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Proceso constitucional: omisión de una sociedad diferente. Por Luis Osorio Olivares

La falta de claridad respecto a construir una sociedad diferente y la importancia de que ello ocurra, es algo primordial que se debe tener en cuenta en los actos eleccionarios del 2023, y en los cuales todos hemos sido convocados. No pensar con exactitud una relación entre quienes conforman un país y las distancias sociales constituidas como grandes brechas manifestadas en el diario vivir, son significado de seguir proyectando un país con grandes tensiones futuras, por no saber o no querer resolver, la demanda desde que Chile que despertó en octubre de 2019.

La apariencia de un actuar rápido, no genera resultados favorables si es que no se entienden los elementos históricos que nos sitúan en el momento actual, principio básico es que cuando se acuerda con la derecha, es ésta la que gana. Se trata de un sector que por años tiene su agenda instalada, sin obstáculos en el camino con imposición de un modelo de sociedad invariable y del cual no ha existido una construcción que se levante como alternativa, por el contrario, se produjo una adaptación al modelo desde el plano individual. Esto es parte de lo innegable.

Venimos saliendo, en la historia reciente, de un acuerdo firmado el 15 de noviembre de 2019, sobre el cual los resultados del 4 de septiembre de 2022 fueron contundentes. El poder de los medios de comunicación cuya propiedad le pertenece a la derecha, sigue permaneciendo sin alteración, tuvo su efecto en el proceso constitucional de ese momento. Pero, no es sólo el poder, sino el contenido de la comunicación materializada en la expansión del miedo y el terror en forma ex profesa.

El proceso actual, versión 2023, también se vislumbran como un triunfo de mayor magnitud por parte de la derecha, ya que impusieron con la anuencia de todos los partidos políticos tradicionales, una estructura muy bien articulada que claramente sabrán aprovechar. Hubo un actuar a gran distancia de la base no militante ubicada en el progresismo, a pesar de que ésta ha otorgado un apoyo incondicional en numerosos procesos eleccionarios, pero el eslabón se rompió, y el emitir un sufragio para que no salga la derecha, no tiene ningún asidero ante la evidencia de no haber observado el montaje de la trampa y cediendo ante ella.

Cuando se firma un acuerdo cupular por llevar adelante un proceso constitucional, en palabras de algunos parlamentarios(as), se argumentaba que era necesario apurarlo porque la gente necesitaba con urgencia una nueva constitución, pasando por alto que una constitución demora en tener efectos en su aplicación, la justificación pasa a ser parte de un imaginario. Más aún, es condicionante la ausencia de amplios márgenes de participación ciudadana, así, de lo contrario se llega al cumplimiento fiel de “en la medida de lo posible”.

Los discursos hablan del Chile más justo, de la sociedad más justa, pero es una figura difusa porque lo “más justo” debiera partir de cierto nivel de justicia, que no existe, un sistema constituido desde un modelo naciente en dictadura prevalece y es la base de la economía de corte neoliberal. Sólo por mencionar algunos aspectos, la existencia de las AFP desde 1981, industria de grandes ganancias para sus propietarios; la reacción de la economía ante momentos difíciles para las personas tiene respuesta cuando se inyecta dinero para ayudas, con procesos inflacionarios en lugar de procesos solidarios; el atender que un sueldo mínimo de $500.000 no es el salario líquido, sino lo que se recibe en forma real es aproximadamente $400.000, $13.300 diarios, siempre son partes de cifras mal informadas.

Faltando días para la elección de integrantes a la Comisión Constituyentes, es notorio los candidatos que ya tienen años en la política y por ende responsabilidad en la estructura social actual, propagandear propuestas como que recién se estuvieran iniciando en estos avatares, identificando lo no realizado, es preciso comunicarles que llegaron con a lo menos 30 años de atraso. De ahí viene la interrogante obvia de por qué no se hizo antes, en momentos en que la correlación de fuerzas en el parlamento era mucho más favorable. También personas que no se les conoce mucho, hacen alusión a la igualdad de oportunidades como slogan que ya ha perdido credibilidad.

