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Reglas para el juego vs. reglas de vida digna. Por Luis Osorio

En estos días en que el cuestionamiento al modelo económico y las evidencias de sus injusticias, la frase que ha sido mandata en la derecha para incluirla en sus declaraciones, es respecto a las reglas de juego, adjuntando la palabra populismo.

Desde la visión ciudadana, observo que no se trata de lo uno ni lo otro, sino que el concepto y aún más que algo conceptual, se pone de relieve la vida digna. El ser humano a lo largo de toda su existencia merece una vida digna, y no hay nada que justifique que para unos sea más que para otro el alcanzar ese nivel.

Asegurada una clara línea base de dignidad, es cuando comienza lo no imprescindible, la definición exacta de las componentes de vida digna, con todo lo que ello significa debe quedar al descubierto y no expresada de manera solapada.

Había una época, en que la tendencia era incorporar en la cultura de las personas, el guardar para el futuro y ello significaba, pensar en el ahorro. Partir por el ahorro familiar y luego la decisión personal de según lo ganado fruto del trabajo, hacer una reserva para más adelante.

Dentro de lo racional, y siendo que el ahorro no es un recurso ilimitado, se debe propiciar un estilo de vida sujeta a la satisfacción de lo esencial, garantizando la trayectoria de lo digno desde que se nace hasta que se muere y por ende la calidad de vida.

Con lo anterior se echa por tierra, una condición de vida sustentada en el endeudamiento y consumismo, bases del sistema económico actual. En medio de crisis, surgen oportunidades. Tal vez en los peores escenarios, pero se trata del momento en que ni siquiera con la imaginación de las condiciones más adversas, se había anticipado un riesgo de magnitud, que forzarían la visión de cambios hacia algo diferente.

Este preámbulo, es para reflexionar acerca de lo que se discute en estos días en el parlamento sobre el retiro de los fondos de pensiones. Por cierto, que no es un lugar tan validado en lo institucional, pero la temática tratada es de interés nacional que va más mucho más allá del hemiciclo, y tiene relación con la convivencia entre las personas y la relación económica que se vive entre todos, expresadas en una enorme desigualdad y el haber convivido en una estructura de fragilidad.

Se esgrime, en una lógica de tiempo pasado, antes de la pandemia y antes del estallido social, que había ideas del cambio de lo previsional. Pero las fórmulas expuestas, son el aumento de la edad de jubilación y del porcentaje de la cotización previsional. Ambas opciones carentes de dignidad. El trabajar más, en base a condiciones laborales que muchas veces no son las más promisorias, produce un desgaste que claramente haría llegar a una vejez deteriorada, y con la finalidad de sumar dinero para una trayectoria de vida alejada de elementos que otorgan una vida mejor.

La otra fórmula que probablemente quienes la promueven, la tengan como complementaria a la anterior, es el aumento de las cotizaciones previsionales, pero cabe la duda de si se trata de algo que implica una disminución del salario y por tanto en una calidad de vida más restringida, o bien en el aumento de recurso suministrado por el empleador, para poder enterar una cotización más alta. Esta última posibilidad bajo la concepción de ciertos sectores, y en esa visión del modelo que en este momento se encuentra en su máximo punto de amenaza y debilidad, lo situarían como un riesgo para una mayor cifra de desempleo.

Todo lo descrito es parte de una realidad social precaria, injusta e inhumana. No se trata de un juego y nunca se puede apreciar como tal, se trata del justo derecho a vivir bien, parte de los derechos humanos esenciales.

Al transgredirse las reglas del juego, el juego que se impone es de quienes se han formado en el juego de los negocios, donde unos ganan y otros pierden. Unos fijan las reglas y los otros las tienen que acatar. Eso no es vida y tampoco sociedad justa, considerar lo social y la vida sujeta a reglas de juego, hacen pensar en un avanzado deterioro de la calidad de humana, la sociedad debe tener el imperativo de reglas de vida digna como opción única e indiscutible.

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