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Primavera con una esquina rota. Por Miguel Lawner

15.12.1976:

     Es detenido violentamente en las inmediaciones de la Plaza Egaña Fernando Ortiz Letelier, quién ejercía en ese momento como Secretario General del Partido Comunista, tras la caída de gran parte de la Dirección clandestina de ese Partido, ocurrida meses antes.

     Fernando fue conducido al Cuartel Simón Bolívar, un centro de exterminio de la DINA, porque de allí nadie salió vivo y del cual se tuvo conocimiento recién a comienzos del año 2007, gracias a las confesiones de Jorgelino Vergara, alias el Mocito, auxiliar directo de Manuel Contreras.

     El Mocito fue entrevistado por el periodista investigador Javier Rebolledo, quién incluye en su libro el siguiente testimonio: “Ese mismo día le tocó el turno al profesor universitario que después supo se llamaba Fernando Ortiz Letelier. También fue intenso. Lo torturaron en el casino, mucho. El pasaba por el lado y los veía dándole. La última vez lo sacaron del calabozo al gimnasio. Amarrado a una silla lo golpearon por todos lados. Con palos. Le quebraron una canilla. El hueso blanco y astillado a la vista. Sangraba mucho. Caía de la silla y lo levantaban. Después le sacaron la ropa. Parecía muy educado, le llamó la atención que, a pesar del dolor, no dijo ni un solo garabato. Solo gritos y palabras, pero nada de insultos, no como otros que se deshacían en improperios contra los agentes mientras los torturaban o les estaban ya quitando la vida.” ([1])

     La mayoría de las personas confinados en el Cuartel Simón Bolívar, fueron torturados hasta morir, sus cadáveres fueron empaquetados en sacos de arpillera, al cual se ató un trozo de riel de ferrocarril, embarcados en un helicóptero y arrojados a las profundidades de las aguas del Océano. En cambio, los restos de Fernando Ortiz y otro compañero, Horacio Zepeda, fueron llevados a la Cuesta Barriga, arrojados al fondo de una mina abandonado y sus cadáveres incinerados con cal.

     El Servicio Médico Legal logró identificar los restos de Fernando, tras pericias que se prolongaron durante once años, y sus restos fueron sepultados el año 2012, en el Memorial de los Detenidos Desaparecidos del Cementerio General.

     Fernando Ortiz Letelier es el abuelo materno de Javiera Parada.

 

29.03.1985. 8.30 horas.

     Ese día viernes, el sociólogo José Manuel Parada y el profesor Manuel Guerrero se encontraban conversando en las afueras del Colegio Latinoamericano, situado en avenida Los Leones, adonde habían ido a dejar a sus hijos.

     De pronto se detuvo un automóvil del cual descendieron varios individuos. Los golpearon y secuestraron, introduciéndolos al vehículo, que escapó rápidamente. Un profesor que intentó intervenir, recibió un disparo en el abdomen. La acción contó con la colaboración de carabineros que desviaron el tránsito y de un helicóptero evolucionando en el aire, mientras tenía lugar la captura.

     Un día antes, había sido secuestrado desde sus oficinas en el centro de Santiago, el publicista Santiago Nattino, quién siguió la misma suerte que José Manuel y Manuel. Todos eran militantes del Partido Comunista.

     Las autoridades de gobierno negaron cualquier participación en los hechos y el almirante José Toribio Merino se permitió atribuir el crimen al Partido Comunista.

     Las investigaciones judiciales efectuadas posteriormente, confirmaron que los tres secuestrados fueron llevados al cuartel de la Dicomcar, ([2]) ubicado en calle Dieciocho, lugar donde los tres sufrieron severas torturas.

     Al día siguiente, en la madrugada del sábado 30, fueron llevados en vehículo hasta Quilicura, donde los tres profesionales fueron degollados uno tras otro, tras ser obligados a permanecer acostados boca abajo con sus manos esposadas a la espalda. Sus cuerpos quedaron abandonados entre unos matorrales, y encontrados en horas de la tarde por dos campesinos.

     Por una coincidencia increíble. Ese mismo día, en función vespertina, el Teatro Ictus presentaba una obra titulada: Primavera con una Esquina Rota, adaptación teatral, basada en una novela del autor uruguayo Mario Benedetti, que relata la historia de un padre exiliado cuyo hijo es un preso político.

     El actor Roberto Parada, padre de José Manuel Parada, era el protagonista principal de la obra, representando justamente al padre cuyo hijo está detenido. La obra había comenzado, cuando durante el entreacto, llegó al Teatro la noticia del hallazgo del cadáver de José Manuel. Vino Soledad, la propia hija de Roberto, para dársela a conocer.

     La conmoción fue generalizada. Actores, tramoyistas, boleteros, funcionarios de servicio, reaccionaron con estupor ante semejante horror. También entre el público asistente comenzó circular la terrible noticia. 

