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Raúl Pellegrin héroe del pueblo, asesinado el 30 de octubre de 1988. Por Enrique Villanueva

El país está en momentos que son decisivos, por años se vivió en medio de un letargo impuesto, que permitió que Chile se transformara en el país mas desigual del planeta y que la indiferencia de las elites gobernantes, contribuyeran a la desvalorización e incluso a la pérdida de muchas vidas de compatriotas, violentados por la depredación del modelo económico neoliberal. La alegría prometida en 1988 no llegó, las promesas que dejarían atrás los vestigios de la dictadura y su constitución, no se cumplieron, situación que después de 32 años nos ubica frente a un nuevo inicio, esta vez con la expresión de soberanía popular en las calles, exigiendo una Asamblea Constituyente para diseñar una nueva Constitución para Chile.

Cuando las elites que negociaron con la dictadura para mantener el modelo económico e impunidad para la mayoría de quienes cometieron crímenes de lesa humanidad, en ese momento surgió la nueva elite política y económica que aprisionó al país entre dos derechas. Una, la que había financiado el golpe de Estado de 1973, que había participado en la dictadura y la otra, que borró con el codo sus orígenes de izquierda y se sumo a la administración del modelo económico neoliberal, incluyendo a los gatopardistas de la DC, eternos reclamadores del centro político y que siempre han estado, salvo excepciones notables, a la derecha.

Esa fue la elite que asumió como propios el modelo económico “mas exitoso de Latinoamérica” y una transición a la democracia ejemplo para el mundo, lo que al pasar de los años, tal circo romano, terminó degenerando sus propios sueños y transformándolos en su propia debacle. Lujos, poder y corrupción, olvidándose de la existencia de un pueblo que solo recibió las migajas de esos ostentosos y falsos logros, creando una crisis moral que hoy cruza a todas las elites, religiosas, militar es, económicas y políticas.

Pero la historia no es un recorrido lineal, es un constante movimiento de avances y retrocesos, etapas en las cuales juegan un papel decisivo las generaciones de jóvenes que emergen con fuerza para vencer el conformismo y el letargo conservador, para disparar con su ímpetu las nuevas etapas de cambios y avances. Así esta sucediendo hoy, sucedió antes y seguirá sucediendo, porque no hay historia posible si no hay generaciones que la sostengan con su vivencia y su encanto.

Ejemplo de ello es la generación actual, que golpeada y marginada por lo mas violento de un sistema económico depredador, ninguneada por una elite política inmisericorde, reprimida por fuerzas policiales mandatadas groseramente por un poder político corrompido, fue capaz de sacudir a todo un país y de abrir la puerta del cambio. Afortunadamente en cada ciclo histórico aparece este fuerza, que siempre ha sido menospreciada o descalificada, pero que con su presencia si logra que los cambios sociales se produzcan, como el rol que le correspondió jugar a la generación que enfrentó a la dictadura, sin miedo y con coraje, para aportar decididamente a su derrota.

La huella que dejo esa generación es de ejemplos que no deben olvidarse, como el de Salvador Allende, de Miguel Enríquez, Bautista van Schouwen, Carlos Lorca, Waldemar Araya, José Valenzuela. Mauricio Arenas, Arcadia Flores[1], Cecilia Magni, Raúl Pellegrin, entre miles de chilenos y chilenas que valientemente se dispusieron a derrotar al terror y al terrorismo de estado.

Nuestro homenaje es para todos ellos y ellas, expresado en un breve recuento de quien fue el Jefe del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, Raúl Pellegrin ( Comandante José Miguel ), un jefe militar extraordinariamente capaz que guio al Frente hasta transformarlo en una organización político militar, que no solo desafió, sino que puso en jaque a las fuerzas represivas y al ejercito, atentando en contra de su cabeza principal, el dictador en persona. Toda la construcción política y las acciones que el FPMR realizo entre los años 1983 y 1988 tienen el sello político y militar de José Miguel, inculcándonos que el derecho a rebelarse, la lucha armada, no iba a ser un fin pero que era un medio importante y decisivo para moralizar al pueblo, para indicarle y demostrar que el enemigo no era invencible y que era necesaria para llevar adelante la causa revolucionaria, la que en ese momento era derrotar a la dictadura para construir un chile distinto

En mes de enero de 1988 el Comandante José Miguel, afirmaba en una entrevista de prensa, (creo que a la periodista Mónica González), que el FPMR no iba a interferir ni a perturbar la consolidación de la unidad en torno al NO en el plebiscito, el que se preparaba en esos días en Chile, porque sabíamos que se había generado un estado de ánimo y grandes condiciones de movilización que eran indiscutibles. En esos días su Dirección Nacional había planteado que el FPMR, iba a contribuir a ese momento con nuevas acciones, sin renunciar a la lucha frontal en el caso de que Pinochet quisiera perpetuarse en el poder por medio de un fraude, lo que era el sentimiento generalizado que existía en la población.

