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Piñera sigue ofreciendo empleo. por Alicia Gariazzo

Al Presidente de Chile le encanta ofrecer empleo. Muchos pobres lo eligieron por eso. En su anterior gobierno disminuyó la tasa de desempleo de 7,1% a 6%, pero el empleo asalariado bajó. El aumento del empleo, desde hace años, se ha debido al crecimiento de la fuerza laboral o al de los empleos por cuenta propia. Piñera puede ofrecer lo que quiera, pero el Presidente, sea cual sea, cuenta con pocas herramientas para crear empleo. Puede hacerlo como cliente. Habría creado unos cuantos con el Mapocho navegable y ahora lo podrá hacer si manda a hacer el tren de Santiago a Valparaíso y otras obras de infraestructura. Ello, porque según la Constitución, el Estado chileno no puede crear ni administrar empresas estatales, solo puede jugar un rol subsidiario y la única empresa estatal que se salvó de la fiebre privatizadora, luego “concesionadora”, fue Codelco, gracias a la oposición del Almirante Merino. El Estado puede impulsar la creación de empresas privadas, como lo hizo con los Casinos de Juego a lo largo del país. El Presidente de la República tampoco puede contratar más funcionarios públicos sin que ello se discuta en el Congreso en la Ley de Presupuesto. Solo cuenta con los cargos políticos y algunos cupos para los operadores.

El modelo neoliberal también impide al Estado ayudar a las MIPYME con créditos blandos, subsidios y otras formas de apoyo, porque, se supone que el Bancoestado no debe apoyar a los menos viables y debe competir con la Banca privada, razón por la cual cambió de nombre.

Debido a esto, los Gobiernos piensan que con “perdonazos”, no cobrando impuestos a los ricos y dando todo tipo de facilidades a los empresarios chilenos y extranjeros, estos ganarán más y así invertirán y generarán empleo. Nada más equivocado, todas las inversiones no generan empleo y en los últimos 46 años[1], las empresas han eliminado sistemáticamente puestos de trabajo. Primero externalizando sus talleres al Asía y luego usando tecnologías ahorradoras de mano de obra.

Como la gente necesita vivir, el desempleo formal se ha compensado con el aumento del empleo por cuenta propia en ferias, ventas ambulantes, servicios menores, trabajo temporero y doméstico y el trabajo ilegal. La mayor parte es trabajo precario o vinculado al narco tráfico y la prostitución.

Pero lo más grave, y lo que los dirigentes de nuestro país no comentan, es el fenómeno que está afectando al mundo entero. Lo que se ha llamado la Cuarta Revolución Industrial, marcada por los avances tecnológicos emergentes en campos como: la robótica, la inteligencia artificial, la nanotecnología, la computación cuántica, la biotecnología, el Internet de las cosas (IoT), impresión 3D y los vehículos autónomos.

Chile se ha destacado en el continente por el uso de las nuevas tecnologías a todos los niveles. Desde 1997, el Puerto de Valparaíso ha vivido una modernización gigantesca, con una computarización completa. Utilizaba 30.000 trabajadores y hoy solo 1.000 trabajadores permanentes y 7.000 eventuales por hora. Las grúas son de tal sofisticación que son programadas hasta para elegir la carga. La Aduana de Valparaíso ocupaba 10.000 empleados y ahora solo 1.200. Se han traspasado las funciones a los Agentes de Aduana, con la incorporación del sistema EDI, Exchange Digital Information, que permite una comunicación segura y expedita. Se han disminuido conductores en el Metro y otros vehículos.

En distintas actividades ya funcionan los drones. Juegan un gran papel en la agricultura, desde salvar vidas a detectar plagas. En la portada de Antofagasta investigan la cantidad y tipo de aves de la zona. Se usan en fotogrametría, cálculo de volúmenes, inspecciones de todo tipo, reconocimiento de terrenos. Un dron puede llevar 10 litros de químicos y recorrer un terreno más rápido que el personal de tierra. También hacen la inspección de palas eólicas, en los sectores minero, vitivinícola, agrícola, ganadero y aún en la construcción para realizar mapeos, planimetría y termografía de terrenos. Se ignora el número exacto de drones existentes en el país, cada uno pesa nueve kilos, pero desde que se publicó la normativa DAN 151 en abril del 2015, ya había 132 aparatos registrados.

