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Refundación de la “República”: el momento de la concientización. Por Alex Ibarra

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“La felicidad de las colonias
es lo que determina en este caso
la permanencia de la Constitución”
(Fray Camilo Henríquez)

Siguiendo a este líder protagónico en la fundación de la República decimonónica podemos interrogar nuestra Constitución desde el criterio de la felicidad. Claramente encontramos en esto otra de las tantas interpelaciones críticas para revitalizar la invitación a hacernos parte de un proceso constituyente, dado el alto nivel de insatisfacción social en torno a cuestiones como la administración de la justicia; la representatividad de la clase política; la distribución del ingreso junto a la repartición de la riqueza; el acceso a derechos básicos en condiciones dignas a la salud, techo y educación. Sin duda, el pueblo chileno no alcanza niveles óptimos de felicidad. Nada justifica la permanencia de la Constitución del 80, a pesar de que haya sido válida por los líderes de los partidos políticos tradicionales que silenciaron la ilegitimidad de éste importante instrumento político.

Sabemos desde hace algún tiempo que hay un vigoroso movimiento que reclama con paciencia la instalación de un proceso constitucional, en estos días en que brota el sentimiento nacional es válido pensar en torno a nuestra precaria democracia. Las acciones políticas si bien son orientadas por el pensamiento son movidas por las emociones, de ahí que el reencuentro con los otros, cuando es auténtico, nos embarga el sentimiento. El ejercicio de la ciudadanía es un acto de amor en cuanto busca no sólo la felicidad propia sino que también la de los que participan en la comunidad.

Hay una evidente presencia de un ánimo transformador que supera el límite de convivencia que celosamente resguardaban los gobiernos del duopolio, aplicando la eficacia de los instrumentos represivos con el fin de proteger un credo normativo. El engaño sobre la naturalidad de este condicionamiento político viene siendo fisurado por distintos movimientos sociales y por una constante resistencia del pueblo mapuche. El paradigma regulador va en un progresivo aumento de anomalías que dejan claro el momento de crisis que dará el paso a la instalación de un nuevo paradigma. Esto es lo que en otras palabras podemos señalar como la revolución.

Hay historias revolucionarias en nuestros más de doscientos años, sin embargo han sido frágiles. Tal vez la más relevante fue aquella de la década de los sesenta con eso hermoso proceso de participación y compromiso político que representó la Unidad Popular. Hoy no estamos en un buen momento revolucionario, recién estamos en un momento de “concientización” previo a la realización de los actos liberacionistas más radicales. No todo momento histórico soporta una revolución. Por otra parte, las revoluciones sólo son exitosas cuando ellas son propias de la clase popular unidas con los pueblos indígenas, apoyadas por las clases medias y por otros actores sociales. No hay en este momento una unificación de fuerzas que permita la creación de un Frente Amplio Popular.

Sin embargo, se puede estar optimista. El pueblo mapuche ya ha hecho un llamado a unificar fuerzas para una mejor resistencia superadora del capitalismo salvaje, y también hoy varios movimientos sociales se han hecho conciente de la importancia de sus demandas. Incluso fuerzas políticas que habían sido captadas por los partidos políticos tradicionales asumen nuevas formas de representación, como hecho emblemático podemos destacar el surgimiento de la Central Clasista de Trabajadores en estos días.

Cuando no son posibles las revoluciones la vía constitucional representa una alternativa para la transformación política y moral que se requiere en el fortalecimiento de nuestra democracia, generando el nacimiento de una nueva República. Podemos seguir pensando en aquella refundación pendiente para alcanzar la soberanía popular que exige a sus representantes el deber del “mandar obedeciendo”.

Alex Ibarra Peña.
Colectivo de Pensamiento Crítico:
“palabra encapuchada”.

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