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Por cuenta propia y de la mano con familiares, amigos y el sector público. Por Nicolás Gómez Núñez

Desde el 2019 sabemos que existen 2.057.903 dueños de unidades económicas de menor tamaño, o microemprendedores, el 15% correspondía a trabajadores por cuenta propia que emplean a más personas, mientras que el 85% declaró trabajar sin contratar a trabajadores. Si ubicamos esa cifra en el total de la población de Chile (19.960.889 personas según el censo de 2017) y nos mantenemos en el mismo año pero en el trimestre móvil de octubre a diciembre, observaremos que la Población en Edad de Trabajar fue de 15.495.770 personas, para el mismo periodo la Fuerza de Trabajo fue de 9.189.130 personas, para ese periodo los ocupados fueron 8.547. 630 personas. La Fuerza de Trabajo Masculina fue de 5.322.020 de ellos estaban ocupados 4.978.130; para la misma fecha las mujeres que conformaron la Fuerza de Trabajo fueron 3.867.110 y estaban ocupadas 3.569.500 mujeres. Entonces, desde 2019 los dueños de unidades económicas de menor tamaño representan al menos el 10% de la Población Total de Chile, el 13% de la Población en Edad de Trabajar, el 22% del Total de la Fuerza de Trabajo y el 24% del total de la Fuerza de Trabajo Ocupada.

Las personas microemprendedoras se desempeñan principalmente en comercio (28,4%) y servicios (28,0%) (…) estas concentran 73,8% de los microemprendimientos liderados por mujeres y solo 45,5% de aquellos liderados por hombres (INE, 2020b).

Costumbres que construyen derechos y deberes

Los datos entregados por el INE para la rama de la construcción señalan: “La estimación no es fiable (número de casos muestrales menor a 60, grados de libertad menores a 9 o coeficiente de variación mayor a 30%)”, por lo cual, es posible que el sector económico de la construcción tenga una mezcla de actividades formales e informales, pero la lógica indica que la informalidad se constituye en parte de la rama productiva, o sea, la informalidad es una situación formal en la medida que se abastece en organizaciones que pagan IVA, dan boleta, trabajan en lugares privados y tienen hábitos o costumbres que fijan contratos entre las partes involucradas.

Una situación similar sucede en el sector económico del Transporte y Almacenamiento, por lo cual, asumimos que es formal porque se abastece en lugares donde se paga el IVA, trabaja en lugares privados que gestan costumbres que definen derechos y obligaciones.

Altos salarios en pocas unidades económicas

Para 2019 la medición consideró tramos de Salario Mínimo (SM), desde 1 SM hasta 4 SM, luego el rango fue de cuatro en cuatro, o sea, existe un único rango de SM que al ser traducido a dinero sería desde $1.153.000 pesos chilenos a los $ 2.304. 000 pesos chilenos. En ese rango se encontraba el 6% del total de los microempresarios: 8% de hombres y 3% de mujeres. A continuación, el rango de 8 y más SM, o sea, desde los $2.305.000 pesos chilenos a los $ 2.592.000 pesos chilenos, donde se ubicó el 4% del total de la población de microempresarios: 6% son hombres y 2% mujeres. Al sumar ambos rangos tenemos al 10% del total de la población de microempresarios de Chile.

Las características presentadas ayudan a formular algunas preguntas, cuyas respuestas no son abordadas más abajo pero sí son horizontes de interpretación para entender las dinámicas que adoptan las costumbre que fijan derechos y deberes en este sector de la economía nacional, entre ellas: ¿El modelo económico chileno tiene relaciones comerciales que articulan los mercados sobre la base de un control vertical, por lo cual, las trayectorias de la unidades económicas de menor tamaño en algunos mercados, por ejemplo: construcción y transporte, permiten que se agreguen prácticas de no pago de cotizaciones a los trabajadores y altos sueldos a sus propietarios?, y ¿Es posible pensar que el modelo económico chileno abre espacios sin regulación, con el patrocinio o silencio del Estado, donde la externalización de las actividades de la cadena productiva/de valor es (son) una etapa y/o pieza clave que explica la trayectoria de las empresas en el o los sectores productivos?

