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Pandemia Covid 19: de la sideración a la resiliencia. Por Fernanda Mora

Y un día irrumpió lo intempestivo en nuestras vidas y todo cambió, tanto en lo social como en lo íntimo : cómo trabajamos, nos alimentamos, nos relacionamos, nos saludamos, mantenemos nuestros lazos, nos amamos, limpiamos nuestras casas, nuestros espacios públicos y privados…

Quizás muchas de nuestras dolencias, traumas, angustias, se hayan exacerbado por la enfermedad, la soledad, la muerte de próximos, la incertidumbre en la que estamos sumergidos, por el confinamiento al cual casi nada hasta hoy nos había preparado.

La precariedad de tantos, la violencia de algunos se disparan en el silencio de las calles y en la intimidad de los hogares.

Inundados de información, navegamos entre marañas de datos, imágenes, consignas que rigen nuestras vidas como nunca antes, intentando entender lo que pasa, actuar lo mejor posible y anticipar lo que nos espera.

No todos disponemos de recursos materiales, físicos, psíquicos e incluso espirituales para enfrentar esta catástrofe sanitaria, económica y social que nos cayó a todos como un rayo en medio de nuestro frenesí existencial.

Según supimos,[1] los gobiernos del mundo deberían haber previsto un presupuesto modesto - entre 1 y 2 dólares por habitante por año -, para prepararse a una pandemia :

¿quién supo escuchar ? ¿ quién se hizo cargo?

La mayoría de los países disponían de millares de objetos inútiles, sin embargo no había suficientes camas, respiradores, máscaras, gel de alcohol, guantes, termómetros, pruebas de detección, ni tampoco remedios y vacunas, por definición inexistentes por el momento.

Como la política es el arte de lo posible, los gobiernos han organizado dispositivos de lo que en la huella de Michel Foucault llamamos “medicina social” [2], para contener la propagación exponencial de la pandemia en tiempos dementes, como pudieron o supieron, con más o menos control y autoritarismo según las culturas y los regímenes, con más o menos herramientas y recursos, con resultados más o menos contundentes.

Así, un día los invisibles se volvieron héroes.

La pandemia trajo a luz en la escena principal de nuestras pantallas a mujeres y hombres de la sombra, mal pagos y poco valorados : médicos, investigadores, enfermeros, personal de cuidado, limpiadores, recolectores de basura, camioneros, repartidores, cajeros, agricultores, obreros textiles, choferes de ambulancias, policías y bomberos…

En Francia habían manifestado durante meses, se habían puesto chalecos amarillos, habían hecho meses de huelga, sin embargo, nunca nadie salía “antes” a las ventanas a las 8 de la noche a aplaudirlos y agradecerles por su labor : sin ellos, nada es posible.

Nos dimos cuenta que no podíamos sobrevivir tampoco sin emprendedores, comerciantes, técnicos, administrativos, sin artistas, maestros, profesores…

¡Hasta Trump exhorta a los trabajadores indocumentados que sigan cosechando frutillas, arándanos, cerezas, duraznos, nectarinas y a los médicos extranjeros que aceleren su documentación para ir a dar una mano en la lucha contra la pandemia! [3]

Los dogmas se derrumban como otras tantas murallas de Berlín : ¿ seremos y serán nuestros dirigentes capaces de salir de este desastre anunciado ?

¿Nos aferraremos a volver como antes, lo más rápido posible, tratando por todos los medios de cerrar este paréntesis horroroso donde la muerte acecha en cada picaporte, en cada billete, en cada mano?

¿Aprenderemos de la ciencia, que procede a través de un mar de controversias, de experimentaciones, de hipótesis, de fracasos y de pruebas, produciendo “transformaciones, rupturas, reconstrucciones” [4]?

¿Asistiremos o impondremos una metamorfosis de nuestras sociedades, que reduzca las desigualdades, garantice a los más vulnerables condiciones decentes de vida y de trabajo y a todos un planeta saneado?

¿O seguiremos impertérritos hacia el precipicio de la próxima pandemia, de la próxima crisis financiera, del próximo colapso climático, pensando que lo peor no nos tocará nunca de cerca a nosotros, a nuestras familias, a nuestros amigos?

Los esfuerzos financieros en el mundo son inconmensurables para contener los efectos de la pandemia : los gastos en salud pública, ciencia, tecnología, innovación, investigación, educación, salario universal serían de ahora en adelante considerados por fin como inversiones imprescindibles : la vida se reafirma como valor supremo.

¿Será solamente un nuevo sueño, como aquel de Martin Luther King, que sin embargo se hizo realidad con el tiempo?

Si la salida de la crisis se solventa en base a créditos gigantescos como se ha anunciado, en todo caso en Europa, que ojalá permita contener la caída en la pobreza de millones de seres humanos, sostener la actividad de las empresas al borde de la bancarrota, el trabajo en condiciones de seguridad sanitaria y un sistema de salud universal y durable, queda con todo en el aire una pregunta clave: ¿quiénes pagarán in fine los préstamos que se anuncian con bombos y platillos?

¿Surgirán nuevos Franklin D. Roosevelt resueltos a romper radicalmente la lealtad hacia ideologías de otros tiempos que asfixian los cerebros con sus dogmas?

Mientras tanto, Keynes para quien “lo que sucede al final no es lo inevitable, sino lo imprevisible”, sonríe, escéptico.

Sin duda, además de los esfuerzos gigantescos del personal médico, científico y de cuidado, emergen miles de iniciativas, solidaridades, fraternidades extraordinarias.

¿Qué quedará de las batallas en los hospitales y en los hospicios, de las canciones en las ventanas, de los corredores humanitarios, de las operaciones “todos en casa”, de las canastas familiares, de las donaciones, de los padres que inculcan a sus niños los gestos de higiene que deberán integrar de ahora en adelante sí, o sí?

¿Será tan sólo la leyenda de una gesta colectiva para contar a los nietos o quizás algo más?

Como siempre, dependerá de nosotros: dependerá de quién votemos, de nuestra participación en las decisiones, de nuestras pugnas en los espacios públicos, de nuestra capacidad a cooperar para vencer el aislamiento, de nuestra determinación a nunca abandonar y siempre intentar ser mejores, de nuestro empeño en contribuir a que lo que tenga que pasar, pase; que lo que tenga que suceder, suceda.

Y esto se llama sencillamente ciudadanía.

 

Dra. Fernanda Mora

Investigadora

PhD Filosofía

París, abril 2020


[1] Roberto Bissio, coordinador de Social Watch. http://www.socialwatch.org/node/18442?fbclid=IwAR3e3zViYB0eAzQkW7S52eHokm-QtupE9LUsPss-SiTHEnpvfABsjOE2JUU

[2] Conferencia “El nacimiento de la medicina social”, Michel Foucault, brindada en el marco del curso sobre medicina social en la Universidad del Estado de Rio de Janeiro, octubre 1974, incorporada en la compilación “Escritos III, texto n° 196.

[3] Fuente: https://elpais.com/internacional/2020-04-12/el-coronavirus-rompe-las-costuras-de-la-politica-migratoria-de-trump.html?ssm=FB_CC&fbclid=IwAR0M5gcp_zCX25ao0j3tVrHpvc1bbAsJNV6L2CHlZTb5NZ7LDM6OT_9_KM0

[4] https://www.rencontrescapitales.com

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