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Relatos sobre cabildos recopilados por Ximena Valdés y Marcelo Garrido*

Luego de un mes de multitudinaria presencia de gente en calles, plazas, carreteras, ciudades grandes y pequeñas, en Chile se restituyó esa palabra olvidada: “pueblo”. Quienes abrieron la puerta a la reaparición de esta palabra negada fueron los estudiantes invitando a las evasiones en el metro. Luego se fueron constituyendo comunidades de voces en una enorme dispersión social y territorial de manifestaciones callejeras, asambleas y cabildos afirmando un proceso político que se manifiesta como una verdadera “rebelión del coro” (Nun, 1989) a lo largo de nuestra geografía. Entre toda esa enormidad de voces surgen como grandes latidos de un pueblo atropellado en esta rebelión de la calle, la exigencia de dignidad, respeto, freno al maltrato y al abuso para instalar como meta la Asamblea Constituyente. En ese contexto hemos querido recoger voces de jóvenes estudiantes:

Asamblea de Niños y Niñas
Villa Bicentenario de Melipilla
Amanda Castellanos _10 años.
Programa Abriendo Caminos:

“Me gustó participar de un Cabildo para niños, nunca había ido a una asamblea y haber firmado un petitorio con mi mano. De todo lo que está pasando el tema que me parece más importante es que no maltraten a las personas que están marchando porque están manifestando lo que piensan y sienten, además me parece bien que nos tomen en cuenta a los niños que también tenemos opinión y que es más importante y bueno si nos reunimos con otros niños a decir lo que pensamos y creemos”


Jornada Territorial
Parque Bustamante
María Orellana Bravo
20 años
Estudiante de Danza, UAHC

“Este 12 de noviembre las calles reafirmaron nuestra convicción que no descansaremos hasta recuperar todo lo que es nuestro y fueron miles de trabajadores, estudiantes, pobladores, familias enteras que salimos a las calles. Con mis hermosos vecinos y vecinas, que he conocido en estas últimas semanas, organizamos para esa tarde una jornada territorial en nuestra esquina donde nos juntamos a cacerolear todos los días (y de pasada nos preguntamos cómo estamos y nos seguimos conociendo): Armamos quemadores, fritanga, mesas, sillas, termos, juguito, azúcar, té, café, salsitas para sazonar y cualquiera colaboración regalona de la vecindad. Pintamos un muro negro para pegar los rostros de nuestros muertos, velitas para conmemorarlos.

Sopaipillas con pebre para quien pasa. Sobre todo para los hambrientos que bajaban para la zona sur desde la Alameda.

Y un micrófono abierto donde nos regalaron poesías, temas propios, temas para corear, temas para mochear y mis sobrinos hasta contaron unos chistes. La jornada terminaba y mi corazón estaba hinchado de gratitud por sentir la comunidad linda que vamos forjando. Estábamos desarmando, quedábamos como 20 personas ordenando el espacio (que es la vereda apropiada) cuando sentí un impacto muy fuerte en mi rostro, muy cerca de mi ojo derecho. Otro vecino también fue impactado. Me toqué y chorreaba sangre, mis manos, mi rostro mi polera. No entendía de dónde llegó el disparo, no alcancé a ver pacos cerca. Exploté en llanto, pero no de dolor, sino de rabia, de impotencia y de pena. Les violentaba vernos juntos en un espacio público compartiendo sopaipillas, sonrisas, miradas, historias. Les violentaba vernos organizados honrando a nuestros caídos. Les violentaba que nos encontráramos porque saben que cuando nos afiatamos somos terrible de fuertes. Les violentó a tal punto que cobardemente me dispararon al ojo, pero como la fuerza siempre me acompaña me llegó a menos de un centímetro de él.

Sigo alegre porque la jornada salió hermosa, mejor que nuestras expectativas. Sigo alegre porque ese perdigón cobarde me reconfirma que nos temen juntos y juntas vamos por ese ancho camino con nuestro canto unido. Que perseguiremos con todo, todo lo que anhelamos.

Prontito saldré de esta, me tendrán que operar para sacarme el perdigón y probablemente me quede una citatriz en mi rostro. Pero saliendo de esta nos reencontramos en la calle, en las asambleas, en la rueda, en las plazas, en los bailoteos. La UAHC donde estudio y toda su gente se han portado como familia.
¡Cariños y vamos que vamos!”


