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Retrato de un mal perdedor. Notas sobre Piñera porno de Alberto Mayol. Por Cristóbal Olivares Molina

I.

Alberto Mayol sostiene en su último libro que, ya sea en su vertiente conservadora o liberal, la derecha histórica chilena ha muerto. Su sepulturero no habría sido la izquierda política ni los movimientos sociales sino que, paradójicamente, el personaje que la propia derecha encumbró como Presidente en dos ocasiones: Sebastián Piñera. Sin embargo, el pasado 14 de marzo de 2022, Mario Desbordes aseguraba en un canal de televisión chilena que Piñera estaría dipuesto a ir por un tercer período presidencial en la campaña 2025. Más allá de la extravagancia de esta declaración, cabe preguntarse si acaso podemos admitir con seguridad que el piñerismo y la derecha chilena han muerto de forma definitiva.

En lo que sigue voy a presentar unas notas sobre Piñera porno y algunas reflexiones suplementarias.

II.

Piñera porno se publicó algunas semanas antes de la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 21 noviembre de 2021. Mi primera impresión fue que se trataba de un texto demasiado apresurado para la coyuntura en la que se presentaba (y en cierta forma me lo sigue pareciendo). A fines de octubre algunas encuestas ya pronosticaban que Gabriel Boric estaba lejos de reunir mayoría absoluta en primera vuelta. Pero, como ya es sabido, el resultado fue todavía más perturbador la noche del 21 de noviembre: José Antonio Kast obtenía la primera mayoría parcial. De modo que, con un autodeclarado heredero del legado de la Dictadura Militar como el candidato con más claras posibilidades de convertirse en Presidente de la República, la tesis de Piñera porno parecía una apuesta apresurada. Con el pinochetismo todavía asediando los procesos democráticos en Chile, muchos vislumbraron la rearticulación de la otrora agonizante derecha chilena en una revitalizada modalidad neo-fascista, cuyo primer objetivo en el horizonte, sin duda alguna, sería demoler la Convención Constitucional en nombre del reestablecimiento del antiguo orden social. Sin embargo, tras los resultados contundentes del 19 de diciembre 2021, con el triunfo definitivo de Boric en segunda vuelta, la tesis central de Piñera porno pareciera haber encontrado por fin la oportunidad para confirmarse.

¿Pero acaso es del todo correcto decir que la tesis de Piñera porno se ha confirmado? Mayol define su último libro como una reflexión que se distingue de sus trabajos anteriores porque no se basa en datos contrastables. El lector de Piñera porno se va a encontrar más bien con un ensayo que no puede evaluarse bajo criterios de escritura academicista. Más bien, encontramos ejercicios sumamente libres de metaforización (de lo porno, de la muerte, del tiempo presente, de lo cinematográfico) cuyo objetivo sería enmarcar una determinada mirada sobre los “tiempos obscenos” que atraviesa Chile (1).

III.

La así llamada “condición pornográfica” de nuestra época neoliberal es una premisa que, tal como reconoce Mayol en una entrevista en el programa de radio de la Universidad de Chile Radioanálisis (2), está inspirada en ciertas tesis del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, que se encuentran en La sociedad de la transparencia (Han, 2013). Particularmente está basada en el capítulo que lleva por título “La sociedad porno” (2013: 45-57). Si no me equivoco, la primera vez que Mayol desliza su preocupación por este tema es en Big bang, en el capítulo que lleva por título “Malestar, el obsceno pájaro del modelo” (cf. Mayol, 2019: 123-147). Allí el autor retoma las discusiones que se generaron en torno a su tesis sobre el “malestar social” y el “derrumbe del modelo”, pero a la luz del estallido social del 18 de octubre de 2019. Creo que sería bueno reanudar esas tesis aquí porque la brecha abierta por los acontecimientos de 2011 y 2019 enmarca la reflexión que se desarrolla en Piñera porno.

En Big bang Mayol recordaba que el derrumbe del modelo neoliberal se produjo en 2011 por un “desequilibrio” ya irresoluble entre su “operación” y su “legitimidad”. Este desequilibrio habría producido un “excedente de malestar” que se fue acumulando en el interior del modelo prácticamente desde su fundación dictatorial, no obstante, el modelo en cuestión haya estado varias décadas en condiciones de “procesarlo”. Y así, pues, llega un punto en esta historia chilena en que la acumulación del malestar se vuelve tan grande, y la estrategia del desapego de la sociedad tan ineficaz, que el malestar rebalsa los límites de lo que el modelo era capaz de “administrar”. El movimiento estudiantil del 2011, tal como recuerda Mayol en Big bang, se transforma en el catalizador inicial del ciclo de la crisis de legitimidad del neoliberalismo. La impugnación de la injusticia del modelo neoliberal -injusticia que antes había permanecido en la “anomia” pero que desde este punto se la comienza a reconocer como “abuso”- se dirige fundamentalmente al malestar social acumulado en la “escena del consumo” que, como nunca en la historia de Chile, se politiza. Dice el autor que el principio de ciudadanía irrumpe en la escena del consumo a partir de 2011 como una exigencia de transparencia por parte de los ciudadanos- consumidores, que ya no están dispuestos a aguantar más abusos y que, en consecuencia, también pasan a exigir unos derechos sociales que van a desbordar la escena del consumo. En síntesis, la tesis del derrumbe de Mayol tiene que ver con un proceso de transformación irreversible, y que se lo puede representar como la imposibilidad del neoliberalismo para responder a las nuevas exigencias políticas que brotan del malestar social. Ahora bien, según Mayol el proceso de derrumbe que se inicia en 2011 se habría consumado en 2019; la sociedad chilena, que se politizó exigiendo justicia y transparencia absoluta en la escena del consumo, se queda sin mediación institucional y esto conllevará una serie de paradojas que no necesariamente tienen una resolución rigurosamente post-neoliberal. Por lo menos hasta la aparición de la Convención Constitucional en 2021, todavía en curso.

