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Oppenheimer. Por Ricardo Espinoza Lolas

¿Cómo es posible que un magnicidio, esto es, el asesinato de unos 110 mil humanos civiles de forma casi inmediata por la caída de dos bombas atómicas en dos ciudades japonesas el 6 de agosto de 1945, y que luego en unos pocos años la “cifra” aumentara a 230 mil, y que los efectos de la contaminación radiactiva lleguen hasta nuestros días, pueda ser visto hoy de forma totalmente “normal” en las salas de cine de todo el mundo, literalmente, sin provocar escándalo alguno y, además, desplazando el asunto crucial de los asesinatos al típico problema de cinismo y política tan propio de USA y sus films de juicios y leyes? Esto es posible gracias a Nolan y su film Oppenheimer (2023), pues lo imposible moralmente se puede “entender” hoy (sin ningún problema) y “aceptarlo” (casi como algo evidente de una época) y verlo como algo posible en medio de un mal mayor y en donde las “inocentes” ciencias son usadas por los “viles” políticos: un ingenuo Oppenheimer ante un ruin Truman, porque el que lanza las bombas de uranio y plutonio sobre civiles inocentes no es el científico, sino el político; e incluso lo hace casi con humor negro dentro de un Reality de su tiempo no contra los japoneses (menos contra los nazis que ya al morir Hitler se habían entregado ante los “aliados”), sino como un juego de “quién la tiene más grande” contra los soviéticos, esto es, los aliados de suyo “enemigos”. Y así de esta forma inaugurar la estúpida y nihilista Guerra Fría que llega hasta nuestros tiempos y en donde este mismo film de Nolan juega un papel, muy importante, dentro de esta Guerra (las creaciones institucionales nihilistas de Truman deben estar feliz: OTAN, CIA, etc.).

Lo interesante, para mí, es Nolan, un buen cineasta actual que me recuerda a algunos grandes de la historia del cine como Griffith, Ford, Kubrick y tantos que al saber narrar, como un nuevo Wagner, en el uso de la imagen-sonido, como expresión ideológica de una consigna, nos moviliza al horror mismo de un momento histórico nihilista y nos lo hace pasar, dicho horror, como justificable moralmente y, también, esto es lo de suyo nefasto, es que nos hace trampa a los espectadores y así caemos en una maldita trampa muy bien construida para la ocasión: una idealización de la ciencia y la política por medio de sus autores que se convierten en héroes y villanos y, además, el holocausto se cubre bajo el juego leguleyo de dos “juicios”, uno contra el “bueno” de Oppenheimer y otro contra el “malo” de Strauss, que se muestran de forma simultánea por medio de un gran trabajo de montaje, puesta en escena, guion y actuación, mientras se construyen las dos bombas en Los Álamos (lo fundamental del film de Nolan), lugar que es mucho más siniestro que el Castillo de Silling de Los 120 días de Sodoma del Marqués de Sade.

Es interesante señalar que todo, absolutamente todo, está pensado en este film: no hay espacio alguno a la improvisación, creatividad, azar y libertad en ninguno de sus elementos técnicos propios de un film. No hay nada que se le escape al obsesivo Nolan (y a su hermano Jonathan) en el largo metraje de este film. Por ejemplo, desde el detalle de la breve aparición de Kurt Gödel charlando con Einstein (así se nos muestra en el film a los tres humanos más inteligentes del siglo XX, para una mentalidad técnica como la de USA en donde Gödel será el más importante como creador desde su lógica, si se quiere, de la misma computación con Turing a la cabeza) al nombre de un joven senador que es John F. Kennedy, como uno de los que se opone a Strauss (fueron tres, pero solamente se nombra a Kennedy como insinuando que por ese “motivo” o asesinarán en el futuro cando sea Presidente de USA) pasando por la crítica a Heisenberg por ser un científico “malo” que ayuda a los nazis a construir la bomba atómica (lo cual históricamente no es cierto) y mostrando al “bueno” de Einstein como alguien casi etéreo que como un dios terrenal y ángel de la guarda guía a Oppenheimer y, por medio de él, a toda la humanidad. Ni qué decir tiene el juego agotador del film entre los políticos “malos” (junto a los militares, también en la lógica de buenos y malos) y los científicos “buenos”; y los “muy buenos”, a saber, los científicos y profesionales, en general, que por ser comunistas de USA se preocupan de los valores más dignos de lo humano (no como los comunistas soviéticos). Y, sin olvidar, que dentro de los científicos que son “malos” están los que se juntan con los políticos “malos” para fines propios y narcisos.