Cabildo La Florida
Consuelo Saavedra Vera
27 años. Estudiante Magíster en Geografía, UCh

“El 26 de octubre, a una semana de ese viernes histórico que muchas generaciones jamás olvidaremos, nos reunimos en el “centro cívico” de La Florida junto a vecinas y vecinos en uno de los primeros cabildos que se realizaban en el sector y en la comuna, dentro de este contexto tan (in)esperado y violento.

Previamente a que se abriera el micrófono -guiado por unas preguntas base que servían de eje para reflexionar en torno a la coyuntura y a la idea de asamblea constituyente-, algunas y algunos bailaron un pie de cueca junto a uno de los clubes vecinales, que tradicionalmente se reúnen ahí.

El cabildo esperó, porque los espacios son de todos... Al menos eso era lo que todas y todos decíamos.

Un cabildo en La Florida; muchos cabildos en Chile. ¿Qué es, exactamente? ¿En qué consiste? ¿Qué debemos decir? No todos sabíamos bien a qué nos enfrentábamos, pero había un par de cosas que se podían leer claramente: necesidad de reencontrarnos como habitantes de una misma comuna y de un mismo país revolucionado; hablar de las percepciones y dolores personales; contar quiénes éramos, qué pensábamos, qué sentíamos.

Éramos entre 40 y 60 personas, algunas y algunos vivíamos en la comuna, otros encontraron este espacio como una oportunidad para hablar, dialogar, saber, conocer y entregar.

Todas y todos reconocimos que nos habíamos olvidado; no sabíamos cómo enfrentarnos a la instancia colectiva entendida como el acto político más poderoso que una sociedad podría tener. Sabíamos que nos habían hecho olvidar. Sabíamos que la desarticulación se había constituido como nuestra peor debilidad y se había consolidado como la mejor arma de un Estado que nos quiso mantener acallados y oprimidos durante décadas.

Lo principal era la Asamblea Constituyente, borrar de nuestra historia (e incluso de nuestros genes) este manual que se siguió al pie de la letra para aplicar el neoliberalismo. Se reconoció el sistema capitalista como uno de los fundamentos base de la crisis, así como también, por parte de los grupos de adultos mayores (personas entre 70 y 80 años), que nos instó a los más jóvenes a perder el miedo a la “política”. Se nos reiteró de la necesidad urgente de empoderarnos, que en cada segundo de la vida, estábamos precisamente haciendo política.

El espacio de encuentro y de rearticulación finalmente fue el reflejo más honesto de una necesidad de hablar, de compartir. De volver a observarnos, de volver a saber quiénes éramos, qué significábamos en términos de nuestra historia, de nuestras experiencias.

Esa necesidad que muchos creímos sepultada, o incluso algunos la creímos como parte de una fantasía, se convertía en el lazo más fuerte y común que pudiéramos tener. No solo era necesidad de vernos en el espacio, es decir, de salir de nuestras individualidades y particularidades de los hogares, sino que aparentemente se constituía como una necesidad de hacernos saber que cada uno existía. El temor de ser olvidados, el temor a ser explotados, el temor a fracasar en esta oportunidad única de lucidez colectiva.

Descubrí (implícitamente), que la necesidad era de ser en colectivo y de estar donde fuese necesario para que dicha condición de colectividad, pudiéramos lograrla.

Posterior a esta ruta de historias particulares y de narrativas pseudo olvidadas, surgió la desazón: ¿Seremos capaces de mantener la colectividad? ¿Seremos capaces de articularnos de manera hábil y concreta para vencer el individualismo? Probablemente seamos capaces, pero, ¿existe alguien a quién le interese que seamos capaces de vencer la violencia, represión, etc.?”

— 

Cabildo Los Placeres-Valparaíso
Francisca Bayer Valenzuela
25 años. Psicóloga, PUCV

“Desde el domingo 20 de octubre, todo dio un giro de 180 grados. Empezamos a reunirnos con el sonido de los cacerolazos en cada toque de queda, reconociéndonos como vecinos y residentes de la puntilla de San Luis. Realizamos un encuentro en el atardecer, una once comunitaria: queques recién salidos del horno, agüitas de menta cosechada en los balcones, sillas para quienes no podían permanecer de pie. Y así siguió el encuentro, conociendo nuestros nombres, caras e historias.