El trabajo produce riquezas, como siempre lo hemos sabido

La trayectoria de una organización productiva se explica al desempeño de una persona que trabaja por cuenta propia, sabemos que el porcentaje de personas microemprendedoras por cuenta propia es mayor en mujeres (90%) que en hombres (81%) (INE, 2020b); y porque una persona se transforma en empleadora de otros trabajadores, no superando las diez personas. En ambos casos, el trabajador por cuenta propia carece de una relación de subordinación y dependencia con un tercero. Más adelante veremos que esta acepción inicial es incompleta porque la trayectoria de una empresa también se comprende cuando incorporamos otras dimensiones.

El trabajador por cuenta propia, o microempresario, es dueño de los medios de producción, la propiedad de esos medios, en algunos casos, es situacional o temporal, porque son arrendados a cambio de dinero o por parte de la producción o por la vuelta de mano o el trueque.

Antes de continuar se debe advertir que las expresiones: empleador, trabajador por cuenta propia y trabajador independiente, dibujan la misma situación y dejan pocas dimensiones para distinguir una de otras. Incluso, la expresión “emprendedor” no tiene una justificación legal o contable, como sí la tienen las demás maneras de referirse al productor de riquezas, entonces, tratar a alguien como microemprendedor o emprendedor puede, no siempre sucede, ser asumido como una palabra sin contenido y propia del lenguaje de los no trabajadores en lo propio o por cuenta propia.

Retomando. El desempeño del factor trabajo se realiza en la empresa o unidad económica, para reconocerla se toma en cuenta la dedicación de tiempo vital, el gasto de los medios de trabajo y el uso de los recursos no convencionales de la economía (Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn, 1994; Gómez, 2017) para elaborar bienes y/o servicios para la venta o el trueque. Estas unidades económicas realizan sus actividades dentro o fuera de un recinto físico, deambulando por los barrios de las comunas o en un lugar fijo en la calle (Gómez, 2016).

La autoformación y la ausencia del gran empresariado

Desde 2019 también sabemos que el 2% de los microempresarios posee un magíster, 17% tiene educación superior completa, 43% terminó el cuarto medio y el 26% obtuvo estudios de nivel básico. El 73% de los encuestados no se ha capacitado: al 32% “no le interesa”, al 19% señaló que no sabe “dónde acudir”, 14% mencionó que “no hay un curso adecuado a mis necesidades”; 11% indicó que “el horario no me acomoda”; el 8% señaló que “los cursos toman mucho tiempo” y el 4% mencionó que “el programa es muy caro”.

Al reunir las siguientes alternativas de respuesta: “no hay un curso adecuado a mis necesidades”, “el horario no me acomoda”, “los cursos toman mucho tiempo” y “el programa es muy caro”, las cuales logran un total de 36% de respuestas, es factible sostener que la capacitación no ha sido diseñada y realizada pensando en las cualidades de los microempresarios que sí demuestra interés y/o reconocen que esas actividades son necesarias. O si se quiere ver de otra manera, estos microempresarios son diferentes a los desinteresados (32%) y a los que no tiene ninguna información (19%). Entonces, es como si hubiese realidades paralelas, por un lado, la de los que trabajan fabricando y ofreciendo cursos de capacitación y, por otro lado, la realidad real de las mujeres y obres que producen riquezas desde sus unidades económicas.

Además, el 27% de los encuestados señaló que sí había realizado una capacitación para 2019, el 29% indicó que había usado los servicios de: SENCE, CORFO, INNOVA Chile, FIA, FOSIS, SERCOTEC, INDAP, PRODEMU. El 27% lo hizo gracias a los “recursos propios”, el 10% con “recursos de la empresa o negocio”, 9% con los servicios brindados desde la municipalidad, el 8% mencionó que “la capacitación fue entregada por un cliente o proveedor” y el 4% por una “institución sin fines de lucro”.

Así podemos suponer que el sector público es un actor relevante en la formación de los microempresarios en Chile, no solamente porque participa en los procesos educacionales de la enseñanza básica y media a nivel comunal, sino también porque representa al 38% de las opciones que fueron señaladas como servicios de capacitación usadas por los dueños de las unidades económicas de menor tamaño; luego está el propio esfuerzo que hace la unidad económica (37% de menciones); a continuación aparecen los proveedores y clientes (8%). Sin embargo, no existen menciones a las prestaciones y/o servicios que podrían dar las asociaciones gremiales, entre esas organizaciones se encuentra, por ejemplo, según el comunicado del 12 de marzo de 2023 de la Confederación de la Producción y el Comercio, las siguientes: CPC, SNA, SONAMI, SOFOFA, CChC, ABIF.

