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Quintero y Puchuncavi: la oportunidad escondida en la crisis ambiental. Por Rodrigo Jiliberto

La crisis de contaminación y salud pública que se vive en estos días en Quintero y Puchuncavi da lugar a muchas lecturas, todas enfocadas a encontrar las causas que pudieran estar en el origen no sólo de la contingencia, sino del nivel permanente de riesgo ambiental en que viven los habitantes de estas comunas y del documentado deterioro ambiental del territorio, todo lo que ha facilitado popularizar el término zonas de sacrificio ambiental para denominarlas.

Ante la pregunta de qué ha fallado, las respuestas son múltiples; las empresas que no cumplen con sus obligaciones ambientales, o que no pueden enfrentar situaciones de riesgo propias de sus actividades, o bien las herramientas de política pública que no han estado a la altura; retrasos inadmisibles de planes de descontaminación, aprobaciones torcidas de proyectos, normativa insuficiente (estándares inferiores a los internacionalmente recomendados) o incompleta (contaminantes no regulados), insuficiente fiscalización, o porque no, el modelo de desarrollo económico y la distribución desigual del poder político, económico y social, entre otros.

Esta identificación de factores causales no es banal, pues en función de la causa se signan responsables, los que de alguna forma debieran cargar con la tarea de remediar la situación del caso. Lo ideal es tener una sola causa, y un solo responsable, así tanto la remediación, como las medidas necesarias para evitar futuras situaciones críticas son fáciles de identificar e implementar.

No obstante, cualquier lectura rápida de esta situación permite ver qué se está frente a un conjunto amplio de causas, las que se encuentran sistémicamente relacionadas. Sólo así es, además, explicable la resiliencia de la situación al paso del tiempo. Porque la cuestión es, ¿cómo es posible que situaciones de esta gravedad, siendo perfectamente conocidas, persistan, casi sin alteración alguna, a lo largo de los años?

Si detrás de la persistencia de esta crisis hay un conjunto interrelacionado de causas que se alimentan unas a otras, entonces, no tiene ningún sentido pensar que atacando a una o varias de ellas se vaya a solucionar nada. Primero hay que entender la estructura del problema, ver que muestra y luego discernir cómo es posible actuar sobre un problema estructuralmente determinado, es decir, resilente.

De lo contrario se puede atacar una causa, como la falta de normas para determinados contaminantes, pero si no se dispone de capacidades adecuadas de fiscalización eso no servirá de nada, o bien es posible poner normas de ocupación del suelo más exigentes, pero si no se altera la capacidad e influencia privada en la toma decisión tampoco ayudará mucho, como ya ha quedado demostrado con el proyecto termoeléctrico aprobado hace unos años. Sin embargo, cuando se dan situaciones como las que se están viviendo, de una alta presión social y mediática, lo que resulta más atractivo es lo contrario, anunciar muchas medidas. Es importante tener en cuenta que lo que se vive en estas comunas no es privativo de ellas, hay varios territorios en condiciones similares (Til Til, Freirina, Coronel, Huasco) lo que ya ha dado pie a la conformación de una organización de alcaldes de zonas con estas características. Este hecho apunta a que lo vivido en Quintero y Puchuncavi responde a un patrón de gestión ambiental y socio ambiental que no es privativo de esa zona, y que por otro lado, también se distingue del patrón de gestión ambiental en otros territorios, donde no se vive la gestión ambiental con tales niveles de criticidad.

De esta forma, es razonable preguntarse cuál pudiera ser el patrón común que se esconde detrás de estas situaciones de gestión ambiental crítica. Pues si se identifica ese patrón se está un paso más cerca de pensar en soluciones integrales, las que probablemente no puedan ser sino de medio y largo plazo.

Parece razonable postular que lo que revelan en común estas situaciones, persistencia de problemas graves conocidos e irresolutos en el tiempo, es la incapacidad del país, del sistema de gestión ambiental del país como un todo, tanto en sus elementos públicos como privados, para gestionar situaciones de alta complejidad socio ambiental (caracterizada por una alta concentración de actividades económicas significativas, altamente contaminantes, de un uso intensivo del territorio, con entornos urbanos sensibles, y alta sensibilidad ambiental), que requieren altos niveles de exigencia de gestión ambiental a los que el país de forma rutinaria no alcanza.

Si es ese el caso, no tiene sentido abordar la crisis como se aborda la crisis de una gestión ambiental rutinaria, imponiendo multas, elevando normas, aumentando la fiscalización, poniendo más recursos. Lo relevante es entender que para solucionar, en términos de gestionar fluidamente, no de no tener problemas, las así denominadas zonas de sacrificio, es necesario establecer allí un modelo de gestión de una excelencia desconocida en el país, lo que puede suponer enfoques, instrumentos e instituciones específicas, de lo contrario la única solución, en los términos antes formulados es clausurarlas, porque el instrumental de gestión ambiental rutinario del país no da el ancho para eso.

Ahí radica entonces la oportunidad escondida en esta crisis: da la posibilidad de ensayar en micro territorios complejos modelos de gestión ambiental de alta exigencia que abran un camino a continuación a una gestión ambiental más robusta a escala nacional.

Rodrigo Jiliberto Economista, Director Diplomado Políticas Públicas en Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable, IFICC

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