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Pandemia: el entorno de una universidad saludable favorece la salud mental de sus estudiantes, profesores/as y personal administrativo. Por Luis Valenzuela Contreras

Desde marzo de 2020 en Chile, más de 57.000 muertes han acontecido a la fecha, en nuestro país.

Una universidad saludable o promotora de Salud, se refiere a “aquella universidad que incorpora la promoción de la salud a su proyecto educativo y laboral, con el fin de favorecer el desarrollo humano y mejorar la calidad de quienes estudian o trabajan y, a la vez, formarlos para que actúen como modelos y promotores de conductas saludables a nivel de sus familias, en sus futuros entornos laborales y en la sociedad en general (Lange y Vio 2006, en Valenzuela 2008).

Esta se basa en los principios de “ciudades saludables” que prevalecen iniciativas de promoción de la salud dirigidas al entorno universitario de manera global, más que estrategias de cambios de hábitos de cada persona en particular. Lo que resulta vital, pues refuerza la idea de que el foco de la estrategia, está en construir ambientes físicos, psíquicos y sociales que influyan e mejorar la calidad de vida de la comunidad universitaria. Este entorno será el estímulo para que las personas emprendan cambios positivos en su conducta, más que concentrarse en modificar estilos de vida individuales.

Al respecto. ya en 1996 la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), para alcanzar las metas en las escuelas latinoamericanas en relación con las estrategias de promoción de la salud, se planteaba tres ejes de promoción uno de ellos era la Creación de ambientes y entornos saludables, lo cual implica contar con espacios físicos limpios y amplios, áreas verdes, seguros, sin agresión física y/o verbal.

La pandemia por COVID-19, originada en diciembre de 2019 en Wuhan, China, obligó a los países, incluido Chile, a un confinamiento masivo para evitar la propagación de SARS-CoV2. Esto significó dos años de confinamiento para las personas, modificando y cambiando los hábitos de vida y la vida en general. El confinamiento dejó en evidencia la brecha social existente que segrega a los grupos humanos más vulnerables de aquellos con mayores posibilidades y confort, y una de estas evidencias eran los espacios físicos y los entornos poco saludables, con los cuales contaban para vivir este confinamiento, que sin duda alguna pudo influir negativamente en la salud mental de las personas.

Pasó el tiempo (dos años) y comenzaron a bajar los niveles de contagio a mitad del año 2021, dando inicio a un retorno paulatino, de los y las estudiantes. Ya en marzo del año 2022 se definió la vuelta a la presencialidad. En el pasar de este tiempo, se hace evidente la aparición de afecciones colaterales en la salud mental de estudiantes, profesores/as y personal administrativo que nos dejó al COVID – 19: crisis de pánico, angustia, estrés emocional ansiedad, síntomas depresivos, insomnio, negación, ira y temor.

El regreso a las actividades académicas produjo el desafío del reencuentro, no solo con las y los estudiantes, que ingresan este año al sistema de la educación superior por primera vez, que venían de dos años de confinamiento, Lo mismo con la generación del 2019 solo tuvo un año de presencialidad y luego dos años en casa de manera telemática, igual para la generación del 2020, un año para la generación del 2021 y dos años para la generación del 2022, dado que vienen de dos años en confinamiento en los establecimientos educacionales.

Entonces, desde el marco de la responsabilidad social, los establecimientos educacionales y las universidades deben ser lugares apropiados para abordar explícita e implícitamente las necesidades de salud y bienestar de los estudiantes, profesores/as y personal administrativo ya que la salud mental se encuentra amenazada.

Desde la perspectiva psicosocial Lange y Vio (2006) señala que una universidad saludable debe tener un entorno apropiado que permita relacionarse saludablemente, transformándose, en un factor facilitador para el aprendizaje de los y las estudiantes y de satisfacción laboral para los y las académicas/os y funcionarios/as, contribuyendo a aumentar el bienestar social y emocional de toda la comunidad universitaria. Una Universidad Saludable debe considerar cinco aspectos: psicosociales; ambientales; alimentación; actividad física; y prevención del consumo de alcohol, tabaco y drogas.