IV.

Teniendo en cuenta lo anterior, quisiera citar un pasaje de Big Bang que me interesa comentar por su apertura a una discusión filosófica sobre las tesis de Mayol: “El consumo es una de las escenas fundamentales porque habitamos precisamente en una sociedad de consumo. Y sin mediación la sociedad exige transparencia total, pornografía en el sentido de Byung-Chul Han (2013), pura positividad.” (Mayol, 2019: 140). Es decir, la condición pornográfica se consolida en Chile como pérdida de la mediación institucional en el contexto del derrumbe del modelo entre 2011 y 2019. Dado que la descomposición del modelo, según Mayol, continuará por muchos años, la condición pornográfica debería extenderse en el tiempo como un excedente del derrumbe, mientras todavía no aparezca

un sustituto al modelo neoliberal. He aquí una luz que podría arrojar Piñera porno sobre las coyunturas que vienen: los tiempos obscenos del piñerismo seguirán siendo el horizonte desde el cual el próximo gobierno de Apruebo Dignidad tendrá que actuar. Por lo mismo, también es lícito preguntarse si la Convención Constitucional terminará o no por producir una nueva mediación institucional definitiva, lo suficientemente eficaz en contener el avance auto-destructivo de estos tiempos obscenos.

Para desentrañar el enigma de estos tiempos descritos por el sociólogo chileno, detengámonos un poco en los antecedentes que encontramos en la La sociedad de la transparencia Byung-Chul Han. La “sociedad porno”, según desarrolla Byung-Chul Han, es una determinada modulación de la “sociedad de la transparencia”, a saber, una sociedad sometida al imperativo de la información, que reduce el sentido a lo que puede ser medido en términos de comunicabilidad. Para Han, la “sociedad porno” es una consecuencia producida por el capitalismo tardomoderno, donde lo que Walter Benjamin definía como el “valor cultual” -que ya no es valor de uso ni valor de cambio de la mercancía- ha sido relevado por un nuevo “valor de exposición”. Por eso la sociedad de la transparencia es en general una sociedad de la exposición sin contraste, que reduce las diferencias al “infierno de lo igual”, que inhabilita las mediaciones rituales para someterlo todo al imperio de lo instantáneo, que desacredita el misterio en función de lo evidente, y que, en definitiva, reduce la negatividad para darle lugar únicamente a la positividad. La así llamada obscenidad no es más que el imperio de la positividad: “Es obscena la transparencia que no encubre nada, ni mantiene oculto, y lo entrega todo a la mirada. Hoy, todas las imágenes mediáticas son más o menos pornográficas” (Han, 2013: 55).

La sociedad porno es, de acuerdo con Han, una sociedad carente de distanciamiento contemplativo, sin condiciones para una verdadera experiencia estética (ya veremos por qué es tan importante esto), donde, por cierto, la desnudez aparece despojada de belleza. De hecho, me parece que lo crucial para Han es que la experiencia estética como tal ya no es posible en la sociedad porno, porque la “mirada” ha sido neutralizada en favor del “contacto visual”. La sociedad porno, que, no olvidemos, es una consecuencia epocal del capitalismo sobre la subjetividad comunitaria, es una sociedad donde la distancia entre el sujeto y el mundo se ha perdido; transformando la realidad en el resultado que brota del contacto inmediato entre el ojo y la imagen. Pero el contacto visual sin reflexión, a diferencia de la mirada, provocaría un vaciamiento del sentido semejante a la anestesia.

De ahí que la experiencia sensible de la sociedad porno sea en rigor una anestésica sin estética (cf. Han, 2013: 31).

