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¿Plan de retorno voluntario o Deportación de haitianos? ¿Derechos Humanos o xenofobia? Por Sonia Brito, Lorena Basualto y Andrea Berrios

Sin duda la noticia del retorno masivo de 175 ciudadanos haitianos, denominado “plan de retorno humanitario” ha sido un golpe a la administración de reorganización y asilo a los migrantes. Si bien, fue la propia comunidad haitiana quien propone esta medida, esto se debe a las escasas posibilidades de radicarse en Chile, producto de empleos precarizados y de subsistencia, viviendas indignas, hacinamientos, imposibilidad de la tan esperada reunificación familiar, entre otras. Es difícil adaptarse a un país con actitud hostil, prejuicioso, con mentalidad colonial, que manifiesta prácticas veladas de discriminación, fanatismos chauvinistas raciales y culturales que pugnan por una sociedad blanqueada y rubiezada. Cabe la pregunta ¿por qué solo a los haitianos? ¿será una exclusión pigmentaria, una discriminación para “mejorar la raza” o blanquear el país?. Ya hace 20 años Galeano (1998) advertía, en las Américas, y también en Europa, la policía caza estereotipos, culpables del delito de portación de cara. Cada sospechoso que no es blanco, confirma la regla escrita, con tinta invisible, en las profundidades de la conciencia colectiva: el crimen es negro, o marrón o por lo menos amarillo (p.36).

Chile pseudo abrió las fronteras para el ingreso de aquellos grupos que requieren ser acogidos por problemas políticos, económicos, crímenes de lesa humanidad, entre otros; sin embargo, no generó condiciones dignas de empleo, de vivienda y de convivencia, lo cual genera escenarios de abusos tales como la trata de personas, el engaño y la subsistencia. En definitiva, las fronteras psicológicas no se abren, sobre todo para aquellos que tiene un color de piel más oscura.

En nuestro país, brotan con fuerza grupos ultristas que sostienen, “el blanqueamiento de la raza” con las nefastas consecuencias de marcas y rótulos que impiden la convivencia y coexistencia. Unos de los peores es arrinconar y predisponer a la proliferación de guetos, que finalmente segrega y genera culturas que no se tocan, no se rozan, con in-diferencias radicales. Al respecto señala Foucault (1996), la muerte del otro —en la medida que representa mi seguridad personal— simplemente no coincide con mi vida. La muerte del otro, la muerte de la mala raza, de la raza inferior (o del degenerado, o del inferior) es lo que hará la vida más sana y más pura (p. 206).

En nuestro contexto nacional, se ha construido el imaginario que el europeo, o norteamericano blanco es el ideal del culto aportador, el de la buena nueva, como correlación de éxito= raza blanca, al que se le facilita las posibilidades laborales, económicas y de convivencia, en una especie de sometimiento de un segundo colonialismo. Esta fascinación que deslumbra desde los estereotipos, se transforma en xenofilia, toda vez que manifiesta una “actitud por la cual el extranjero es objeto de una sobrevaloración, ya sea por su supuesta superioridad étnica, cultural, social y/o nacional” (Mármora, 2002, p. 70).

Lo contrario es la xenofobia, odio o rechazo al migrante, que extiende sus brazos en diversas manifestaciones, tales como el racismo, chauvinismo, clasismo y racismo. Lo anterior, impide a los migrantes la reorganización de la vida con la sociedad de acogida y la reconstrucción de los lazos con su lugar de origen, puesto que las energías están puestas en la subsistencia y las formas de proveer a los familiares que esperan tanto las remesas, como la reunificación familiar. Esto genera una serie de vulnerabilidades que se encarnan en las personas, a través del dolor, sufrimiento y desesperanzas, debido a una sociedad receptora que excluye y vulnera, a la imposibilidad de desplegar la propia cultura, ritos, idioma, religión y exclusión de participación ciudadana.

El “Plan de retorno voluntario”, como eufemismo de una política migratoria, es consecuencia de la inexistencia de una planificación y de una acogida ética pues, si bien es cierto, actualmente, existe un proyecto de ley en el congreso, todavía se opera desde una política de extranjería que data del año 1975, que opera como seguridad nacional, exacerbando los nacionalismos radicalizados y cerrando fronteras.

Los haitianos que retornan tienen como condición no poder regresar en nueve años, vulnerando la Declaración universal de los derechos humanos, cuando señala que “toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso el propio, y a regresar a su país” (ONU, 1948, art.13). Y además, “En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país” (ONU, 1948, art.14&1).

La migración es un Derecho Humano fundamental, por tanto, el país receptor debe generar a escala humana las condiciones de trato digo y proveer seguridad laboral, vivienda, educación y la posibilidad de relaciones interculturales. Para que exista esa posibilidad intercultural deben existir pisos éticos, materiales y simbólicos para el despliegue de culturas de encuentros, de lo contrario, se levantan guetos de personas arrinconadas. Lo anterior, se maximiza cuando la xenofobia sube barreras psicológicas y materiales que impiden el intercambio de las riquezas culturales surgiendo los radicalismos de aquellos que señalan que los migrantes pugnan por las mismas plazas de empleo o que son beneficiarios de las mismas políticas sociales, la que opera como política compensatoria. Un hecho claro, es que algunos empresarios han sacado ventaja económica a esta situación, contratando “mano de obra barata” pues el inmigrante es considerado fuerza de trabajo temporal, en marcha, caducable, cambiable y circunstancial.

Otros, han aprovechado de proporcionar arriendos de habitaciones paupérrimas e indignas para el habitar humano o han vendido documentación y contratos de trabajo falsos, todas conductas que desconocen los derechos humanos de las personas.

Finalmente, una alusión al concepto “voluntario” del plan del gobierno. Es necesario considerar que las razones de la migración son diversas; voluntaria, económica, trabajo temporal, refugiados, desplazados, pobreza, guerras, persecución política, entre otras. Por tanto, es posible preguntarse qué tan voluntaria es la migración y, tambíen, si es voluntario el retorno. Mediaéticamente, se ha conocido que regresan a Haití 175 personas, pero hay muchos otros que lo han hecho en silencio, con los sueños frustrados, la esperanza quebrantada y existencialmente fracasados.

Entonar las estrofas del antiguo canto popular “y verás cómo quieren en Chile al amigo cuando es forastero…” tendrá que ser repertorio de un canto nuevo interpretado por un Chile que no tenga temor de armonizar distintos instrumentos y tonalidades.

Dra. Sonia Brito Rodríguez
Mg. Lorena Basualto Porra
Lic. Andrea Berrios Brito

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