• El cambio climático y el modelo de desarrollo económico impuesto en la isla hace peligrar su patrimonio arqueológico.
“La metáfora Pascua”. Así tituló Ignacio Ramonet en “Le Monde Diplomatique” un artículo en portada del número de diciembre de 2017 dedicado a la Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 23) celebrada en Bonn.
A lo largo de aquel evento los científicos recordaron en reiteradas ocasiones la metáfora de Pascua en alusión al desastre ecológico que conmovió la Isla de Pascua, Rapa Nui (nombre polinesio que significa Rapa Grande). Entre los años 800 y 1.200 dC. (los antropólogos y historiadores de la cultura rapanui no pueden precisar con más exactitud el período) parece ser que llegó una expedición polinesia a la playa de Anakena, con su rey Hotu Matua, que quedó aislada durante siglos del resto del planeta. La bautizaron con el nombre de “Te pito o te henua” que significa el “ombligo del mundo”. La isla, en forma de triángulo de 163 kilómetros cuadrados, se encuentra a 3.760 kilómetros de Chile y a 4.300 kilómetros de Tahití. Es la cima de un cono volcánico que surge de 3.000 metros del fondo marino. En sus orígenes estaba cubierta con una exuberante vegetación y grandes palmeras; rodeada de aguas ricas en peces, con costas llenas de moluscos y millones de aves migratorias que allí anidaban. Era un paraíso. Sin embargo, escribe Ramonet: “En unos cuantos decenios, los rapanuis se multiplicaron y desarrollaron una brillante civilización (la de los moais), que aún hoy asombra al mundo. Pero lo hicieron a base de explotar en exceso y sin límites las riquezas de la isla. Resultado: en poco tiempo, no quedaba un árbol, ni un pez en sus mares, ni un molusco en sus costas, ni un ave en sus nidos… Cuando el escritor francés Pierre Loti visitó Rapa Nui en 1872 solo quedaban unos cientos de habitantes. “Era un pueblo de fantasmas, desnudos, esqueléticos y hambrientos; últimos escombros de una raza misteriosa” (1).
Jared Diamond, biólogo de la Universidad de California, dedica en su ensayo “Colapso” (2) un amplio capítulo al crepúsculo de la isla de Pascua y a la historia de su esplendor y decadencia. Los enigmas de su escritura, el “rongo-rongo”, a base de miles de signos jeroglíficos, aún no han sido descifrados. La desforestación y la acción del hombre sobre el entorno natural provocaron el hambre y la caída demográfica. Incluso tuvieron que recurrir a la práctica del canibalismo. Los rapanuis explotaron los recursos a un ritmo que no daba tiempo a regenerarse y esta sería una de las principales causas de su caída.
Después la COP de Bonn se siguió utilizando la metáfora de Pascua para explicar la crisis climática y ecológica planetaria. Algunos miembros del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) aún la siguen mencionando. Pero, paradójicamente, estos mismos científicos no se refieren a la degradación ambiental que actualmente padece la isla, su progresiva pérdida de biodiversidad, la erosión y la contaminación que sufren sus capas freáticas. Este silencio favorece la inacción de las autoridades responsables y no ayuda a informar a la población del estado real del territorio que les sustenta. La mayoría de los casi 7.800 habitantes, de los que 3.000 son rapanui, no son conscientes de que su modelo de crecimiento y de progreso les lleva a un colapso semejante al que sufriendo sus ancestros.
Antes que circulasen las primeras informaciones sobre el impacto que el cambio climático tendría sobre el litoral y sobre la conservación de los ahus y moais erigidos en sus orillas, el futuro de Rapa Nui ya empezó a inquietar a ambientalistas, ecologistas, arqueólogos y antropólogos. En 1995 la UNESCO la declaró Patrimonio de la Humanidad, aunque este honor no comportó las ayudas económicas suficientes y una asistencia adecuada y constante para proteger este legado, único en el mundo, pero muy frágil.
Uno de los primeros en manifestar su crítica sobre el modelo turístico introducido por los “tour operators” fue el etnógrafo Thor Heyerdahl (1914-2002) en una conferencia sobre “El turismo sostenible en el siglo XXI. Mi experiencia como explorador y científico” que organizó nuestra asociación Una Sola Terra en el ayuntamiento de Barcelona el 5 de junio de 1999 Dia Mundial del Medio Ambiente.
El impulsor de la famosa expedición de la “Kon-Tiki”, que en 1947 atravesó el Pacífico en una balsa desde el puerto del Callao hasta la Polinesia aprovechando la fuerza de los vientos alisios, realizó tres expediciones arqueológicas en Rapa Nui en 1955-56 1986 y 1987-88 (3), y conoció la deficiente gestión ambiental de la isla y los riesgos de una publicidad que la promovía como “objetivo turístico de ensueño”. Heyerdahl defendía que los primeros pobladores eran amerindios. Estudios publicados en el 2020 por la revista “Nature” sobre análisis genéticos han demostrado antiguos cruces entre amerindios y polinesios (4).
