Llegar a los 50 años post golpe de Estado, con una Constitución escrita en dictadura no es para nada alentador, es una suma de años muy extensa en la cual se fue consolidando el modelo diseñado en un ambiente represivo.
Desde el 11 de marzo de 1990, no existió la intención de comprometerse y ejecutar un proceso de transformación profunda, según lo demandado por quienes hicieron llegar al primer gobierno concertacionista a La Moneda.
Por el contrario, el sistema con el correr del tiempo se fue fortaleciendo y las frases símbolos de campañas electorales, sólo eran parte de la publicidad. La alegría nunca llegó, el crecimiento con igualdad nunca fue efectivo, la desigualdad se sostuvo hasta el presente.
Un panorama así invita a la decepción, y a veces a algunos les cuesta reconocerlo que algo concluyente es no haber llegado a una democracia, por cuanto la base estructural se encuentra intacta y los tiempos para un viraje, han sido mucho más que suficientes. A veces se atribuía el statu quo a la falta de voluntad, pero por otro lado la acción del poder y del engaño eran tan fuertes, que se constituían en barreras, para que emergieran grupos que pensaran en cambios sustanciales que permitieran dar paso a una nueva sociedad.
El ir de la zona de sacrificio a una zona de confort de algunos, pasó la cuenta y la sigue pasando, sumidos en una construcción intencionada impuesta por el individualismo.
En estas circunstancias, no se alcanza a tener esa mirada política en los sectores progresistas, por omisión o distracción, de una comprensión del rol de la derecha ubicada en un punto de hegemonía y de imposición doctrinaria, en que fácilmente determinan y ponen en juego sus estrategias por décadas, y se les brinda pleitesía.
Durante la madrugada del 15 de noviembre de 2019, con un acuerdo por la paz, ellos ya tenían un itinerario totalmente trazado y que se encuentra en pleno desarrollo.
Los puntos comunes del proceso finalizado el 4 de septiembre de 2022 y el actual, son: cuando se acuerda con la derecha es la derecha la que gana, ambos procesos parten de una línea base al tener ellos la constitución del 80 a su favor, la formula voto obligatorio les da resultados, pueden efectuar un gran despliegue de los medios de comunicación que les pertenecen y logran sembrar desconfianzas e infundir temores en la ciudadanía.
Sentirse derrotados con los resultados del año 2022, no es bueno si no se tiene en cuenta lo anterior, habiendo efectuado un recorrido secuencial en la línea del tiempo, resultaba todo predecible, más aún con proyección al momento actual y futuro próximo.
Así estamos pasando por un período en que hay profundas desconfianzas generalizadas, que con relación a la forma en que se concibió el proceso en curso, con blindajes y bordes por todos lados, 24 personas designadas toman decisiones por 15.150.564 inscritos en los registros electorales, un parlamento desde un acuerdo transversal fija límites, 14 personas designadas ofician como “veedores” de los aspectos técnicos del proceso.
Al partir con un acuerdo transversal de este tipo para un proceso constitucional, fuera de una instancia participativa real, los candidatos a la Comisión Constitucional ya no importan, no tienen nada que defender y tampoco son garantes de algo diferente. Es un período de la historia ya ganado por la derecha, en esta pasada los sectores de gobierno ya perdieron a gran parte del electorado que actuaba en forma incondicional, bajo un espíritu de conciencia social y con los sueños de las transformaciones. Pero esto ya fue derrumbado.
Va emergiendo el voto de descontento inevitable, frente a candidatos que en algún momento podrían haber convencido, pero ya no convencen por carencia argumental. Estamos en condiciones favorables para ejercer como apoderados del voto nulo.
Cuando la base del momento es un parlamento elegido con 50% del padrón electoral, la calidad moral para imponer el voto obligatorio debería interpretarse como una actitud de sinvergüenzas. Pero la desconfianza está instalada y en la autoridad como un todo, la recuperación de confianzas no importa. Soslayaron un espacio de participación ciudadana en lo constituyente, pero con cotas de temporalidad “permiso para un mes” del cual no se saben sus reglas.