José Miguel nos había planteado su convencimiento, que el plebiscito y la salida pactada no terminaba con el modelo dictatorial, lo que fue una apreciación justa, la que hoy comprobamos después tres décadas. Por lo que el FPMR tenia que, en esos momentos políticos complejos, marcar la diferencia y señalar al pueblo, un camino distinto al que las cúpulas políticas dispuestas a negociar con la dictadura civil militar estaban planteando.

Con esta decisión el Frente empezaba a caminar en contra de y enfrentándose a un poderoso aparato político, con muchos recursos, que mañosamente generalizó la idea plebiscito igual fin de la dictadura, aprovechándose de un colosal impulso que las grandes movilizaciones sociales y sindicales habían alcanzado en el país. Un auge indiscutible y un estado de animo que no fue motivado por la idea de pactar con la dictadura, lo que nunca se transparento ante el país, sino que, fue motivado por el aprendizaje que el propio pueblo hizo en el combate contra el tirano, materializando en la practica la rebelión social y el empleo de todas las formas de lucha.

Ante esa realidad la DN del FPMR construye la idea de la “Guerra Patriótica Nacional”, un trabajo que en rigor empezó en el verano de 1987, el año en que el propio José Miguel planteo “la concreción de la conciliación de la burguesía y la oposición de centro-derecha, la que había conocido y aprendido del potencial combativo del pueblo chileno y que ante la disyuntiva planteada, optaría por rendirse al régimen dictatorial”.

Una definición política que indudablemente asustó al medio político chileno, conservador por esencia, el que ya tenia en mente la transición a la democracia con quien había traicionado a Salvador Allende y que era uno de los artífices del golpe de Estado de1973, Patricio Aylwin. Pero la decisión del FPMR fue una decisión acertada, primero porque se tenia claro que la guerra es un medio y no un fin, que el curso de la misma la irían planteando los propios acontecimientos, lo que planteábamos era iniciar un proceso global e integral, que combinaba en el tiempo lo militar, lo político y la movilización social, cuyas expresiones en esos años era potente y significativa.

Raúl Pellegrin fue claro en su decisión “ Tenemos que atravesarnos en la perpetuación del régimen dictatorial”, porque teníamos claro que a esas alturas Pinochet era el instrumento de las elites dominantes, por tanto el objetivo asumido fue indicarle al pueblo que mas allá del plebiscito, debíamos seguir luchando por una libertad y democracia verdaderas. Ese era el camino para terminar con la dictadura, sin pactos de impunidad, oponiéndonos a una política que sabíamos terminaría en la redistribución del botín entre los mismos y entre los que se arrimaban al poder, administrando juntos por los años venideros, el modelo económico y bajo la tutela de la misma constitución que había diseñado la dictadura.

Con esa decisión el Comandante José Miguel asumió el mando directo de una de las acciones de propaganda armada[2], la toma de un pueblo en la zona central de Chile, los Queñes, el 21 de octubre de 1988, perpetuando su ejemplo de consecuencia y de perseverancia, que fue lo que le llevo a cumplir una tarea que finalmente le costó la vida junto a Cecilia Magni. Lo que hizo nuestro Jefe fue ubicarse al frente de su organización y de nuestra decisión política, actuando como lo aprendió durante su formación como militar revolucionario en Cuba y Nicaragua, señalando con su ejemplo, que en Chile habían otras opciones, aparte de las negociaciones espurias que ya se venían dando a espaldas del pueblo.

Así dejo plasmado, que los impulsores e impulsoras de los ideales revolucionarios consecuentes, siempre estarán dispuestos y dispuestas a “tomar el cielo por asalto”, para defender los sueños y aspiraciones de las masas trabajadoras y explotadas, con la imaginación y el espíritu solidario y asociativo que potencialmente vive en la conciencia humana y que hoy se opaca con el individualismo neoliberal.

Las circunstancias de su muerte y la de Cecilia Magni, en rigor el asesinato cobarde a manos de los aparatos de la represión terrorista, torturados hasta la muerte y ayudados por la traición de uno de los hombres de su confianza, esta aún en la impunidad, como la mayoría de los crímenes cometidos entre 1973 y 1990. Pero su muerte y la de Cecilia no fueron en vano, su ejemplo esta presente en el animo de miles de jóvenes, de chilenos y chilenas quienes levantan hoy sus banderas e ideales, para reclamarle al sistema su lugar, exigiendo sus derechos porque son los protagonista de la historia.

José Miguel murió convencido de lo que repitió hasta el ultimo día con vida “Con nuestra lucha pondremos la dignidad de Chile mas alta que la cordillera de los Andes….”

[1] Arcadia Flores Pérez 27 años, militante y dirigente del MIR

 

[2] La irrupción de la GPN consistió en la toma de cinco poblados, acciones de propaganda armada, La Mora, Aguas Grandes, Los Queñes y Pichipellahuen. 21 de octubre de 1988

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