La crisis como rasgo del modelo económico chileno

En los documentos del INE, la expresión “tradición familiar”, que logra un 11% de las opiniones que buscan explicar por qué hace lo que hace en su autoempleo, no tiene una definición, es decir: se supone que es la participación en la herencia de los medios físicos de producción y también en los conocimientos logrados en los procesos de socialización en el emprendimiento. Esta condición es relevante en los hombres, se expresa en el 13% de los encuestados, mientras que en las mujeres lo hace en el 7%.

Aquí la vivienda en un factor productivo, un lugar de transferencias de tecnologías y aloja los procesos de socialización (30% de los trabajadores por cuenta propia tiene su unidad productiva ahí), el 44% de las mujeres usan sus viviendas y el 26% de los hombres trabaja en las instalaciones que ofrece el cliente (INE, 2020b). A esto se agrega que el 54% declaró tener una trayectoria igual y superior a los diez años. Entendemos que cuando un negocio ha superado los cinco años ha sido capaz de pagar sus deudas, ha confirmado la misión del plan de negocio y su imagen de marca es de conocimiento público, con buena o mala reputación, pero existe en el mercado (INE, 2019b).

Desde esta posición, la actividad por cuenta propia no es una respuesta a tientas en medio de una crisis, por ejemplo, frente al estado de caos en la vida cotidiana provocada por el COVID19, ni podríamos asumir que responde a las consecuencias de una crisis individual, donde ha sido el individuo quien no supo agenciar sus recursos para mantener su puesto en la plaza laboral asalariada. Por el contrario, la hipótesis es que el autoempleo es una condición de la economía popular porque instituye un sector económico con una trayectoria consolidada, lo cual se puede inferir desde el 54% de los emprendedores que tiene más de diez años (59% en los hombres y 45% en las mujeres).

Más adelante y por arriba, el autoempleo parece responder más a las dinámicas de contratación del sector industrial, de la mediana y gran empresa, que asiste al mercado de trabajo ofreciendo salarios que no logran motivar a los trabajadores, muchos de esos salarios sólo le permitirían pagar el transporte y los alimentos, no son salarios dignos, y no ofrecen tantos lugares de trabajo como cantidad de trabajadores existen según rama de producción. Desde aquí, al trazar la línea histórica, es factible asumir que el modelo económico chileno se caracteriza por esa crisis permanente que siendo tal, no puede ser nombrada como crisis, el concepto ya deja de cumplir su función heurística; sino que sería una condición de su funcionamiento normal, regular y natural.

Sáez señala lo siguiente: En relación a quienes trabajan en la categoría ocupacional de cuenta propia, destaca su estabilidad en el tiempo, lo que desmiente otra prenoción habitual, que supone que este sector viene creciendo de manera importante durante la última década. Al igual que en el año 2010, la categoría de trabajadores/as por cuenta propia representa un 18,5 % del total de personas ocupadas (…). Desde un periodo temporal mayor, esta tendencia es coherente con el proceso de “asalarización” que podemos observar desde los 90’. (2020, p11) Por otro lado, la cotización en salud hace recordar el trabajo de Illanes (2003), cuando describe e interpreta las formas de asociación de los artesanos y de las Sociedades de la Igualdad, ella señala que las mujeres cuidan su cuerpo, la salud, porque es la única propiedad que tienen; los actuales microempresarios muestran una situación similar al pagar mensualmente por salud y no pagar/ahorrar para su vejez. Esto, evidentemente, dentro de una disposición de recursos monetarios muy limitada o indigna (INE, 2020b).

La Encuesta Nacional de Microempresa preguntó por las razones que recuerda el entrevistado cuando debió iniciar su negocio, una de esas alternativas es la de “Oportunidad”, o sea: “deseaba iniciar su propio negocio, encontró una oportunidad en el mercado, tomar sus propias decisiones y expectativas de mayores ingresos” (INE, 2020b). Podemos reflexionar sobre la alternativa: “encontró una oportunidad en el marcado”, para señalar que puede ser asumida sólo por quien conoce las informaciones que ayudan a operar en una cadena de producción y venta, este saber de fondo -diría Giddens en las Nuevas Reglas del Método Sociológico- se obtiene mediante experiencias relevantes que dan forma a una trayectoria.