El comportamiento, de la derecha es claro, un trazado por 50 años más, donde la constitución del 80 o el nuevo texto igual les va a servir.
Para el gobierno ya no les importa que quienes dieron su apoyo en las urnas en las presidenciales, estén distantes y con una posición bien definida frente a las elecciones del 7 de mayo, no era un electorado que andaba en búsqueda de la instalación de la concertación en La Moneda, por el contrario, había una base fundada en que quienes fueron responsables de haber llegado al estallido social, no deberían estar instalados en ese lugar, ni siquiera con el pretexto que para alcanzar un gobierno había que ampliar la alianza pagando el costo de seguir en lo mismo. En rigor se produjo un autogolpe permitido dentro del gobierno propinado hacia su base inicial, es diametralmente opuesto llegar a colaborar que instalarse a imponer consciente del prontuario pasado.
Así las cosas, más aún a similitud del segundo gobierno de la presidenta Bachelet, el oficialismo en sus dos almas lleva listas separadas al Consejo de Constituyentes. El 7 de mayo, en la medición de fuerzas tendrán que verificar quién tuvo más votos y léase bien, no necesariamente más candidatos electos, además, si es que pueden comparar, determinar cuál fue la merma respecto a alguna elección anterior.
En forma paralela, y de manera más contundente fuera de la decisión de voto, van surgiendo serias advertencias a retrocesos que se están produciendo en el texto redactado por expertos, que caen en cuestiones regresivas, que por cierto era de esperar.
Hay esperanzas y sueños, pero es necesario rearmar historia bajo un nuevo estilo. No es posible cambiar un sistema desde dentro de un sistema que está deteriorado. Tenemos que imaginarnos qué habría ocurrido si el gobernante del año 90 hubiera realizado un proyecto de transformación de sociedad a 20 años plazo, pero no lo hizo.
Se nos ha llevado a una encrucijada donde se debe pensar para el largo plazo y construir con horizonte, rearmar la sociedad integrando trabajo con herramientas poderosas como lo es la educación, la cultura y la valoración del ser humano.
No pensar desesperadamente como en época de dictadura, muy cercanos a 1973 en que se creía que el gobierno militar iba a durar muy poco, y aún nos encontramos con vestigios de esa época.
La lección principal es la experiencia de cómo no se hacen las cosas, y el aprendizaje es pensar en un futuro que puede empezar hoy, para las generaciones del mañana, ha llegado el tiempo de dar por iniciada la apertura de las grandes alamedas como lo decía Salvador Allende, pero a los que llegaron al poder se les perdieron las llaves y éstas permanecieron cerradas. Se concluye que 20 años es un trozo de historia y no se puede estar en la rueda giratoria de los 4 años de gobierno, la vida es más y de una vez por todas, se debe marcar el hito cero. La vida en palacio debe estar muy tensa y eso no es apropiado para un país, afuera también hay tensión y ello no es sano. No se puede seguir hipotecando a varias generaciones y se debe tener claridad que no se trata de algo fácil, hay grandes intereses creados, pero será más difícil si se mantiene un inmovilismo.
El cambio debe partir por el pensar la forma de proyectarse estableciendo el qué, quiénes, cuándo y cómo, es el estado de cosas al cual fuimos arrastrados de manera premeditada, se requiere impregnar inteligencia atendiendo a una amplia dimensión humana abandonada por 50 años, sin participación de mayorías y con aprovechamiento del cargo de representación, que es el puente entre el ejercicio de lo público y el estar involucrado en algún negocio que derriba la figura del servidor público.
¿Quién dijo que todo está perdido? / Yo vengo a ofrecer mi corazón / Tanta sangre que se llevó el río / Yo vengo a ofrecer mi corazón (Víctor Heredia)
19 de abril de 2023