Ciertamente, los ánimos no están buenos y hay una sensación de haber impuesto desde el parlamento, un proceso con tendencia a la regresividad. Así, en un ambiente no promisorio, hay que dar pasos por fuera de ese sistema cerrado por el que han optado los partidos políticos y hacerse cargo desde lo comunitario entendiéndose por tal todo lo que está fuera de ese circuito minoritario, con temas de envergadura para proyectarse hacia lo que viene.

Uno de los pilares fundamentales de una sociedad para la transformación, es la educación, pero no en la forma en que ha sido abordada por 50 años. Esa cantidad de tiempo tiene un hito importante que antecede al golpe de estado, y que se representa en un proyecto educativo integral que en marzo de 2023 cumplió 50 años: la Escuela Nacional Unificada (ENU), utilizada en su oportunidad como un caballo de batalla contra el gobierno de Allende.

Si en su lectura, se le resta la intención de permitir avanzar hacia el socialismo bajo el contexto de la época 1970 - 1973, es rescatable una mirada integral de la educación que se proponía. En el análisis actual de ese proyecto, dejando fuera que se incorporó como pretexto para inducir el golpe de estado, en un panel de académicos efectuado recientemente, se indican sus aspectos positivos, y, a la vez se llega al momento actual que, desde esa época hasta el presente, sigue plenamente vigente la justicia social que se pudiera haber conseguido desde una educación bien planeada, que de manera explícita hacía mención a un avance hacia el siglo XXI, sin embargo, el rumbo fue diferente y el predominio es el de la injusticia social.

Siempre en el ámbito de la educación no centrado en la ENU, en un programa televisivo, se entrevistó a la Sra. Elisa Araya, rectora de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, quien realizó un interesante recorrido de lo que debe ser una educación transformadora, aludiendo sólo en segundos a la frase “calidad de la educación”, en su lugar, se explayó alrededor de los pormenores de un buen sistema escolar y que indudablemente llevan a profundizar las características de una sociedad diferente e integral, lejana a la frase simple de la “sociedad más justa” carente de contenido descriptivo.

Hacia ese lado se debe ir, pero la institucionalidad actual ha sembrado desconfianzas en una cuantía de tiempo considerable, y ya no están en condiciones de liderar procesos de cambio, cuando las mismas caras y apellidos se repiten por uno y otro lado. En orden de importancia, hay que transversalizar con exactitud la sociedad que queremos y sin ambigüedades, eso es comprometerse en forma real con la transformación.

Estamos atrasados en relación con el pasado, pero es el momento preciso respecto al futuro, la responsabilidad radica en las mayorías y no en los que van por el camino de acuerdos que apuntan en una dirección sesgada, la garantía es que se trata del bienestar de muchos para lo cual se debe reinventar.

En lo más cercano se nos viene el día domingo 7 de mayo de 2023, y parte de la dirigencia política pretende endosar a la ciudadanía los resultados de esa fecha, evadiendo sus responsabilidades. El Chile actual no es más que un guiño a la derecha, la búsqueda del acuerdo no deja ver que la base del todo es la dictadura y la ausencia del pensar en lo que eran expectativas a las que se le sumaban los sueños de la apertura de las grandes alamedas, traducidas en la construcción de la sociedad anhelada que nunca se hizo efectiva. Las desconfianzas están instaladas y aumentadas, hay que revertirlas, relevar la democracia cuya existencia es fácil de cuestionar, la tendencia ha estado marcada por un terreno de imposiciones de poder.

Una nueva constitución es importante, pero con orígenes en un proceso alejado de ribetes antidemocráticos, por el contrario, inserto en la urgencia de levantar una sociedad justa y claramente detallada, seguir al ritmo de la derecha es signo de no haber aprendido nada de política.

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