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Organizar el pesimismo. Por Rodrigo Karmy Bolton

En el mismo instante en que el Consejo Constituyente inaugura su trabajo el día 7 de Junio de 2023, el silencio acerca del carácter antidemocrático del proceso en curso resulta más que sintomático. En una columna publicada en la última edición del Le Monde Diplomatique, la socióloga Mia Dragnic subraya el hecho: no ha habido actor político alguno que haya cuestionado el carácter antidemocrático e ilegítimo del proceso. A esta luz, Dragnic subraya un asunto clave: el silencio sobre el golpe civil y parlamentario que fraguó el presente proceso con la complicidad de los partidos –esa minoría burocrática de no más de 400 mil militantes- de izquierdas en ello. Por cierto, los movimientos sociales no lograron articular una maquinaria que posibilitara la extensión de la potencia destituyente sobre las formas institucionales vigentes desde la cual se apuntalara la imaginación popular para crear nuevas instituciones y fraguar así un proceso abiertamente democrático.
Movimientos derrotados y partidos políticos triunfantes dejan expuesta la textura del silencio y el problema propiamente “portaliano” de que, como sostiene Dragnic, ningún actor político cuestionó el carácter antidemocrático del proceso. El golpe civil y parlamentario estableció una coyuntura política en la que la aprobación de la Nueva Constitución termina por convenir a todo el espectro político: desde Boric a Kast, desde el gobierno y la oposición, la llegada a buen puerto de la Nueva Constitución constituye una prioridad para la clase política, precisamente porque es ella quien expropió y ahora está al mando del proceso.
Con ello se está gestando algo clave: no solo la restitución del “partido portaliano” sino, más profundamente, la nueva escena consensual cupular del nuevo pacto oligárquico en curso. Porque las fuerzas en disputa no son más las de los 30 años. La revuelta popular los despachó con su intensidad destituyente cuya estela pervivió en las diferentes elecciones que dieron el triunfo a Boric (justamente un actor no transicional) y luego a Republicanos (justamente un partido que no pertenece a los 30 años). Vivimos el momento post-transicional en el que nuevos actores políticos están intentando constituir las prerrogativas del consenso que gestará al nuevo pacto oligárquico bajo la Nueva Constitución. Justamente el “silencio” respecto del carácter antidemocrático del proceso indicado por Dragnic muestra su rostro abiertamente político: ningún actor político pretende interrumpir el proceso, más bien, pretenden profundizarlo bajo algunas argucias que llaman “disputa”. Sin embargo, ¿qué pasaría si los movimientos sociales recuperaran su potencia activa y salieran a las calles para “organizar el pesimismo” que se expresa en la población? La expresión “organizar el pesimismo” es de Walter Benjamin y constituye una fórmula decisiva si lo que se pretende es que los pueblos de Chile no terminen reducidos a la simple noción de población tal como pretende hacerlo el discurso neofascista. Plantearse desde una forma de “organización” que, ante todo, sea capaz de asumir la materialidad del “pesimismo” es la única manera de abrir la esperanza. Y solo esa esperanza, otrora abierta por la revuelta popular de Octubre de 2019, es la que puede volver a brotar ahí donde podamos impugnar el silencio que el poder de la clase política pretende mantener. Una sola pregunta resulta clave. Justamente aquella que formuló Dragnic en su columna: ¿por qué nadie ha impugnado el carácter antidemocrático de este proceso? ¿O acaso dicho proceso no fue fraguado por un golpe civil y parlamentario por el que la clase política expropió el proceso a los pueblos de Chile que se habían arrojado a las calles? Plantear estas preguntas, pensar la materialidad del “pesimismo” en curso e interrumpir decisivamente este proceso fraudulento es, quizás, hoy la apuesta más radical a la que se puede aspirar en política.

Ver el texto de Mia Dragnic: https://www.lemondediplomatique.cl/2023/06/chile-tendra-una-nueva-constitucion-neoliberal.html

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