Cumplido los 12 meses del 2024, el sistema político chileno ya concentra interés para enfrentar las siguientes disputas electorales de este 2025. No obstante, el 2024 permitió indicadores electorales sustantivos que proyectan alianzas y acuerdos nacionales, en función de las relaciones espaciales de poder que se configuraron como resultado de las elecciones subnacionales en concejalías, alcaldías, consejerías y las gobernaciones regionales. Es decir, el dato político-electoral y territorial subnacional, invita a diseños inteligentes, que se inauguran con las elecciones primarias, el 29 de junio del 2025 y luego el 16 de noviembre la elección de primera vuelta más las listas de congresistas, culminando con la muy segura segunda vuelta presidencial, el 14 de diciembre de este año.
Esto, someterá a prueba al ya fragmentado arco del sistema de partidos vigentes y con representación territorial y su conjugación en el Congreso Nacional.
Hacemos hincapié en el ámbito territorial, pues cada día (siempre, sólo que ahora se evidencia más), toman más enjundia las necesidades locales, provenientes desde una dinámica geografía de la multitud, absorbidas, desproporcionadamente, por las síntesis nacionales . Por ello importa el dato territorial – electoral, en las distintas escalas que se consolida. Como resultado de ello, tal cuestión debería formalizar programas de proyectos políticos electorales para decantar en globales y no al revés. Que las necesidades expresadas en localmente sumen a un programa nacional. La regla sería, que el Estado proporciona derechos sociales, más allá de los estándares tradicionales (sexo, edad y NSE), visibilizando las realidades territoriales, dejando plasmada la identidad territorial, expresándolas por medio de propuestas electorales locales-regionales.
Si bien todas las fuerzas políticas sacaron cuentas alegres de sus desempeños electorales y de elegibilidad en 2024, es evidente que una parte importante de las mismas no pudo concretar su máxima expectativa y tienden a responsabilizar a otros por la falta de participación propia, dejando entrever un modelo de sociedad basada en la competencia más que en el desarrollo colectivo. Nuestra sociedad conjuga más verbos individuales, que aquellos que alcanzan resultados gracias a la integración de esfuerzos colectivos. Esto quedó en evidencia en las elecciones unipersonales del 2024.
Mientras en las elecciones de Alcaldes se buscó integrar fuerzas político-sociales diversas, los resultados permitieron metas relevantes. Pero en las elecciones de Gobernadores, donde se desdibujó el modelo unitario, los resultados no fueron los mejores para una u otra coalición, mientras que en las regiones donde se mantuvo, los resultados fueron positivos. La unidad requiere un proyecto político que guie el comportamiento de los partidos, como organizaciones capaces de representar las identidades territoriales, pero además la identificación clara del adversario.
La unidad es una acción esquiva en una sociedad que reconoce y valora las individualidades. Por ejemplo, la reiteración del mensaje de la asociación de AFP, respecto de la propuesta de reforma a las pensiones, cala hondo en las personas, pues expresa el valor de lo propio, mientras el modelo de pensiones que busca garantizar la seguridad financiera de los jubilados y la sostenibilidad del sistema a largo plazo, quienes, con ingresos menores, no han podido sostenerse y requieren de un Estado que aporte social y económicamente, se desdeña, y más aún, cobra sentido la siguiente pregunta ¿por qué financiaré al flojo o irresponsable que no se preocupó de sus cotizaciones?
No obstante, hay sectores, grupos y personas que pueden sobresalir por su historia e impronta, lo que ayuda a la construcción de consensos, pues ayudan a aunar criterios que pueden dar conducción a las reformas que el gobierno tiene proyectadas para el presente año.
Desde ahí, sólo considerar o recordar (ya que es sabido), que las pensiones de la indignidad gestionadas desde el sistema de AFP (sin perjuicio de los pilares solidarios), no tienen el mismo impacto en el Chile urbano que en el rural, que la seguridad pública no tiene el mismo impacto en las comunas populares que en las medias o pudientes y, qué indicar entre las urbanas y rurales. La salud y sus listas de espera, se dibujan de una manera muy similar que las anteriores y así todas las variables que explican el devenir histórico y coyuntural del país.
Ocupación especial deben recoger estos proyectos políticos de desarrollo nacional por la relación entre recursos naturales, medio ambiente y desarrollo, colocando un foco profundo en el incremento del valor agregado, proyectado a las mayores posibilidades industrializadoras (¿o es muy irreal esto?), donde la innovación permanente, consolida no sólo la competitiva comercialización, sino que también la mejor posición geopolítica en un vertiginoso comercio global, que como ha demostrado la historia, siempre comporta una voluntad por influir en profundidad política nacional, desde los poderes globales. Identidad y proyectos políticos de desarrollo nacional, salvaguardando las particularidades regionales y locales, son los desafíos que los partidos políticos deben integrar en sus discursos. Pues, ineludiblemente comportan relaciones espaciales de poder, quedando parcialmente refrendadas ellas, en un primer tiempo en las elecciones subnacionales, pero quedando expectantes para este 2025, lo que implica el cierre de este ciclo electoral (2021-2025).
Cabe indicar, como una nota al pie, que termina no siéndolo, por la relevancia en la administración de la gobernabilidad y gobernanza del país, con más o menos fragmentación y desconfianza hacia la política que, a este gobierno, le ha correspondido en cada uno de sus años de función, tener una o dos elecciones de corte nacional y en el ciclo 2023 y 2024, de corte regional y local. Todos los gobiernos anteriores, enfrentaron elecciones en una parte de sus mandatos, no en cada uno de sus años de gestión.
Lo anterior, ha puesto a prueba la valoración del mismo, evidenciándose, además en las encuestas que un tercio de la población valora y/o se identifica con el gobierno, quedando corroborado ello, en las últimas elecciones. Por ello la construcción de consensos vinculantes , a propósito de las reformas que se deben y requieren materializar, no parten de cero o solo cuentan con el apoyo de las bancadas congresales, sino que tienen un arraigo ciudadano. No considerarlos sería un error, que los adversarios de las reformas podrían pagar caro, en código electoral.
En fin, identidad, proyecto político, relaciones espaciales de poder (electoral y más), particularidades locales, regionales tienen un encuentro para la materialización de consensos entre la propia particularidad y lo colectivo, en la necesidad que el Estado (suma de la sociedad), apoye a pensionados cuyos ingresos no permiten una jubilación digna, entre otras justas y dignas reivindicaciones.
Hernán García Moresco, Magister© Ingeniería Informática USACH. Diplomado en Big Data Universidad Católica. Diplomado en Ciencias Políticas y Administración Pública. Universidad de Chile. Licenciado en Educación en Matemática y Computación USACH
José Orellana Yáñez, Doctor en Estudios Americanos Instituto IDEA-USACH, Magister en Ciencia Política de la Universidad de Chile, Geógrafo y Licenciado en Geografía por la PUC de Chile. Integrante del Centro para el Desarrollo Comunal Padre Hurtado.