“Cabildo en el sector de Los Placeres”, imagen que comenzó a divulgarse y que, durante el esperado día, reunió alrededor de 40 personas del sector en una calle abierta. Cuatro vecinos y vecinas organizaban el encuentro, proponiendo una forma lúdica y reflexiva para trabajar en los que nos convocaba. La vecindad había traído cositas para comer, jugos y galletas. Nunca había participado de una instancia así: cada uno nombraba sus deseos sobre cómo le gustaría vivir en el país, para luego, realizar deseos en conjunto, que llevaremos a áreas de trabajo, con sus objetivos y propuestas finales. A partir de lo anterior, se conformaron comisiones de cada área, reuniendo distintas historias, experiencias, expectativas y miedos de cada persona, nos invitamos a nuestros hogares, compartiendo y debatiendo en qué Chile y en qué Placeres queremos vivir.

Entre los 40 asistentes, estábamos de acuerdo que esta realidad no debía terminar, compartíamos deseos similares y estábamos dispuestos a trabajar en conjunto para lograrlo. Cada quien compartía desde su experiencia y área por donde se movía en esa rutina cansadora y desgastante, si alguien no entendía se daba el tiempo para explicarlo mejor, aportando desde cada conocimiento y experticia. Me gustaba ver cómo nos organizábamos, relatando nuestros dolores y esperanzas, aunque nunca alguien me enseñara antes. No tuve educación cívica y en ese momento la estaba aprendiendo.

Mi experiencia en el cabildo fue una llama de esperanza, de volver a pensar en comunidad, a saber que si trabajamos en conjunto podemos cambiar lo que queramos, somos dueñxs de nuestras formas de vida, que nadie nos quite nuestros derechos y nos falte el respeto y la dignidad. El cabildo me hizo recordar que la vida es en comunidad y que sí es posible vivirlo en esta sociedad neoliberal, capitalista, patriarcal. Hizo que nos volviéramos a mirar para empezar a relacionarnos y retornar a la tierra”.


Tres Poniente, Maipú
Fernando Núñez Ulloa
26 años
Estudiante de Danza, UAHC

“Era la noche del 22 de octubre, veníamos de vuelta con mi hermano de una jornada de protesta en Plaza de Maipú, el descontento social ya había estallado y no fue necesario enterarme de una convocatoria para seguir la necesidad de ir a manifestarme al centro de la comuna, en donde he vivido y desarrollado la mayor parte de mi vida junto a mi familia y amigos. El camino de vuelta fue bastante duro, la noche anterior había comenzado el toque de queda y su hostilidad se hacía sentir con agudeza en las calles. En cualquier momento podría aparecer frente a nosotros un piquete de militares a amenazarnos con todo el aparataje bélico y moral que disponen, incluso podrían cobrar nuestra vida si quisieran. A pesar de aquello caminamos de vuelta a nuestra casa victoriosxs y motivadxs. A media mañana del día siguiente asistiríamos a una asamblea en el Parque Tres Poniente, a dos cuadras de nuestra casa, en frente del colegio en donde estudiamos un par de años hasta el 2006. Por primera vez, nos reuniríamos con vecinos y vecinas a conversar sobre la contingencia.

Salimos de nuestra casa hacía el parque. De camino confirmamos lo que solo hasta ahí era un rumor, una sábana blanca rallada con pintura negra anunciaba que la Asamblea Autoconvocada de Tres Poniente se celebraría ese miércoles 23 de octubre a las 11:30 hrs. Aquel lienzo también invitaba a aportar con ingredientes para cocinar tallarines salsa de tomates y verduras. Llegamos bastante tímidos y curiosos, aunque nos acogieron de inmediato recibiéndonos tranquilamente. Era bastante contradictoria la sensación de aquel momento si se compara con la tarde anterior de vuelta a la casa. No conocíamos a nadie, lo cual ofrecía posibilidades infinitas de diálogo. En nuestro caso, y en el de la mayoría de quienes iban llegando, la introducción al grupo comenzó declarando nuestro nombre y procedencia.

La mayoría vivía bastante cerca, sin embargo, un chico anunció que su casa estaba en Cerrillos, y que se encontraba entusiasta de participar en un espacio como aquel. Las edades eran diversas, si bien no fue tema de conversación, estimo que irían desde un bebé nacido la semana anterior hasta dos mujeres de mediana adultez.