En algunos mercados incide también la reputación de quien opta por iniciar una actividad por cuenta propia, gracias a lo cual se hace de una cantidad de clientes reales que pueden ampliar la demanda de sus bienes y servicios. Esta alternativa de respuesta no solamente nos informa sobre un experto en tal o cual mercado, sino que, además, documenta la fragmentación y decadencia de un lugar de trabajo que no ha sido capaz de retener al individuo que se ha transformado en agente experto en esa cadena de producción y venta.

Además, la alternativa de respuesta por “necesidad”, la cual incluye a “los que no logran encontrar un trabajo como asalariado, fue despedido de un empleo asalariado, obtener ingresos suficientes para necesidades básicas, tiene mayor flexibilidad laboral, responsabilidades familiares y por razones de salud” (INE, 2020b). Reúne dos dimensiones diferentes, por un lado, la fuerza de trabajo que no encuentra una plaza laboral que ofrezca las condiciones para reproducir su existencia al menos, mientras que la otra opción de respuesta se refiere a la participación de la fuerza de trabajo en las labores de la domesticidad, un ámbito es la de los cuidado de enfermos.

A modo de nota al pie, el gobierno del presidente Boric acaba de inaugurar el Sistema Nacional de Cuidados que permite formalizar, legitimar y brindar beneficios a las personas que cuidan a otras, desde esta columna de opinión recomendamos inscribirse en esta nueva política pública; y para las materias que aquí tratamos es de nuestro interés conocer en qué parte y de qué modo estas actividades productivas basadas en el trabajo y no en el capital, logran abrir la agenda política en el Ministerio de Economía, Fomento y Turismo y en la de los gremios de las grandes empresas: CPC, SNA, SONAMI, SOFOFA, CChC, ABIF.

Retomando. Otras formas de cuidados se relacionan con las gestiones de un hogar para que sus integrantes logren constituirse en fuerza de trabajo o se formen y califiquen. En este último sentido, la persona, habitualmente mujeres, encuentra trabajo no remunerado que es eficiente en la producción de la fuerza de trabajo que será asalariada y trabajará apatronada o en dependencia.

El 46,8% de las personas microemprendedoras inició su negocio por necesidad, mientras que un 39,0% lo hizo por el surgimiento de una oportunidad. En mujeres, el principal motivo para comenzar el negocio fue la necesidad (57,4%), mientras que en hombres primó la oportunidad (43,7%). La tradición familiar tuvo mayor prevalencia en los hombres (13,2%) que en las mujeres (7,2%). (INE, 2020b)

Generación de empleo, trabajo asociado y fraternidad comercial

Según nuestros estudios (Gómez, 2012, 2017b y 2107c), la expresión: “cuenta propia solo”, se debe relativizar o, francamente, se debe dejar de usar. Debido a que, por un lado, esa respuesta puede referirse a un conjunto limitado de actividades que indudablemente están conectadas a otras, por ejemplo, los datos enseñan que la mayor parte de las unidades productivas están en las viviendas por lo que es probable que sus actividades involucren a los integrantes de la familia en la realización de actividades parciales pero que son relevantes en el funcionamiento cotidiano del negocio; por otro lado, la unidad económica puede ensortijarse con varios mercados, algunos de ellos donde se hace posible la venta de bienes y servicios, otros donde se intercambian informaciones, y sin esas interacciones la microempresa no lograría pasar los cinco años o construir su trayectoria comercial. Desde este punto de vista, estamos poniendo en cuestión la siguiente expresión: (…) la expectativa del microemprendimiento como fuente de empleo no se refleja en la realidad (…), debido a que la amplia mayoría de hombres y mujeres no contrata personal y una mayor proporción de trabajadoras por cuenta propia realizan sus labores sin ayudantes (66,4% y 73,7%, en el caso de los hombres y las mujeres respectivamente).” (INE, 2020a, pp.20) Por lo cual, los siguientes datos deben ser asumidos en calidad de relativos ya que la cantidad mínima de personas observadas se realiza con una herramienta también limitada (encuesta) e inapropiada para describir las fluctuaciones de esa variable de participación en la unidad económica.

Del total de personas microemprendedoras, un 69,2% trabaja por cuenta propia sin ayudantes o socios, un 15,4% trabaja por cuenta propia con al menos un ayudante o socio y un 15,4% trabaja como empleador o empleadora. Un 78,5% de quienes trabajan por cuenta propia con ayudante emplea a una persona, mientras que un 38,8% de los que trabajan como empleador o empleadora tiene solo un trabajador o trabajadora. Por otra parte, el 37,6% de los empleadores cuenta con 3 o más personas que trabajan en su negocio. (INE, 2020b).