Así también las características de los entornos psicosociales saludables deben considerar los siguientes elementos: ser cálidos, amistosos y que permitan aprendizaje, promueven la cooperación más que la competencia, promueven un estilo de comunicación abierta y directa; consideran importante dar oportunidad para la innovación y recreación; evitan la intimidación, el acoso y la violencia , a través del desarrollo de procedimientos y políticas que apoyen formas de mediación y resolución de conflictos en las aulas, entre los y las estudiantes y entre el personal y los y las estudiantes; promueven la igualdad de oportunidades y utilizan procedimientos democráticos para crear instancias y mecanismos de participación de los diferentes estamentos de la universidad; contribuyen a generar ambientes que influyen positivamente en la salud mental de la comunidad universitaria.

Pero ¿qué entendemos por salud mental? Diversas y numerosas son las definiciones dependiendo de las distintas áreas del conocimiento que nos acercan y confunden a la vez sobre el concepto de salud. Más aun, se la tiende a definir como una división de estados tal como salud física, salud laboral, salud integral, salud mental.

Hasta mediados del siglo XX, la salud se distinguió por su concepción biologicista, a partir de la enfermedad, o por las teorías como la demoniaca, la mítica, la humeral, la miasmática y la microbiana. En 1946 la Organización Mundial de la Salud (OMS) incorporó a la ausencia de afecciones o enfermedades, el bienestar físico, el mental y social. Esto dio pie a que muchos autores coincidieran incorporar conceptos como la emoción, lo social, lo afectivo el entorno biosociocultural, como factores importantes para comprender y dar vida al concepto.

Esta visión de salud positiva se fue ampliando producto de la institucionalización del concepto de calidad de vida, lo que implicó la inclusión en la agenda política de acciones que canalizaran la responsabilidad de los Estados en la búsqueda del bienestar de las personas (Ovidio, 2016).

Si bien los conceptos de “estilo de vida” y “calidad de vida” son usados con mucha frecuencia en los distintos ámbitos relacionados con la actividad física y el deporte, además se debe considerar que los estilos de vida saludable son procesos sociales, como así también las tradiciones, los hábitos, las conductas, las acciones de los individuos y conjuntos de personas que conllevan a la satisfacción de los requerimientos del ser humano para alcanzar el bienestar y la vida.

En este sentido, los estilos de vida saludable y todo lo que nos rodea en estos tiempos, con relación a la aparición asociadas de enfermedades asociadas a la salud mental, deben tener una visión global, como responsabilidad colectiva social. Esto significa que debe comprender aspectos interrelacionados: el material, el social, el afectivo y el entorno sociocultural biológico, que no deben aislarse del contexto social, económico, político y cultural al cual pertenecemos, dado que estos pueden influir positivamente y negativamente en la salud mental de las personas.

Tanto la escuela como la universidad deben y pueden constituirse en organizaciones que propendan a la incorporación de prácticas y estrategias de promoción de salud en sus respectivos contextos, y así favorecer la incorporación de hábitos de vida saludable en su entorno y actividades que trasciendan las aulas y puedan tener un impacto positivo en el entorno social estudiantil en incluso a nivel de país. Un entorno apropiado es el que permita relacionarse saludablemente, ante todo, como un factor facilitador para el desarrollo del aprendizaje de sus estudiantes y de satisfacción laboral para los académicos y funcionarios, contribuyendo al bienestar social y emocional de toda la comunidad educativa.

Las instituciones de educación promotoras de salud son aquellas que se comprometen con la creación de un entorno y una cultura que fomente la salud y el bienestar integral de los miembros que la componen: estudiantes, académicos y administrativos. Para lograr esto las instituciones lo incorporan en sus proyectos educacionales como una política institucional.

En conclusión, una Universidad Saludable o promotora de salud, obedece al concepto de “ciudad saludable es decir su entorno es favorable para la salud. Esto implica que debe contar con acciones culturales, de confianza, diálogo, colaboración, respeto, de participación reflexiva democrática y de esparcimiento, en un entorno saludable, que incorpora al promoción de la salud en su proyecto educativo y laboral, con el fin de favorecer el desarrollo humano y mejorar la calidad de vida de quienes estudian trabajan y , a la vez formarlos para que actúen como modelos o promotores de conductas saludables a nivel de familias, en sus futuros entornos laborales y en la sociedad en general

Dr. Luis Valenzuela Contreras
Decano facultad de Educación
Universidad Católica Silva Henríquez .

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