. El lenguaje que circula puede hacer el guiño de esconder las riquezas que están presentes, haciendo casi imposible el cambio. Entonces el individualismo y el miedo se adueñan del espacio, camuflándose e instalándose con pretensión de pseudo protección. El efecto es el empobrecimiento del tejido social y la mantención del estatus quo, sin posibilidad de desarrollo o crecimiento.
Sin embargo, las opacidades tienen intersticios de luz, que hay que saber respetar y aprender a leer, con dedicación y aplicación persistente. Las identidades y el lenguaje solo pueden aprenderse estando con otros dentro de ese espacio, donde la verticalidad de la relación no tiene cabida, sino que justamente el situarnos son aquellas otredades inesperadas quienes nos permiten ‘estar con’, ‘situarnos’, calibrar los sentidos para distinguir y leer con sentido. Siempre hay espacios de luz dentro de la opacidad que permiten descorrer el velo. Cuando aprendemos a leerlos en la compañía de los sujetos, aquellos lugares cargados de estigmas, se apertura como un espacio otro, muestran su cultura de la que somos ignorantes y logran situarnos en un espacio diferente, con distintas lenguas, códigos, costumbres y a veces con aspiraciones y esperanzas de un futuro distinto y prometedor. Nosotras/os como neófitos en ese espacio, aprendemos de esa nueva cultura, cual extranjeros en un espacio que solo tiene sentido en el estar con otros en ese marco.
Es entonces, cuando las pantallas y sombras se disipan apareciendo las otredades con sus corporalidades, gestualidades, con sus diversas maneras de habitar, sus acuerpamientos, luchas, dolores y resistencias, es en ese momento cuando las comprensiones se abren y logramos vislumbrar aquel vértice que la oscuridad no lograba entrever.
Dra. Sonia Brito Rodríguez
Departamento de Trabajo Social
Universidad Alberto Hurtado
Dra. ©. Andrea Comelin Fornés
Carrera de Trabajo Social
Universidad de Tarapacá.
Dra. ©. Lorena Basualto Porra
Departamento de Trabajo Social
Universidad Alberto Hurtado