Y, también, es digno de destacar el uso y abuso del sonido, en varios registros distintos (realizado por el muy efectista Ludwig Göransson), para generar un ambiente bomba, en su sonoridad, a lo largo de todo el film y así también el efecto visual de la imagen (a cargo del “profundo” Hoyte van Hoytema): esa sonoridad y visualidad de la imagen se convierten en un elemento técnico fundamental y, en especial, en el protagonista del film; es como si Oppenheimer fuera esa imagen sonora visual que derrite todas las capas de lo real a una intensidad total, en donde nada queda parado, nada se sostiene por sí mismo, nada queda vivo. Y así el astuto de Nolan entra en el debate actual en torno al cine, qué es cine, qué es lo que quieren los humanos ver en las salas de cine, qué historias quieren que se las narren por medio una imagen sonora, qué deben financiar las grandes productoras, qué debe producir la industria del cine estadounidense (y con ello mundial), etc. Nolan sigue a su “amigo” Tarantino y a uno de sus “padres” como Scorsese en torno a la crítica del cine de superhéroes. Nolan, que sabe de este tipo de cine (no olvidemos la Trilogía de su Batman y las ganas que tiene de ser el nuevo director de James Bond), toma el desafío contra Marvel. Y se lleva al mismo Iron Man (Robert Downey Jr.) para que realice un buen trabajo, por poco dinero, como el antagonista cabrón del “bueno” de Oppenheimer y es capaz que le den un premio Oscar por actuación secundaria, lo que nunca obtuvo interpretando a Iron Man. Así Nolan y apoyado gracias al mediocre film feminista conservador de Barbie (porque nos dice que lo femenino deja de ser plástico y externo para ahora ser lo verdadero femenino, esto es, una mujer que vive en las casa típica de USA y tienes hijos y así es una verdadera mujer y madre y de pasada Mattel vende y revende ahora muñecas “feministas”) ha recaudado mil millones de dólares y costó tan sólo 100, luego la industria del cine debe financiar films como estos y dejarse de chorradas de CGI, Pantalla Verde, de historias ridículas de los héroes de Marvel, porque Nolan nos ha dicho qué es el cine de “verdad” y qué el cine “falso” y lo que quiere el espectador ver (Nolan funciona como Steve Jobs).

Para terminar, otro detalle: todo el uso del significante “comunista” que se utiliza en el film (ahora sería como usar el significante “populista”), un significante tan odiado por USA y también por UK (fue el error ingenuo tanto de Sanders como de Corbyn en sus respectivos países, pues lo usaban para sus campañas políticas y, por lo mismo, nunca llegaron ni llegarán a gobernar por estar asociados al “comunismo”). Nolan nos muestra varios matices en torno al comunismo a lo largo de esta historia de años en torno a Oppenheimer, la bomba, USA, la Guerra Fría, la ciencia y la política y, finalmente, nos indica el rechazo absoluto hacia el comunismo y cómo de él hay que huir, porque no hay comunismo “bueno”, sino que siempre es y fue y será “malo”, y esto es así entre otras cosas porque la Guerra Fría no ha terminado. Y se hace alusión interesada con Oppenheimer, Einstein como los científicos judíos revolucionarios: uno de la paz y otro de la guerra, de Freud como el revolucionario de lo humano en tanto inconsciente, y el mismo Oppenheimer se analizó, se enamoró de una judía y era lector de Freud y del mismo Marx, como el revolucionario del humano a nivel político, y el científico leyó los tres volúmenes de El Capital en alemán: y él se veía como comandado, en Los Álamos, una ciencia judía que era una ciencia revolucionaria como lo es el psicoanálisis y el marxismo y que traería una buena nueva a todos: aunque duela es por el bien de todos (el narcisismo está desatado). Y en ello acontece un mundo de embarazos constantes, infidelidades, de mujeres muy fuertes, de abandono de hijos, de traiciones de todo tipo, de creación por encima de lo moralmente humano.

Y Nolan, de este modo, se nos vuelve en un cineasta políticamente correcto, del establishment esencialista de USA y diría, finalmente, el cineasta metafísico por excelencia de la actualidad que vive y se desvive en una lógica binaria de lo bueno y lo malo, de lo verdadero y lo falso, del fundamento y de la apariencia.

Barcelona, 30 de septiembre de 2023

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