En las últimas excavaciones del explorador en el Rano Raraku y en el ahu Nau Nau, en la playa de Anakena, participaron los catalanes Francesc Amorós, historiador, y Antoni Pujador (1948-1993), joven empresario y piloto de profesión que terminó formando parte del Consejo de Ancianos (“Te Mau Haatu O Rapa Nui”). Pujador se convirtió en una especie de embajador internacional que reivindicaba una amplia autonomía para la cultura rapanui y proponía el ejercicio del derecho a la autodeterminación. En 1982 se le bautizó como “Manuheuroroa” (“pájaro de muchos colores que viene de lejos”). Entre otras iniciativas financió la edición del primer Mapa Arqueológico-Turístico de la isla, redactado por Pujador, Amorós y el chileno Pablo Teutsch.
Otro referente que descubrió la belleza y necesidad de protección del litoral, como lo hizo una expedición de Jacques-Yves Cousteau en 1976, fue la “Operación Rapa Nui”, organizada en 1975 por Antonio Ribera, catalán interesado en los llamados Objetos Volantes No Identificados (OVNIs); cofundador del Centro de Recuperación e Investigaciones Submarinas (CRIS) y del Centro de Estudios Interplanetarios (CEI). En 1958 tradujo al castellano el libro ”Aku-Aku” de Thor Heyerdahl. Aquella fue la primera expedición española a la Isla de Pascua (5).
Mi amistad con el explorador noruego y con Francesc Amorós (6) y el hecho de que en mi ciudad natal Olot -una comarca volcánica formada por cuarenta pequeños volcanes extinguidos- estuviese hermanada con Hanga Roa mediante un acuerdo municipal de 2 de julio de 1982 (propiciado por Pujador)- motivó mi interés por la cultura rapanui. A este hermanamiento se le añadió una invitación al artesano escultor Manuel Tuki para tallar un moai con un basalto procedente de una cantera de la comarca.
En diciembre del 2000 nuestra asociación ecologista invitó a unas jornadas internacionales de vucanologia celebradas en Olot al alcalde de Hanga Roa, Pedro Edmunds Paoa (elegido en siete ocasiones y uno de los políticos más populares de Chile por su constante defensa de la cultura rapanui frente al centralismo que aplica el gobierno chileno). Durante su estancia protagonizó una polémica al discrepar del lugar donde se había colocado el moai, junto a una carretera muy transitada y en consecuencia con una atmósfera contaminada. “No es el sitio idóneo para el espíritu de un ancestro. Busquen un espacio natural más digno o me lo llevo”. La sangre no llegó al río y finalmente el moai sigue ubicado en la pequeña plaza de la Isla de Pascua, convertido en una de las esculturas más queridas y emblemáticas de la ciudad.
En noviembre de 2001 hice un viaje prospectivo a Rapa Nui encargado por el Instituto Catalán de Energía (ICAEN) con el objetivo de analizar el estado ecológico de la isla en materia de energía, movilidad, tratamiento de los residuos y sobre la implantación de las energías renovables. Aquella fue una experiencia inolvidable que me ha comprometido con la cultura rapanui para el resto de mi vida y que intenté reflejar en mi novela “L´ànima del volcà” (7). Pero lo que vi sobre la gestión del entorno me decepcionó. Lo explicaré en la segunda entrega.
Santiago VILANOVA
Periodista, presidente de la asociación Una Sola Terra
vilanova.santiago@hotmail.com
1) Pierre Loti, “L´île de Pâques, Journal d´un aspirant de `La Flore´”, Éditions La Simarre. Joué-lès-Tours, France, 2016.
2) Jared Diamond, “Effondrement”, Gallimard, París, 2006.
3) Thor Heyerdahl, “Aku-Aku”, Editorial Juventud, Barcelona, 1958.
4) Hervé Morin, "L´aventure du Kon-Tiki revisitée par l´ADN”, “Le Monde” 10/7/2020.
5) Francesc Amorós, “Isla de Pascua: el sueño imposible de Antonio Pujador”, Sirpus, Barcelona, 2006; “Rapa Nui. Un mundo perdido al este de Polinesia”,Sirpus, 2010.
6) Antonio Ribera, “Operación Rapa-Nui”, Editorial Pomaire, Barcelona, 1975.
7) Santiago Vilanova, “L´ànima del volcà”, Editorial Base, Barcelona, 2015.