El ambiente era informal y acogedor, las conversaciones fluían bajo la sombra de los árboles mientras se cocinaban los tallarines que en un rato compartiríamos. Aquella dinámica se mantuvo hasta el almuerzo, para ello nos sentamos en un gran círculo que nos permitió mirarnos a las caras y encauzar de a poco el dialogo hacia lo que nos convocaba a aquella instancia. Alzando la mano entonces fuimos tomando la palabra. Allí nos reconocimos en la precariedad -en distintos modos- de nuestras vidas; éramos estudiantes, trabajadores, dueñxs de casa, todos a la merced de un sistema de salud pública deficiente, con condiciones laborales cada vez más escuálidas, muchxs sometidxs a largos tiempos de viajes en uno de los sistemas de transporte público más caros de Latinoamérica, apenas llegando a fin de mes -no sé si a pesar, o gracias a las deudas- y expuestxs a la represión de carabineros y militares por protestar. Allí decidimos establecer comisiones de trabajo; primeros auxilios, alimentación y propaganda. De la mejor forma posible, nos organizaríamos para unirnos al movimiento en la calle. Acordamos asistir al día siguiente a la asamblea en Plaza de Maipú, y luego, desde ahí, ir en grupo a la marcha convocada en el centro. Comprendimos en ese minuto que a partir de aquel día necesitaríamos prepararnos y sostenernos en conjunto; tres chicxs que pertenecen a un colectivo de reivindicación mapuche a través de la lengua nos ofrecieron jugar linao, juego ancestral de preparación física, mental, espiritual, individual y colectiva para la guerra, según como nos explicaron en ese minuto. Este linao se sigue jugando todos los domingos en la mañana en nuestro parque.

Las Asamblea Autoconvocada del Parque de Tres Poniente se celebró sólo dos veces más. A pesar de que sus comisiones se disolvieron, aquel espacio nos ayudó a establecer vínculos entre personas que compartimos una realidad similar. Todxs vivimos cerca, compartimos una realidad precarizada y queremos que las cosas mejoren.

Hoy asisto regularmente a la Asamblea Territorial de la Villa San Luis II, de la que me enteré gracias a vecinos que conocí en la asamblea anterior. Nos encontramos compartiendo nuestros dolores y esperanzas, y poniendo cada uno a disposición de la asamblea su tiempo y ganas de trabajar. No sé si seremos capaces de elevar poderosos discursos a instancias importantes, pero anhelo profundamente que, de algún modo, aquella red de cooperación nos ayude a sobrellevar de mejor forma nuestras vidas que, muchas veces, son bastante difíciles de vivir”


Cabildo de Investigadores en Artes y Humanidades
Casa Arrau, Universidad Academia de Humanismo Cristiano
Nicolás Valdés
21 años
Estudiante de Producción Musical, UAHC

“Fue una grata experiencia haber compartido el cabildo organizado en la Universidad, también tomo en consideración que esa para mi es la manera de saber utilizar los espacios; y qué mejor que usar los lugares conocidos para organizar nuestras demandas por un bien común y un cambio radical en nuestra comunidad.

En el grupo en que participé, ya se encontraba gente titulada y con bastante conocimiento; era un grupo heterogéneo en el cual había abogados, escritores, profesores, etc., lo que llevó a discusiones muy interesantes e importantes sobre esta contingencia social necesaria e inesperada. Nuestro grupo tenía que analizar de qué manera las humanidades y las artes podrían cooperar en este momento de transformación social. Para mí fue una lluvia de información increíble, recibiendo tantos datos importantes para tener en consideración a lo que apuntábamos que sería el principal objetivo: una Asamblea Constituyente.

Una acertada crítica que se hacía en el círculo, era hacia la educación neoliberal que está presente en casi todas las instituciones de educación. Participar de los conocimientos que hemos construido como sociedad o tener condiciones para poder estudiar son formas de privilegio al cual no todxs pueden acceder. Se comentaron todos los actos ilegales del presidente y también del actuar inusual de la policía. Se llegó a compartir ese dolor por todas las víctimas que fueron afectadas por las violaciones a sus derechos humanos.

Pude ser testigo de cómo el conocimiento está muy monopolizado, ya que en otras asambleas de barrios o de organizaciones que he asistido, no se utiliza tan frecuentemente el tecnicismo o datos en concreto que son de gran importancia en este momento.

A pesar de que la información muy útil y acertada, siento que faltó la manera de accionar estas ideas y el plantearse de cómo llevarlas a cabo en distintos territorios, ya sean juntas de vecinos, barrios, etc. Porque las ganas de aportar en este cambio están presentes, pero no se conocen los modos o medios por falta de conocimiento en ciertos puntos, como por ejemplo las leyes.

