Muchos hemos visto con emoción el ofrecimiento de nacionalidad del Estado de Chile a los ciudadanos nicaragüenses que, por motivos políticos absolutamente arbitrarios, han sido despojados de la suya. De este grupo de expatriados, fue primero la célebre escritora Gioconda Belli quien aceptó la nacionalidad chilena y, al día de anunciarlo, hizo circular en redes sociales un poema con el cual denunciaba la expatriación. Muchas cuentas conmovidas la compartieron y viralizaron. Se hizo evidente que con este gesto el Estado chileno ha decidido el asilo por sobre la opresión, y con ello nos ha interpelado a muchos que nos sentimos orgullosos de esa actitud empática con nuestros vecinos latinoamericanos.
De todos modos aparecen algunas preguntas al viento: ¿qué tipo de poema será el que leeremos en poco tiempo más de aquellos migrantes que se la ha negado el paso a nuestro país?, ¿qué narrativa o qué épica deberá escribir la migrante que lleva años en Chile, empleada informal, que ya tiene hijos chilenos nacidos en esta tierra, para obtener su RUT definitivo, aquel trámite obstruido e infinito de las oficinas policiales, y optar así ni siquiera a una nacionalidad nuestra, sino a un simple contrato formal y mejor?
¿Qué debiera escribir en el futuro aquel niño o niña chileno/a cuya madre, ya sea haitiana, venezolana, peruana, boliviana o de dónde fuese, no obtuvo jamás su regularización ni un mísero RUT para ser una vida "normal" en este país en el que ya se ha asentado con todos los suyos? Ese poema, ese cuento o incluso ese género está por verse. Lo cierto es que está fuera del margen del formulario (des)regularizador de situación migratoria de la PDI y mucho más lejos de una invitación directa del presidente de la República.