     Nissim Scharim director del Teatro, resolvió suspender la presentación, pero Roberto Parada se opuso manifestando: la función debe continuar. En medio de un clima generalizado de emociones contenidas, se da inicio al segundo acto que comienza con una escena en la que el personaje interpretado por Roberto Parada dice el texto de la obra, que coincide desgarradoramente con lo que él mismo estaba sufriendo.

 “Cuando revientan a un militante, como fue el caso de mi hijo y arrojan a su familia al exilio involuntario… ¡Desgarran el tiempo! ¡Trastruecan la historia! No sólo para ese mínimo clan, sino que corrompen los cimientos de toda la sociedad”.

     Las emisoras de radio, comenzaron a informar que en ese momento tenía lugar una representación en el Teatro Ictus, donde actuaba el padre de José Manuel, motivando el arribo de una verdadera multitud, ansiosa por expresarle su solidaridad. Muchos se fueron situando en los pasillos laterales, más tarde colmaron el pasillo central, mientras otra verdadera multitud aguardaba en el Hall de Ingreso a la Sala.

Finalizada la obra, Roberto Parada se dirige a los asistentes que abarrotaban el teatro y sus pasillos, en un murmullo, confundido en llanto y solidario dolor, y dice lo siguiente:

“Dedico esta función a mi precioso hijo”

     Estalla un aplauso interminable, mezclado con gritos de ira y de angustia. Nadie podía contener las lágrimas. Todos se abrazaban entre si ¡Qué sensación de impotencia y de ira ante tanta barbarie!

Roberto Parada es el padre de José Manuel Parada y abuelo paterno de Javiera Parada.

 

29.03.1985. 18.00 horas.

     Desde hace varias horas, una muchedumbre iracunda se ha apostado en las afueras de Instituto Médico Legal, adonde fueron conducido los cadáveres de los tres profesionales militantes comunistas degollados. Se multiplican los gritos reclamando la verdad de lo ocurrido.

     Finalmente, cerca de las ocho de la noche, un funcionario menor del Servicio aparece en las puertas del Instituto. Se observa muy nervioso e informa en voz baja que dos de las víctimas corresponden a Parada y Guerreo, el tercero es un NN de sexo masculino aún no identificado.

     Estalla un clamor iracundo de la muchedumbre. Muchos se abrazan sin poder contener el llanto. Algunos intentan forzar las puertas de la institución.

     Y entonces se alza la voz angustiada de Estela Ortiz, esposa de José Manuel Parada, imponiendo un silencio respetuoso de la muchedumbre. Afortunadamente existe un registro de dichas palabras, inolvidables, desgarradoras, que reproduzco a continuación:

“Hace ocho años detuvieron a mi padre, que está desaparecido. Hoy día me mataron mi marido. Me dejan con cuatro niños. Con Javiera, con Camilo que tiene ocho años, Juan José que tiene seis años, y Antonio que tiene un año ocho meses. Se llevaron a mi padre y han matado a mi marido. Sepan bien cada uno de ellos que van a pagar cada uno estos crímenes, no les quepa duda… Hasta que me quede la última gota de sangre los voy a vengar. No quiero que más gente sufra lo que yo he sufrido. Esto es demasiado terrible. ¡Tenemos que cambiar este país de una vez por todas! ¡Hasta cuándo siguen dialogando con los asesinos! ¡Hasta cuándo siguen matando a nuestro pueblo! ¡Hasta cuándo permitimos tanta, tanta matanza, tanto crimen, tanta tortura en este país! ¡Hasta cuándo! ¡Chileno, compañero, compatriota, por favor, levántate, no aguantes que nos sigan matando a nuestra gente! ¡Por favor, por favor, exijamos justicia de una vez por todas!».

     Al término de este impactante mensaje, cae desvanecida.

No olvidaré jamás este grito desgarrador: ¡Hasta cuando….hasta cuando!

Estela Ortiz es la madre de Javiera Parada.

 

12.12. 1985: Nace Manuela Piña Lawner, mi nieta, que lleva ese nombre en homenaje a José Manuel.

 

     Esta reflexión, que reproduce días de impotencia y de dolor ante tanta crueldad, fue escrita el 27 de Abril de 2021 por Miguel Lawner, quién junto a su esposa Anita, sus hijos Andrés y Alicia y su nieta Manuela, han luchado toda su vida porque nunca más en Chile vuelva a existir alguna Primavera Con Una Esquina Rota.

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Escena del funeral de José Manuel. De izquierda a derecha: Sergio Bushman, Soledad Parada, Roberto Parada, María Maluenda, esposa de Roberto, Estela Ortiz, NN y el actor José Secal, tío de Javiera.

[1].- Javier Rebolledo: LA DANZA DE LOS CUERVOS. CEIBO, Santiago de Chile 2012. Página. 233.

[2] DICOMCAR. Dirección de Comunicaciones de Carabineros. Recinto de Carabineros donde funcionó el Comando Conjunto, integrado por miembros de las distintas ramas de las fuerzas armadas, destinada al arresto, tortura y desaparición de dirigentes políticos. 

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