La mayoría de las clínicas del país cuentan con robots y se han hecho miles de operaciones con estos. La Fundación López Pérez, dedicada a la oncología, ha adquirido el robot Da Vinci para sus operaciones. Ya se han descubierto generadores tecnológicos para eliminar tumores. Leo Anthony, experto del MIT, afirma que los médicos que no usen Inteligencia Artificial desaparecerán en los próximos 10 años.

La Administración Pública central está realizando gran cantidad de trámites on line. Incluso las legalizaciones. En el sector privado también, como los pagos a los servicios, las cuentas bancarias de aseguradoras y las AFP. El cheque prácticamente ha desaparecido, como muchos cajeros en los Bancos y los celulares ya se usan en gestiones bancarias.

En revoluciones industriales anteriores los cambios que cada una produjo generaron nuevas fuentes de trabajo e incluso aumentaron las necesidades de mano de obra, pero en el caso actual, la tecnología moderna ha cambiado la naturaleza del trabajo y se requiere una fuerza laboral más calificada. En una encuesta a trabajadores chilenos de la Consultora Randstad, el 55% de los encuestados informó que su trabajo podría automatizarse y el 71% requería herramientas digitales para garantizar su empleo. En los puertos, muchos trabajadores eligieron jubilar a los 40 años por no poder aprender las nuevas técnicas que su trabajo requería. Eso nos indica que el país necesitará otros oficios y profesiones, como biohackers, diseñadores virtuales, abogados de ética tecnológica y el ejercicio de las profesiones existentes requerirá conocimientos de tecnologías digitales. Es decir, la cuarta revolución industrial requerirá también una revolución en la educación.

Los países desarrollados están tomando fuertes medidas de compensación, prevención y protección. Muchos países, en que los trabajadores son mucho más protegidos que en Chile, discuten o ya han creado una renta básica universal. Estados Unidos es uno de ellos. Un Informe de la Casa Blanca, llamado “Inteligencia artificial, automatización y economía” propone: aumentar el salario mínimo, fortalecer el poder de negociación sindical, proveer viviendas baratas para facilitar la movilidad laboral, desplazar los impuestos del trabajo al capital y aumentar masivamente la financiación a la capacitación laboral y la reeducación. Según la Casa Blanca, la inteligencia artificial está adquiriendo un papel cada vez mayor en todos los sectores y EE.UU. debe prepararse para esta evolución. El informe va acompañado de un plan estratégico nacional de desarrollo e investigación en inteligencia artificial, titulado Preparing for the Future of Artificial Intelligence, que examina el estado actual de esta, sus aplicaciones y las preguntas que plantea su progreso las políticas públicas y su aplicación.

Los planificadores de nuestro futuro, y el Presidente en su cuenta pública, deben dejar las muletillas históricas y nos deberían informar de lo que ocurre. Que hay desocupación sistemática, aunque nuestras estadísticas lo oculten[2]. Y que nuestra vulnerabilidad será cada día mayor si sumamos al desempleo y al trabajo precario, la mala atención en salud, una educación y formación técnica no aptas para las nuevas exigencias, el trabajo ilegal, y el aumento de la longevidad que es atemorizante si se piensa en una ancianidad desprotegida.

Debemos discutir las formas de compensar la gravedad de la crisis que se avecina, pero para ello debemos exigir información y estadísticas claras y veraces. También debemos luchar por la disminución de la jornada laboral al menos en la administración pública central que está haciendo gran parte de su trabajo on line.

Los patipelados debemos tratar de organizarnos a nivel comunal con formas de solidaridad y voluntariado para compensar la escasez de ingresos e inventar formas del uso del tiempo libre, impulsando la innovación y el desarrollo del conocimiento.

[1]Encuesta de Empleo en el Gran Santiago de la U de Chile concluyó que en 2015 se eliminaron 40 mil puestos de trabajo en la región

[2] El CENDA lleva las estadísticas de las AFP donde se observa el escaso porcentaje de trabajadores que cotizan en forma permanente. El resto tiene enorme lagunas por su precariedad y los períodos de búsqueda de trabajo, lo que los privará de una pensión mínima.

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