Patético
1. adj. Que conmueve profundamente o causa un gran dolor o tristeza.
2. adj. Penoso, lamentable o ridículo.
Diccionario de la RAE
Para las próximas elecciones municipales ha sido patético la forma en como se presentaron los aspirantes a candidatos, especialmente los que aspiran a los cargos de Alcalde y de Gobernador Regional. La presidenta de un partido político hizo una conferencia de prensa para declarar que tenían un listado de más de 270 postulantes a alcalde para las elecciones donde se eligen un total de 345 de esos cargos. Se inició una discusión en la élite política, que se centró en quiénes tenían el “mejor derecho” en ser candidatos; unos partidos inventaron un principio que declaraba “el que tiene mantiene”; se desarrolló finalmente un acuerdo para que en varias comunas y en dos regiones se realizaran elecciones primarias, convocando a los ciudadanos a establecer mediante el voto quién debía ser el candidato del conglomerado de partidos. Finalmente, las primarias involucraron a 60 comunas (17,4 %) y 2 Regiones de 16 (12,5 %); las primarias acordadas involucraron una minoría de los ciudadanos con derecho a voto.
Las declaraciones de los integrantes de la élite política sobre la manera de decidir los candidatos en las comunas y regiones donde no se realizaron primarias son aún más patéticas. Algunos dirigentes políticos establecieron que se pueden hacer encuestas para orientar las decisiones; otros dirigentes desestimaron las encuestas por la discusión a alto nivel de dirigentes políticos. Nadie propuso que los posibles aspirantes convencieran a sus posibles electores expresando sus ideas, bastaba solamente que convencieran a los dirigentes de su sector político para que fueran “ungidos” como candidatos; todo en un entorno de juego de poder, del tipo “tu renuncias a esta si te concedemos esta otra”; nadie intentando siquiera fingir que los candidatos postularían a un puesto que implica un servicio a los personas que viven en los territorios. Los electores solamente conocerían el candidato cuando los dirigentes decidieran y solamente tendrían la responsabilidad de ratificar lo decidido por los dirigentes. Todo de un patetismo conmovedor.
Pero incluso en los territorios donde sí se desarrollaron primarias y los electores debían pronunciarse por uno de varios postulantes, la posibilidad de encontrar planteamientos que relevaran el supuesto rol de servicio a los habitantes del territorio fue muy escasa. Los pocos planteamientos programáticos que se realizaron eran de una generalidad rampante, de esos planteamientos que fácilmente se pueden olvidar alegremente después de ser electos, como ha ocurrido en varias oportunidades. Muy patético reflejo local de las discusiones de la élite política.
A la votación de las primarias concurrió cerca del 6% de los electores habilitados para votar. Es decir, un 94% de los ciudadanos con derecho a voto no se sintieron convocados a expresar su posible preferencia por alguno de los aspirantes presentados por la élite política. El conjunto de los partidos políticos no representa más que ese 6% de los electores, pero patéticamente insisten en que representan a toda la sociedad.
El análisis posterior al evento de las primarias incluyó unas muy pocas declaraciones de circunstancia del tipo “ha sido una fiesta de la democracia, realizada en orden y tranquilidad”. Afortunadamente se consideró que esas declaraciones estaban muy fuera de lugar. Pero sí se escucharon cosas como “una gran victoria” por parte de partidarios de algunos candidatos que obtuvieron 38% de los votos emitidos, es decir, el apoyo del 2,36 % de los electores; una victoria en una votación que tiene nada de votos, sigue siendo nada. Pero lo más extraordinario es una opinión del tipo “nuestra primaria obtuvo el doble de votos que la de ellos”, considerando eso como un gran argumento de apoyo; una votación donde se obtiene el 4% de los electores es un gran éxito comparada con una votación donde se obtuvo el 2% de los electores; eso es todo lo que los partidos políticos logran convocar para que los electores emitan sus opiniones. Es de un patetismo casi digno de ternura el disputarse esas migajas de apoyo ciudadano efectivo.
Todo lo anterior se produce en el mismo momento en que una discusión sobre una reforma del sistema político. Los partidos políticos están enzarzados en una discusión cuyo núcleo es la idea de como aumentar el control que los aparatos partidarios ejercen sobre las personas que detentan cargos de representación popular. Se estima que con ese control se podrá mejorar las posibilidades de desarrollar acuerdos políticos para avanzar en las reformas y legislaciones que se requieren indispensablemente. Pero en el cuadro de patetismo que expresan los partidos políticos, esta propuesta de reforma del sistema político es una solución que rasca donde no pica.
Precisamente todas las señales indican que la reforma requerida del sistema político es una que aumente el control de la ciudadanía sobre el sistema de partidos políticos, con medidas como:
a) Plebiscito revocatorio de mandato, donde un conjunto de electores puede solicitar que se desarrolle una votación para que una persona con un cargo de elección popular, pierda el cargo cuando sus electores pierden la confianza en que serán bien representados.
b) Iniciativa popular de ley. Hoy día un grupo de ciudadanos que tenga una idea para proponer una norma legal no puede presentarla, sino solamente proponérsela a algún parlamentario o a la autoridad de gobierno (en ciertas materias) para que esas personas que detentan cargos puedan someterla a consideración del Congreso. Eso se llama derecho de petición, pero no iniciativa legal.
c) Obligatoriedad de informe periódico. Esta es una situación que se ha comenzado a establecer como una costumbre, pero debiera ser una obligación. En esa obligación debiera considerarse formas de hacer responsable al detentor del cargo público por información falsa o incorrecta entregada en el cumplimiento de su obligación ante sus electores.
d) Consultas obligatorias que soliciten la opinión ciudadana sobre la priorización de los proyectos de inversión a ser desarrollados en el territorio. Las consultas podrán no serán vinculantes, pero deberán ser conocidas antes de tomar decisiones de inversión.
Esta breve lista es sólo una breve aproximación a los mecanismos que deben ponerse en acción para rascar donde pica, es decir, para lograr que la élite política y la actividad política en general mejorara en la valoración que tiene de ellas la ciudadanía. De esa manera quizás se avanzaría a no reproducir el patetismo de las primarias de este mes.
Julio Zumaeta Bustamante