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Para Santiago Maldonado. Por Gustavo Adolfo Becerra

Para que aparezcas con vida escribo esta oración
que también es un poema. Hermano mío,
como todo el mundo, te he salido a buscar.
De las interpretaciones filosóficas,
cosmovisiones comunes y análisis de huellas
dactilares, deduzco que el amor que te habita
es similar a los amores que conozco, y de tal intensidad
que requieren pactos sociales donde expresarse
porque no se consumen en sí mismo. Para embellecer
el mundo estudiaste Bellas Artes y para no ser
considerado siervo del sistema, te dejaste crecer
barba y rastras. Cuando –por experiencia directa-
constataste que los cuerpos donde habita la humanidad
estaban miserablemente resquebrajados, intentaste
repararlos y tatuándolos, los llenaste de símbolos,
sentido y pájaros. Por amor a todo lo que respira
a este inadaptado nadie lo disciplinará con amenazas
de quitarle sus bienes porque no los posee.

Y desde esa libertad exquisita tampoco
aceptas la anormalidad como normalidad
por muy normal que parezca. Con actitud materna
alimentas de vegetales a tus dioses. Bajo su influjo
en el cual te mueves como pez en el agua-
hablas con los espíritus y con su sal estructural
porque sabes que vendrá el tiempo de compartir
percas y truchas arco-iris. A las hierbas finas
de sus manteles acudes con ofrendas y ornamentos,
buscando protección para los pueblos asediados.

Cuida de sobrevivir, cuando tu conciencia
iluminada por los cuatro costados- te reclame
conectarte con esta refriega histórica e interminable
que genera la ambición y el poder del dinero,
que sólo puede contrarrestar tu sed y hambre
de justicia. Y la de otros muchos que debieras
convencer por el camino. Recoge diferencias
mientras cosecha trigo. En los territorios
abandonados de las ideologías crecen arbustos
de diferentes tipo. Alertado por los perros
nunca sintió miedo de la muerte y de la no-muerte
tampoco sintió miedo. En la sociedad de la indiferencia
en que vivimos a muchos no les importa
que los gendarmes tiren a patadas las puertas
de las casas mapuche, pero a ti, sí. Hermano mío,
como todo el mundo, te he salido a buscar.

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