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Respuestas posibles a la pregunta de octubre. Por Jorge Brower Beltramin

El 18 de octubre del año 2019, Chile se vio conmocionado por una manifestación social que se prolongó por meses. Millones de chilenos y chilenas marcharon por todo el país, expresando su indignación por las condiciones de vida, impuestas por un sistema económico que no les permite desarrollarse con dignidad. Junto a estas protestas, vimos expresiones de violencia que tuvieron al país al borde del descontrol y el caos. A poco andar, se hace necesario pensar críticamente lo sucedido, más allá de un ejercicio politológico o académico, para responder de la manera más efectiva, los legítimos reclamos de la ciudadanía. Todas las posibles respuestas a lo ocurrido, deben concurrir a una mirada que permita la adecuada y pronta reacción de la clase política que gobierna el país, siendo la única opción para estabilizar nuestra democracia tan cuestionada por chilenos y chilenas.

El año recién pasado (2022), el sociólogo y académico de la Universidad de Chile, Manuel Canales, hizo el ejercicio, muy necesario a nuestro entender, de comprender y explicar lo que se ha denominado, de manera común y más o menos consensuada, el estallido social del 18 de octubre de 2019 en Chile. El texto, titulado La pregunta de Octubre. Fundación, apogeo y crisis del Chile neoliberal, nos introduce, desde un análisis crítico, al desarrollo del neoliberalismo en nuestro país y su crisis, situación que finalmente habría desembocado en una de las mayores revueltas sociales que hemos tenido.

El análisis y las hipótesis explicativas desarrolladas, tienen un valor en sí mismas, ya que formalizan desde un marco teórico determinado y una metodología ad hoc, el evento del 18 de octubre de aquel año y, las posteriores acciones de protesta prolongadas en el tiempo. Lo significativo del trabajo de Canales, tiene que ver precisamente, con la problematización respecto a estos hechos, haciendo distancia entre el estallido social y una posible lectura explicativa del mismo. Sobre el recorrido histórico y político que llevó al país a esta situación, de tensión social extrema, aborda cuestiones insoslayables y determinantes para la vida del país en los últimos 50 años. La instalación del denominado neoliberalismo chileno, a comienzos de la dictadura de Pinochet y su consolidación en el tiempo, resulta ser la acción central, para comprender la andadura de los chilenos por esos años, en el marco de un régimen totalitario, que gobernó de manera discrecional y arbitraria al pueblo de Chile. La lógica mercantil se hizo presente en todas las dimensiones de la vida social, generando una nueva normalidad desde la que hemos tenido que pensar nuestras existencias individuales y colectivas, con la lógica del mercado, como señala el académico.

El trabajo de Canales representa una buena plataforma investigativa, para explorar desde su reflexión analítica, otras respuestas, tal vez planteando otros matices argumentativos que ayuden a explicar lo que sucedió en la primavera de 2019. Desde nuestra perspectiva, es posible pensar, con los mismos antecedentes históricos y políticos identificados por el autor, que la crisis en cuestión tiene que ver con una sociedad que, por un lado, se ve sobrepasada por la lógica del mercado, que regula ámbitos de la vida tan esenciales como la salud, la educación y las pensiones, haciendo muchas veces imposible, el desarrollo de los proyectos de los sujetos y sus contextos familiares y por otra parte, desde la cotidianeidad del día a día, no tiene otra alternativa de desarrollo o progreso. Se trata, efectivamente, de una impugnación popular, de una suerte de toma de conciencia colectiva, respecto de las frustraciones que se multiplican en miles de individuos por no poder acceder a instancias formales de movilidad social.

En nuestra línea explicativa, la crisis no se expresa desde una postura contrahegemónica, liderada por actores sociales que intentan, por medio de la revuelta y presión social, establecer un nuevo régimen o modelo político-económico que reemplace al vigente. No es posible identificar, en todo el arco de la manifestación, desde las acciones delictuales hasta las masivas marchas pacíficas a las que acude la familia en pleno, uno o más dispositivos ideológicos que funcionen como hojas de ruta, desde una nueva concepción de progreso o desarrollo social. A nuestro juicio, no se trata necesariamente de la protesta de los que sobran, sino más bien de la exigencia de estar dentro de un sistema, que ha sido indolente con las personas, para poner justamente al pueblo, en el centro del modelo neoliberal, al sujeto que exige una posibilidad de desarrollo en él.

Una prueba maciza de lo anterior, fue el resultado del plebiscito sobre la nueva Carta Magna. Mayoritariamente y como una expresión genuinamente democrática, el país rechazó la propuesta y dejó establecido con claridad que ese no era el mejor marco jurídico, para regir sus vidas ciudadanas durante las próximas décadas.

No sabemos a ciencia cierta lo que los chilenos y chilenas querrían aprobar como nueva constitución para la República, pero muchas señales, desde la sociedad que se ha articulado en este contexto neoliberal, nos dicen que no hay mayor voluntad de ir hacia políticas colectivas y solidarias que, sin embargo, se hacen muy necesarias.

Esto demuestra que los aparatos ideológicos validados y gestores del poder, no pueden cambiar en semanas, meses e incluso años, el modus vivendi de una sociedad en su conjunto. Es cierto que el neoliberalismo instalado en Chile, se abandonó a los juegos del mercado, sin regulaciones, poniendo un valor económico muy alto a la vida de chilenos y chilenas. Sin embargo, la voz del pueblo, no sólo rechaza un proyecto constitucional como el votado el año pasado, sino que también se muestra reticente a compartir dentro de un pilar solidario, parte de la nueva cotización, propuesta en el proyecto de reforma previsional.