La generación de empleo es efectivamente uno de los objetivos de una empresa, no es el único, incluso esa preocupación está más relacionada con el decisor político del Estado y menos con lo que puede decir la o el dueño de una unidad económica grande, mediana o pequeña; pero la descripción hecha por el INE no subraya que las mujeres y los hombres optan por tener “socios”, lo cual indica la existencia de una fraternidad comercial en las unidades productivas, esta condición se expresa en 91.491 socios y con 53.529 socias, ambos llegan a un total de 145.000 personas, o al 43%, que participan sobre la base de acuerdos, reflexionan en torno al destino de los resultados de la empresa y afrontando los problemas cotidianos.

Esta categoría ocupacional se distancia cinco puntos porcentuales de la de trabajadores por cuenta propia que contratan y tiene personas en el régimen salarial, lo cual sucede en 91.354 hombres y en 37.842 mujeres, que en total llegan a las 129.195 personas, o al 36% de aquellos que dicen trabajar con otros.

A continuación se puede sostener que la Encuesta Nacional de Microempresas no tiene un ámbito dedicado a la constitución de sociedades para, por ejemplo, articular mercados o para realizar parte de los procesos productivos. Sin embargo, es de conocimiento común en la vida de un barrio latinoamericano que cuando se instala una feria de abastos también se realiza una “cola”, también se sabe que los cachureros, como se le llama en Chile a los recolectores de desechos, también llamados catadores en Brasil o cirujas en Argentina; dividen la ciudad en zona, esto lo hacen porque se conocen y negocian, además, los compradores de frutas y verduras en los patios de remate en las vegas organizan fondos para comprar un camión o la mitad de un camión con productos y así, suma y sigue, sucede el despliegue de la reciprocidad que amplían la calidad de la clasificación del trabajo y quién puede ser reconocido como trabajador de tal o cual organización productiva o cadena de valor que explica una parte del funcionamiento de la microempresa.

Esto no es todo, se puede agregar el trabajo de familiares remunerados, 34. 873 hombres y 44. 333 mujeres, los cuales llegan a un total de 72. 206, o al 22% de los trabajadores por cuenta propia que dicen trabajar con otros; por lo tanto, las personas que autogestionan su plaza laboral también promueven la asociatividad familiar, debido a que la familia es una bolsa de trabajo, como lo ha observado José Luis Coraggio en sus estudios sobre economía popular. Luego, si tomamos esas opiniones que señalan que trabajan con otros familiares y la agregamos a los que señalaron haber acordado quehaceres asociados, se llega a un total de 62% de microempresarios que declaran incorporar a otras personas en su emprendimiento, o señalaron no trabajar solas.

La domesticidad como fuente de financiamiento

El 55,2% de las personas microemprendoras inició su actividad únicamente utilizando ahorros o recursos propios, mientras que el 19,1% señaló usar algún tipo de préstamo o crédito bancario como medio principal de financiamiento. Por otro lado, un 8,7% de las personas microemprendedoras inició su negocio con recursos propios y, de forma secundaria, con un préstamo o crédito. Entre quienes tuvieron como principal fuente de financiamiento un préstamo o crédito, un 44,7% acudió a amistades o parientes y un 24,9% solicitó un crédito bancario de consumo” (INE, 2020b) El 19%, usando la aproximación, que señaló haber pedido un préstamo o crédito se compone de un 48% que solicitó dineros frescos para su unidad económica a amigos o parientes (o sea, 175. 426 mil personas), por lo cual, la domesticidad participa relevantemente como banco para los microemprendedores.

Un 25% (97. 871 mil personas) pidió un crédito de consumo para usarlo en el inicio del emprendimiento. Esta alternativa tiene al menos dos efectos: la persona transforma subjetivamente el uso del dinero, gracias a lo cual ese plano simbólico justifica o alienta el quedar en manos de una casa comercial, y al tomar el crédito de consumo la persona se expone a una tasa de interés cuyo oferente la propone desde la lógica del consumo y no desde la lógica de la inversión, puede ser una tasa ajustada a lo que ofrece el mercado, pero esto no quiere decir que dicha fijación de interés sea justa y pertinente para una microempresa.

