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Psicología comunitaria: entre las acciones de disciplinamiento intra-disciplinar y las resistencias sobre el campo de la domesticación institucional y social. Por Marco Silva Cornejo

A la manada esperanzadora de quinto año de psicología de la Santo y de la UNAP. Mentira la verdad, persisten los muchos instituidos en hacernos creer que la construcción de un discurso bajo un sistema de reglas provistas y embestidas de método constituyen verdad (Sánchez, 1999). El dogma emerge entonces como matriz performativa de un conocimiento que se presenta natural, ahistórico y no situado.

Para quienes sostenemos una Psicología comunitaria critica y movilizada por la transformación y la denuncia del disciplinamiento como mecanismo de reproducción productiva que entiende lo humano como un recurso de la matriz fordista del capital. La noción de verdad resulta ser una forma de discurso hegemónico (Galván, 2001) que hoy se viste de racionalidad tecno-científica pero que en la materialidad política de su efecto sobre la realidad no dista mucho de otras formas hegemónicas del discurso como el de la doctrina de la fe y su sistema de reproducción teocentrista.

En este contexto sostenemos la Doxa, esa antigua posición epistémica del pensamiento aristotélico que entiende que no hay verdades sino opiniones, por tanto, en el entendido de una realidad doxatica solo existen opiniones basadas en argumentos que no buscan naturalizar saberes, sino todo lo contrario, buscan reproducir relatos-saberes en el centro de los procesos de alteridad y semantizaciones, cuya matriz fundacional es siempre histórica, situada y particular. Por tanto, polisémica.

La Psicología comunitaria critica y de la liberación se enfrenta en la construcción de su cotidiano con dos disputas en tensión permanente que sin duda son ejercicios de poder (Forlán, 2015). En términos históricos se puede observar que al interior del campo “disciplinar” de la psicología, las perspectivas comunitarias siempre han estado tensionadas y coaccionadas para legitimar la producción y reproducción de su saber a partir del sistema de reglas que el discurso hegemónico de la ciencia valida como matriz epistémica y metodológica. Esta disputa ha implicado una fractalización de las narrativas comunitarias observando que algunas han intentado validar su conocimiento a partir del disciplinamiento del saber científico y su sistema de reproducción institucional y sectorial en el marco de lo que conocemos como estados nación modernos. Mientras otras perspectivas han optado por sostener el relato doxatico como forma contrahegemónica del poder intradisciplinar a partir de prácticas instituyentes (Leonardo & Heras, 2017).

La disputa descrita es parte de un cotidiano que inscribe sus luchas y batallas al interior de las escuelas de psicología en nuestro país y particularmente en la región de la Araucanía. Lo que ha implicado un desafío permanente para quienes sostenemos el desdisciplinamiento como actos políticos de resistencias contra hegemónicas del discurso y su pretensión de verdad. Sumado al consecuente saber complaciente que su práctica concede a la matriz productiva y mercantil de entender la vida humana y su correlato social desde la entidad biopolítica de la existencia subordinada al ser como ente alienado en la cadena del capital moderno o neoliberal.

La psicología emerge entonces como otro dispositivo del disciplinamiento saber-poder que busca reproducción alienante del ser en su existir cotidiano (Porras-Velásquez, 2017).

En segundo orden y sin duda consecuencia histórica y dialéctica del primer elemento descrito. La Psicología comunitaria de la liberación y la transformación ha tenido que disputar un espacio de poder y construcción cotidiana de narrativas en donde el instituido público y político emerge como única alternativa para el desarrollo de la intervención social en nuestros territorios, siempre subordinada y atada al corsé de la política pública y su relato monocorde de marcos regulatorios que buscan instituir de manera obsesiva el acto de la vida.

Una psicología comunitaria sometida y enclaustrada a un mandato de bienestar naturalizado por la práctica disciplinante de su discurso cuya máxima es la expresión ideológica son las taxonomías y su pretensión de verdad acerca de los fenómenos del enfermar, trastornar y padecer, agrupadas en las nosologías clínicas ampliamente difundidas en la formación de psicólogos y psicólogas. La psicología constituida como el discurso de saber científico que pone nombre a lo anormal y desadaptativo, por tanto cuyo efecto político es reafirmar la norma de aquello que en su existir reproduce la verdad de lo normal y adaptado.

El Estado y sus sistemas de reproducción, operan como un dispositivo de la realidad (subjetivo) que vestido de un efecto de lo real (natural) (Pérez, 1984) performatean es psiquismo del cotidiano. De esta manera se pretende instituir todo acto de intervención, bajo la lógica de los sistemas de reproducción de las narrativas emergentes de su dogma, vale decir, productores de una intersubjetividad que les otorga valor de verdad y cuyo efecto máximo es la internalización de un sistema de representación a nivel subjetivo.

El estado y la Ciencia por tanto pudiesen ser equivalentes en su funcionamiento ideológico y empírico a lo que ha venido constituyendo la iglesia y su fe, en tanto instituciones y discursos de un saber que pretende imponer construcción de verdad, desde la acción y construcción de un discurso que se nos presenta como natural por tanto incuestionable e infisurable.

A esta altura del desarrollo civilizatorio y tecno científico, parece pertinente plantear que “todo suelo soñó con ser bosque”. La riqueza del bosque reside en su diversidad, en su flexibilidad adaptativa, en la regulación natural de la hegemonía de una especia sobre la otra. Entonces resulta pertinente levantar la defensa de la doxa y su consecuencia narrativa e instituyente que se funda en el relato como forma asfixiante y deconstructiva de toda forma de discurso transmutado en poder dogmático y hegemónico, tanto al interior del campo disciplinar, como en la acción cotidiana del campo histórico social de las instituciones del estado y la iglesia. Es ahí donde se inscribe el saber hacer de nuestra practica, el desdiciplinamiento como tarea política de todo cotidiano y la reivindicación del relato como acción asfixiante de todo discurso..

Florián, C. J. P. (2015). Disciplina, saber y poder: una reflexión crítica sobre la construcción de la psicología como disciplina, campo y práctica social. Teoría y Crítica de la Psicología, 5, 26-39.

Galván, Í. E. (2011). ¿ Qué es el análisis político? Una propuesta desde la teoría del discurso y la hegemonía. Revista Estudiantil Latinoamericana de Ciencias Sociales, 1(01).

Leonardo, M., & Heras Monner Sans, A. I. (2017). Sujetos instituyentes en el caos contemporáneo.

Pérez Peña, E. (1984). Lo real y la realidad. Revista de psicoanálisis. Porras-Velásquez, N. R. (2017). Nuevas relaciones de poder/saber en la psicología de las organizaciones: una aproximación desde Foucault. Revista Espiga, 16(34), 270-285.ISO 690

Sánchez, D., & Galeano, E. (1999). III. ANDROCENTRISMO EN LA CIENCIA. UNA PERSPECTIVA DESDE EL ANÁLISIS CRÍTICO DEL DISCURSO. Interacciones ciencia y género: discursos y prácticas científicas de mujeres, 148, 161.

Marco Silva Cornejo Académico Araucanía

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