Los chilenos y chilenas hemos tenido que vivir por décadas en este orden económico, cumpliendo apenas los deberes para educar a nuestros hijos o entregar una salud digna a nuestros ancianos. En ocasiones, simplemente hemos tenido que incumplir estos deberes, viendo morir a los más viejos en espera para una cirugía, o endeudando a los jóvenes para poder obtener títulos profesionales. Todo esto, da cuenta de la vida cotidiana y normalizada, de los ciudadanos y ciudadanas de este país.

Desde nuestra perspectiva, son estas y estos chilenos, el alma más genuina del estallido de octubre del 2019. Como señala Canales, son estos sujetos populares neoliberales, los que se han expresado, pero no necesariamente para asumir nuevas formas de resistencia u otras ya experimentadas en Chile y en el mundo. Creemos que la indignación de este pueblo movilizado, puede entenderse como la exigencia para ser considerados, en un sistema liberal que conecte de mejor manera con las necesidades reales de la gente. Sabemos que eso es posible y nos lo demuestran muchos ejemplos en el mundo.

Como señalaba Guattari hace más de treinta años, nos enfrentamos y somos parte, de un sistema capitalista mundial integrado, del cual es imposible salir. Lo que, si se hace factible, es anteponer a los proyectos de desarrollo económico, la vida humana y del planeta, que nos acoge como único y cierto hogar por mucho tiempo. Todas las expresiones de resistencia al modelo neoliberal, tales como las ONGs, la educación popular, entre otras, deben aportar diversas miradas, como parte de una solucionática integral a los problemas que nos apremian.

La indignación de los millones de chilenos y chilenas que participaron de las protestas, aquel 18 de octubre y las semanas posteriores, más allá de la violencia brutal mostrada en algunos casos, contra personas y bienes públicos, los saqueos absolutamente injustificados de supermercados y comercio minorista en general, puede ser entendida como la exigencia que hacen los chilenos y chilenas comunes y corrientes, para establecer un pacto social en el cual, el desarrollo personal y colectivo esté asegurado, sin necesidad de endeudamientos irracionales que condenan a las personas a extensos período de pago, con tasas de interés desmesuradas.

El estallido de octubre de 2019, representa finalmente una interpelación urgente y llena de angustia, que el pueblo hace a su clase política, más allá del gobierno de turno, para que se ejerza, como hemos señalado en otros espacios de reflexión, una gobernabilidad conectada con la realidad del país y consecuentemente, se desarrollen políticas públicas ejecutivas y orientadas a la acción, a través de una gobernanza vigorosa y concebida desde las necesidades de las diversas regiones del país.

El combate ideológico irrelevante, las ansias de poder y las ambiciones económicas de grupos particulares, dentro de nuestra sociedad, resultan ser una mezcla destructiva para cualquier proyecto de futuro. El ejercicio de una democracia moderna, sin complejos ni amarres a los poderes fácticos, anteponiendo la posibilidad de un desarrollo seguro para quienes habitan este país, se hace hoy una tarea prioritaria que no puede esperar. Como señalan Levitsky y Ziblatt, la democracia puede ser demolida por caudillos inescrupulosos que se aprovechan de las convulsiones sociales.

Es mucho lo que está en juego y las manifestaciones del 2019, fueron una caja de resonancia que sintetizó las demandas más relevantes. Los partidos políticos que sostienen la democracia recuperada, deben estar a la altura de las circunstancias y hasta el momento, no han dado señales de entendimiento de lo ocurrido en el país y por cierto de lo que sigue ocurriendo. No es el momento de recambios ideológicos abruptos y desconectados de nuestra historia reciente y pasada, tampoco es la hora de grandes discursos que anestesien las genuinas demandas de la ciudadanía para dilatar soluciones necesarias hoy. Los estallidos sociales pueden ser expresiones insoslayables, para enmendar el camino, corregir los errores y atacar nuestros problemas como sociedad, de una manera efectiva. Sin embargo, la revuelta social también se puede transformar en un devenir de violencia incontrolable, que termina por socavar los cimientos de una sociedad, para imponer regímenes populistas y autoritarios que sólo generan pobreza y destrucción.

Referencias:

Brower, J. (2015). Aportes epistemológicos para la comprensión de los conceptos de gobernabilidad y gobernanza. Revista Venezolana de Gerencia, 20(72), 630-646.

Brower, J. (2021). Cómo mueren las democracias, de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt (2018), 336 pp. Co-herencia, 18(35), 381-384.

Canales, M. (2022). La pregunta de Octubre. Fundación, apogeo y crisis del Chile neoliberal. Lom Ediciones S.A.

Guattari, F. (2004). Plan sobre el planeta. Capitalismo mundial integrado y revoluciones moleculares. Edición Traficantes de Sueños. España.

Levitsky, S., Ziblatt, D. (2018). Cómo mueren las democracias. Ariel

Prof. Dr. Jorge Brower Beltramin
Profesor Titular
Facultad Tecnológica
Universidad de Santiago de Chile
jorge.brower@usach.cl

“El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la posición de la Facultad Tecnológica de la Universidad de Santiago”.

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