Recuperar espacios es recuperar la libertad, recuperar el aire que respiramos, recuperar la decencia, recuperar el terreno de juego de nuestros niños, recuperar el significado de democracia.
Latinoamérica se enfrente a la violencia de bandas criminales. Cual un temporal se desplaza de un país a otro, si me combaten aquí, me desplazo más allá, combaten el narco en Colombia, Ecuador se abre al narco, las pandillas se instalan, luchan por los nuevos terrenos, por las nuevas vías, la violencia aparece, el gobierno cede espacios, espacio en las cárceles, espacio en los barrios pobres, espacios en la corrupción, de lo alto a lo bajo.
La delincuencia gana terreno, compra poder, derrama la corrupción, de lo bajo a lo alto, de lo alto a lo bajo; no hay espacio de poder que no esté penetrado.
La delincuencia y su poder de terror, su poder económico, gana espacios.
La desigualdad es herramienta de la delincuencia, de las pandillas, el lujo no se compara en la juventud con el de una elite privilegiada, se compara en la población, se compara con el lujo y vida fácil del pandillero, en el campo, con el narco; ¿para qué estudiar?, ¿para qué trabajar? si la vida es fácil, la riqueza al alcance del fusil, la hermandad, la comprensión que no encontré la encuentro en mi nueva familia, la pandilla, esa que me protege, me da una vida que jamás soñé alcanzar, me da visibilidad y respeto.
Si caigo, si me detienen, me defiende, la cárcel se transformó en santuario, espacio seguro del delincuente, centro de reclutamiento; la corrupción transforma las rejas en escudos para los jefes, desde allí se planifica, se ordena, se cumple. La riqueza entra en las prisiones, modernos castillos donde el pandillero se refugia.
Recuperar espacios.
Si Ecuador aprieta, la delincuencia se escurre, agua maldita sigue su cauce, cadáveres dispersos en Chile, sentencias de muerte escupiendo balas desde los autos, niños cayendo junto a sus padres.
Las poblaciones ceden espacios una tras otra, las más alejadas, aquellas fuera de la vista, aquellas donde el Estado no existe, terreno salvaje, tierra fértil para las pandillas, juventud esperando, esperando una mejor vida, fácil, tentadora, un espacio que los reconozca, que los valore, donde el tatuaje identificándolo a una pandilla sea un diploma de honor y un chaleco protector.
Un presidente que intente recuperar espacios está en peligro, las pandillas lo pueden eliminar al igual que se elimina una pandilla contraria, un funcionario que intente recuperar espacios y aplicar la ley, está en peligro. Cada espacio ganado por el narco, las pandillas, la trata de seres humanos, el robo, el asesinato, cada pandilla es una república del terror que se instala en esa población, en ese centro de distribución de droga, en esa calle.
La violencia del narco se extiende por Latinoamérica, cae un jefe de pandilla, surge otro, cae una pandilla, surge otra, se crea una cárcel de seguridad, la corrupción abre sus puertas, siempre habrá un funcionario, un guardia, un policía, un político que por avaricia o por miedo cederá su espacio.
Con tristeza leo en los periódicos como gran noticia: se recuperó un espacio.
En qué momento perdimos ese espacio, en qué momento como sociedad cedimos ese espacio, en qué momento en Argentina piensan, si Chile aprieta a las pandillas ellas llegarán a nuestro suelo, se instalarán en nuevos espacios, los nuestros, si es que ya no están aquí. O en Chile piensan, si en Ecuador los aprietan, llegarán Chile, sin reconocer que ya están en Chile, basta mirar los cadáveres abandonados, los autos baleados desde otros autos, las niñas muertas en esos arreglos de cuenta, basta mirar hacia el interior y no solamente hacia el exterior.
La pesadilla parece no tener fin, y el flagelo se extiende, se corta un tentáculo, otro crece, se corta una cabeza, hay miles esperando, esperando una mejor vida, un espacio que les permita mostrar su poderío, sus joyas, sus mujeres, sus coches, un espacio en que piensen se ganaron el respeto y la admiración.
Recuperar espacios, y no hablo de la población, la casa, las calles, las escuelas, el poder judicial, el político, el transporte público, una plaza, una autopista, una vereda donde caminar, una plaza donde jugar, un banco de plaza donde conversar, hablo de recuperar la decencia, de derrotar la corrupción, aquella que da oxígeno a la violencia, que protege la delincuencia, que siembra la violencia, que cede espacios de libertad.
Mientras escribo me aseguro de que la alarma de mi casa esté activada único espacio por mí recuperado, por el momento asegurado.
Tenemos que recuperar el espacio de un país, de un continente, del planeta ecuador arriba, del planeta ecuador abajo, de la democracia, puesto que estamos cediendo espacios a la dictadura del miedo, cediendo espacios a la delincuencia, perdiendo el derecho a vivir en paz.
Tenemos que derrotar ese miedo que nos vuelve invisibles, presa fácil de la delincuencia.
Hay tanto que cambiar, y me aterro, me aterro de que no tengamos las fuerzas para realizar el cambio, miedo de que no me atreva a desconectar la alarma de mi casa y salir de mi espacio a recuperar mis espacios perdidos.
Gustavo Gac-Artigas es escritor, poeta, dramaturgo y director de teatro chileno, miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Reside en los EE. UU.