En mi opinión, creo que el punto de cambio y epicentro al que hay que apuntar son los barrios, porque ahí se encuentra la mayor cantidad de gente que sufre las injusticias del neoliberalismo, la gente que tiene que sacrificarse de lunes a domingo por mantener un hogar en pie, esa misma comunidad que tiene que aguantar una mala calidad de vida, salud, educación, transporte, vivienda y un sinfín de derechos ausentes. Pero siento que hay que saber cómo transmitir esa información y pasar de un lenguaje tan letrado a algo más simple y que sea entendible, ya que como mencionaba anteriormente el conocimiento está bastante monopolizado en un cierto sector.

Por otro lado, creo que las relaciones con el gobierno de Sebastián Piñera deberían cortarse, porque con todo lo que han hecho últimamente nos han dejado en claro que no bajarán los brazos, ya que son más importantes sus ambiciones que una equidad y justicia en esta sociedad, con esto queda explícito en nuestros ojos, que si queremos un cambio tiene que ser por parte y construido por nosotrxs como comunidad, que luchemos por un bien común y ya basta de "repartir mal la torta".

Aprovechando este espacio, hago el llamado para centrar nuestra organización en los barrios y levantar las problemáticas que suceden y que muchxs desconocen. Si el cambio no es positivo para nuestro pueblo, en verdad ese cambio no sirve para nada.

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La Calle
El metro Ñuble en el estallido social
Isidora Utreras Rodríguez
Estudiante de Geografía, UAHC

“El día viernes 18 de octubre me encontraba durante la tarde con amistades, reunidos para distraerse luego de una semana de trabajo en la Universidad. Tenía que llegar a mi casa para avanzar en la segunda entrega de mi tesis. A eso de las 7:00 de la tarde mi madre me llamó para decirme: “¿hija donde estas?, ándate pa’ tu casa pues los pacos están reprimiendo”. Me encontraba en el barrio Bellavista y convencí a mis amigos de irnos. Al llegar a Plaza Italia, nos encontramos en la línea de enfrentamiento entre encapuchados y carabineros. Tenso el ambiente, el metro había ya cerrado en todas sus estaciones, la gente intentaba devolverse a sus casas y a Plaza Italia comenzó a llegar gente que gritaba “Chile despertó”: era el inicio del estallido social.

Al llegar a la casa de mis abuelos cerca de Villa Olímpica no pude encerrarme y opté por quedarme en la calle donde la gente se empezó a concentrar y a volver a aquello que se había perdido en todos estos años: dialogar, conversar. Yo estaba dividida ente la manifestación y el cuidado de los locales que están en las afuera del Metro Ñuble que pertenecen a gente de la tercera edad (como mis abuelos) quienes llevan viven de eso pues sus jubilaciones no alcanzan. Había dos barricadas, esa noche estábamos todos reunidos ahí tocando cacerolas, gritábamos, era un ambiente de alegría y unidad, pero también de tensión. Esa misma noche un grupo de personas intentó entrar al Metro y carabineros llegó rápidamente para dispersarnos a unos y a otros, a los que atacaban el Metro y a quienes habíamos decidido a salir a la calle. Nos lanzaron bombas lacrimógenas a destajo, desde distintas calles lanzaban sin pensarlo, había gente de la tercera edad como mis abuelos, niños, pero nada les importó. Tuvimos que correr, mi abuela se comenzó ahogar, corrimos hasta la casa. Llegamos apenas, sentí mucho impacto por lo que estaba viviendo. Intenté descansar con un conjunto de emociones que se mezclaron esa noche, pero lo más fuerte fue el miedo ante tamaña represión de carabineros.

La noche siguiente la calle volvió a hablar. Y nosotros hablamos en la calle de esperanzas y sueños. Una gran cantidad de personas reunidas en la esquina de Carlos Dittborn con Vicuña Mackenna, decidimos encontrarnos y cacerolear. La situación fue muy tensa cuando un grupo de personas logró entrar al metro y comenzaron a incendiar a un costado de la entrada. En esos momentos se vivió la máxima tensión, estaban todos los dueños de los locales- entre ellos mis abuelos- tratando de controlar la situación, pidiendo por favor que el fuego no se viniera hacia los locales, que los locales no pertenecían al Metro…que había gente de esfuerzo, que algunos eran sus propios vecinos. El diálogo se tornó confrontacional, el fuego comenzaba a aumentar, hasta que bomberos logró hacerse cargo de esa situación. Mientras los vecinos seguían manifestándose carabineros volvió para dispersar a las personas con bombas lacrimógenas.