El 14% de las personas que trabajan por cuenta propia logra crédito en el Estado (54. 507 mil personas), el banco con fines de lucro o tradicional es nombrado por un 6% de opiniones. En este contexto, esa organización no es relevante en las respuestas a preguntas dedicadas a saber cómo surgen y se mantiene las trayectorias de las microempresas, posiblemente sí juegan un papel a la hora de conocer las representaciones que tiene los microempresarios sobre el sistema bancario tradicional y permita tener antecedentes sobre la no participación de los bancos con fines de lucro en las labores de capacitación microempresarial.

El 4% de los microempresarios señaló tomar crédito en casas comerciales, cooperativas, cajas de compensación y/o proveedores; el mismo porcentaje indicó que lo hace en organizaciones sin fines de lucro y el 2% toma crédito con prestamistas.

Aun cuando la estimación no es fiable, señala el INE (2020b), es posible sostener que el microempresario paga sus deudas, en forma metafórica y a modo de ejemplo podríamos suponer que si un trabajador por cuenta propia hubiese tomado como crédito los dineros de la Deuda Histórica de los Profesores, hecho que fue posible gracias al decreto con fuerza de ley 3551, publicado el 2 de enero de 1981 por la dictadura cívico-militar; ellos y ellas, los microempresarios, hubieran dedicado ingentes esfuerzos para saldar el compromiso.

Para este sector de la economía chilena el crédito es mucho más que dinero fresco para invertir, su obtención y el pago de la deuda también documenta su dignidad, el uso de sus conocimientos sociotécnicos y sus destrezas para renovar el comercio sobre obligaciones y derechos. Desde la distancia, nosotros podemos decir que esos hombres y mujeres optaron por seguir el camino difícil, el camino del trabajo, mientras que perseveraron en despreciar el robo, el desfalco, la usurpación, la trampa y la farsa.

Referencias

Coraggio, J (2011) Economía social y solidaria. EL trabajo antes que el capital., Alberto Acosta y Esperanza Martínez (Editores), Quito: Abya Yala

INE (Instituto Nacional de Estadísticas). (2020) Enfoque de género y microemprendimiento. Documento de análisis, Subdirección Técnica. Departamento de Estadísticas del Trabajo, Santiago: INE

INE (Instituto Nacional de Estadísticas). (2020b) Resultados VI EME 2019. Síntesis de resultados, Santiago: INE

Giddens, A (1087) Las nuevas reglas del método sociológico. Crítica positiva a las sociologías interpretativas, Buenos Aires: Amorrortu

Gómez Núñez, N (2012). “Análisis de la cultura económica del ‘trabajo en lo propio’”. Revista Latinoamericana de Metodología de la Investigación Social – ReLMIS. Nº 3, Año 2 (Abril-Septiembre 2012) Argentina. Estudios Sociológicos Editora. ISSN: 1853-6190. Pp. 48-65

Gómez, N (2016) «Revisando un emprendimiento asociativo de trabajo autogestionado desde su tecnología social», Ciências Sociais Unisinos 52(3):309-320, setembro/dezembro.

Gómez, N (2017a). Tecnología y reciprocidad en la economía popular urbana, Santiago, RIL

Gómez, N (2017b), capítulo 5: “La economía de reciprocidad de cachureros y coleros en Chile”, en Gaiger y Mendonça dos Santos (comp.): SOLIDARIEDADE E AÇÃO COLETIVA. TRAJETÓRIAS E EXPERIÊNCIAS, Unisinos, São Leopoldo, RS, Brasil.

Gómez, N (2017c) Reseña a: «Luis Razeto Migliaro, Tópicos de Economía Comprensiva, Ediciones Universitas Nueva Civilización, 2015, Santiago, 208 p. », Polis, 46 (Ubicación: http://polis.revues.org/12412)

Illanes, M. (2012), «La revolución solidaria», Polis [En línea], 5 | 2003, publicado el 11 octubre 2012, consultado el 17 marzo 2023. URL: http://journals.openedition.org/polis/6954

Max-Neef, M., Elizalde y Hopenhayn (1993). Desarrollo a Escala Humana. Conceptos, aplicaciones y algunas reflexiones, Montevideo, Nordan-Comunidad.

Páez A. y Sáez B. (2018) Subempleo estructural y semiproletarización en una perspectiva de mediana duración, Documentos del Centro de Estudios de Sociología del Trabajo, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Buenos Aires.

Nicolás Gómez Núñez es profesor asociado regular de la carrera de sociología, Universidad Central de Chile

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