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Retorno a clases presenciales. Por Humberto Palma O.

EL GOBIERNO PIDE LOS PLATOS, PERO PROFESORES Y DIRECTIVOS PAGAN LA CUENTA

Hace exactamente una semana, desde el Mineduc se filtró el documento «Orientaciones para el año escolar 2020. Preparando el regreso». De esta manera, el gobierno vuelve a poner sobre la mesa el tema del retorno a clases presenciales. Sin lugar a dudas, si el texto llega a oficializarse será lugar de nuevos y enconados debates. Su contenido es la epítome perfecta del actual modelo de administración educacional. Bajo la apariencia de orientaciones nos encontramos con un abultado paquete de exigencias para directivos, profesores y sostenedores. Las medidas van desde el distanciamiento en aula y comedores hasta la obligatoriedad del registro de asistencia. De esta forma, si el instructivo pasa la barrera de lo espurio, se convertirá en la herramienta ideal para endosar a los colegios responsabilidades que exceden sus competencias. Por ahora, las autoridades pueden insistir en que no es oficial, cierto, pero un alto porcentaje de sus contenidos y referencias lo son, y de aquí la invitación que hago a prestar más atención al fondo que a la forma.

Durante el último tiempo, somos los equipos directivos y profesores, quienes hemos debido correr, y hasta improvisar sobre la marcha, para rediseñar las comunidades escolares y así atender las diversas necesidades de nuestros estudiantes y de sus familias. De aquí entonces el agotamiento, preocupación y estrés en muchos de nosotros, que aumenta toda vez que no contamos con el apoyo y compromiso irrestricto de apoderados y parlamentarios. Pensemos ahora el escenario de retorno a clases presenciales. Además de las tareas propias de la docencia, presencial y remota —así lo considera el plan retorno—, deberemos convertirnos en terapeutas, trabajadores de la salud, cuidadores, inspectores de transporte escolar, orientadores familiares, asistentes sociales y expertos en control de pandemia. El abanico de medidas es tan amplio y acucioso que el personal con que normalmente cuenta un colegio para estos casos, es absolutamente insuficiente. Por lo tanto, nuevamente serán los profesores los principales encargados de poner en marcha este «impecable diseño», y asumir ante padres y apoderados la responsabilidad de cualquier error. A cambio de ello, el Mineduc contempla entregar algunas generosas dádivas a los sostenedores que reciben subvención escolar, como muestra de compromiso con las comunidades: alcohol gel, mascarillas y termómetros, entre otros chiches que promete el kit sanitario. De esta manera, la cartera de educación se asegura el derecho a exigir el cumplimiento de las «orientaciones».

Además de lo anterior, es cuestionable la forma en que el documento filtrado concibe las «clases presenciales». Entendemos que nada sustituye el aprendizaje que ocurre cuando dos o más personas interactúan en un mismo espacio físico. Pero al referirse a lo presencial, el texto incurre en una lamentable contradicción. Cuando aborda el tema referido al pago de subvenciones, no valida como presencial el trabajo remoto de los estudiantes. Pero, por otro lado, se asume dicho trabajo como la forma en que los profesores deberán enseñar a los estudiantes que no puedan volver de inmediato al colegio. Entonces, para un efecto el estudiante que trabaja en casa no cuenta, pero sí cuenta para otro escenario. Esto no concuerda con el actual Decreto de evaluación 67, que amplía el concepto de aula a «cualquier espacio de aprendizaje en el que hay interacción entre docente y estudiantes, por lo tanto no se refiere solo a la sala de clases» (Orientaciones para la implementación del Dec. 67. Unidad de Curriculum y Evaluación, Mineduc). La contradicción se debe únicamente al modo vetusto y obsoleto de calcular el pago de la subvención en base a estudiantes «encerrados dentro de una sala de clases».

Esperemos que esta crisis nos sirva para pensar, y no solamente administrar, nuestra educación. Tenemos la oportunidad de proyectar nuevas y enriquecedoras maneras de enfrentar las crisis y educación del futuro, con una implicancia más real y eficiente por parte de las familias y de las comunidades locales en general. Pero contrario a ello, el foco sigue puesto en los datos, en los protocolos y en la presión para un pronto retorno, tema que no hace otra cosa que sumar tensión a las comunidades educativas.

Humberto Palma O., Presidente Fide Sexta Región.

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