Las próximas noches ya con toque de queda se vivía una constante tensión, mis abuelos salían a mirar su local, mientras los militares estaban en la calle, pensando en que debían cuidar su única fuente para vivir. El temor de que les pasara algo sabiendo lo que ocurría en los toques de queda me invadía. Viví esos días, diferentes emociones. Por un lado, alegría y esperanza de encontrarnos en la calle con los vecinos y manifestarnos a través de la conversación y el caceroleo; por otro lado, el descontento, la rabia de muchos que en su actuar no lograban diferenciar aquello que con tanto esfuerzo consiguieron algunas personas de la tercera edad para seguir trabajando; y por último, la desazón por el actuar violento de Carabineros quienes de tanto en cuanto intervenían el lugar”


Cabildo El Bosque y La Bandera
Darko Villanueva Gálvez
25 años
Estudiante de Geografía, UAHC

“El estallido social que ocurre en nuestro país ha ido articulando un sin fin de demandas sociales que son reflejo de una acumulación de injusticias que la sociedad civil, la población ha tenido que padecer tras décadas de regímenes de gobierno elitista. Hemos sido víctimas por años de un sistema neoliberal perverso, que ha acumulado una serie de críticas de diferentes grupos sociales en todos estos años y que ahora ha explotado como una bomba de tiempo. Nunca pensé en que viviría un movimiento social tan fuerte y grande que emergiera desde la espontaneidad, sin líderes, sin partidos políticos que convocaran a la movilización. Esto es un modo de despertar liberador que emerge del ser humano, cuando se ve fuertemente violentado por un modelo económico que impacta en la vida social.

Este despertar por diferentes demandas de grupos sociales, ha generado la emergencia de encuentros territoriales, denominados por algunos como cabildos. Estos persiguen la reunión de pobladores, el diálogo y la generación de discusiones sobre las demandas al sistema económico y político imperante. El estallido adquirió la cualidad de proceso y como tal, tiene algo de histórico. Me tocó participar de instancias como estas en la comuna de El Bosque y en la población La Bandera. Si bien la población parecía dormida, hoy en esos encuentros es posible destacar la conciencia sobre el mayor poder político que es posible construir desde la comunidad. En términos generales, las discusiones que se dan en estos espacios, muchas veces están conflictuadas por la diversidad de opiniones y experiencias prácticas que los participantes traen: desde gente que todavía tiene reservas con la política a otras que tienen reparos con el "hacer política"; desde unos que conocen sobre temas constitucionales a otros que no han tenido acceso a una formación ciudadana con énfasis en los temas constitucionales. Sin embargo, los cabildos que se dan a nivel de población- territorio-barrio, han permitido una conexión impresionante entre los habitantes, un punto de encuentro de discusión, aprehensión y formación política. Esto nos ha permitido escucharnos, vislumbrar los problemas que afectan a la vida cotidiana de los territorios donde convivimos desde diferentes experiencias. Muchos de estos problemas son comunes a los habitantes de un territorio y su expresión material es enunciada en los los relatos de pobladores: abusos, necesidades elementales de la vida no satisfechas, precariedad del trabajo, el tiempo que se invierte en las jornadas laborales y los trayectos al trabajo, los costos de la vida, los ingresos económicos en cuanto a los salarios mínimos, el sistema de salud inhumano, el sistema de pensiones miserable, el costo de la educación, entre otros.

Mucha gente adulta aún tiene algo de miedo, quieren que mejore todo, pero deben seguir trabajando. <>, señalan algunos, mientras los fantasmas del desabastecimiento, la pérdida de empleo y una posible crisis económica les toca fuerte. Pero lo importante y más destacable de todo, es que la gente despertó de diversas formas. Se está generando paulatinamente un empoderamiento político fuerte. La ciudadanía está totalmente decepcionada y desilusionada de la institucionalidad pública y toda la clase política del país. Al mismo tiempo que esperanza, existe una desconfianza frente a la forma de resolución que la clase política -altamente arrogante- buscará para este conflicto social.

*Geógrafos. Profesores Escuela Geografía, Universidad Academia de Humanismo Cristiano.

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