Por último, no hay que perder de vista que el significante “porno” a la luz de Han y Mayol señala dos procesos de significación distintos. Por una parte, la sociedad porno de Han tiene un carácter universal, no se limita a la idiosincrasia de un país, sino que, más bien, responde al estado actual de un capitalismo triunfante en el mundo entero, que no es meramente modelo económico sino un régimen de la verdad, de carácter metafísico. Por otra parte, la condición pornográfica que analiza Mayol es sociológica, se desarrolla sobre las ruinas de un modelo económico neoliberal, y se singulariza del modo más ejemplar en la figura del presidente saliente. De acuerdo al diagnóstico de Mayol, la sociedad chilena en su conjunto atraviesa tiempos obscenos, pero Piñera es el símbolo que condensó de forma extrema esa obscenidad. De hecho, Piñera porno no habla sólo de la derecha, sino que habla del ominoso piñerismo del neoliberalismo chileno actual.

V. Pornógrafo es quien habita la obscenidad sin ver el contexto sobre el que se inscribe dicha obscenidad. Ahora bien, habitar la obscenidad es una forma de ceguera que se forja a partir de un determinado vínculo con la positividad. En efecto, para Mayol la ceguera neoliberal es el efecto de una estética de la mirada pornográfica que solo establece contacto visual con aquello que comparece bajo unos encuadres muy determinados. El pornógrafo, tal como lo encontramos descrito en Piñera porno, es ciego a todo lo que sucede fuera de dichos encuadres. Habitar la obscenidad implica atrofiar la subjetividad al punto de neutralizar la capacidad para distanciarse reflexivamente de los hechos y tener una visión crítica de sus encuadres. Habitar la obscenidad, en consecuencia, también es la incapacidad de discernir la negatividad en el horizonte de lo positivo. Si se me permite parafrasear la Teoría estética de Theodor Adorno, podría decirse que la no-verdad de la sociedad porno, encarnada en el pornógrafo, es la creencia que todo lo que el sujeto ve es simplemente todo lo que hay. La verdad de la sociedad porno, en cambio, se ofrece al crítico de la pornografía como la no-identidad de lo que hay y esta no-identidad se sustrae a lo que más arriba hemos llamado “contacto visual”.

La ominosa “verdad” de la sociedad porno, planteada en estos términos adornianos, solo se la podría leer a través de una dialéctica negativa que desmonte e interprete las imágenes mediáticas en un sentido estético (3). Así, la reflexión estética sobre la pornografía también ofrecería una interpretación de la obscenidad que politiza la opacidad de su transparencia; aquello que se oculta en la exposición, que no se presenta nunca al contacto visual. La reflexión estética ofrece una mirada crítica con las imágenes obscenas que produce la sociedad porno. Y si estoy entendiendo bien los argumentos de Piñera porno, creo que sólo tras esta operación estética que la obscenidad de la sociedad porno puede exponerse en su verdad: “La obscenidad queda instalada como una representación de la no representación, como un teatro sobre cuyo escenario se deja un elemento ominoso, escatológico (pútrido y trascendente) que es inaceptable, que no puede ser mirado” (Mayol, 2021: 47).

En el caso de Piñera porno, el Presidente es pornográfico en la exposición absoluta de sí (dejándose ver en un restaurant comiendo pizza el 18 de octubre de 2019 o posando junto a la estatua de Baquedano en abril de 2020), y que resulta en la auto-impugnación de su autoridad. Pero el presidente también es pornógrafo en la medida que cree que el modelo neoliberal chileno es un horizonte de desarrollo sin negatividad. Esto, por cierto, guarda una relación fundamental con la tesis del malestar defendida por Mayol desde El derrumbe del modelo hasta la publicación de Piñera porno. Leemos en esta última que “el malestar solo puede ser comprendido en su negatividad. Y, por ello, quien no sepa pensar u «observar» aquello que no está presente, pero que tiene capacidad de determinar otros hechos, sencillamente estará ciego” (Mayol, 2021: 55).

Piñera porno es una reflexión sobre la negatividad de los tiempos obscenos expuestos tras la consumacíon del así llamado “derrumbe del modelo”. Por lo mismo, me gustaría destacar una diferencia importante entre la comprensión de la negatividad de Mayol y la de Han. Una comprensión de la negatividad que en el caso de Mayol abre un espacio para la politización colectiva, en cambio, en el caso de Han, solo un espacio para cierta resistencia personal. Considero que esto tiene que ver con la manera en que las respectivas comprensiones de lo social se relacionan con la negatividad. En la sociedad porno de Han, la negatividad es expulsada al exterior, en cambio, en Mayol, la negatividad se aloja al interior del modelo como malestar social. En Han la expulsión de la negatividad no deja espacio para una acumulación social de malestar porque lo social ya se encuentra totalmente allanado por el capitalismo. En La sociedad de la transparencia el bienestar neoliberal se confunde con la sociedad, mientras que el malestar tiene lugar en un ámbito psicológico, que no parece tener manera de articularse socialmente. Por eso la resistencia que esboza Han tiene que ver con una ética personal de la responsabilidad ante las figuras de la negatividad, proponiendo detener así el avance de la positividad sobre la subjetividad del individuo. De ahí que desde Han sea muy difícil esperar algo de los movimientos políticos. Su visión de los Chalecos Amarillos en Francia (Han, 2019), por ejemplo, dista mucho de una lectura que vea en ese movimiento un proceso de impugnación del neoliberalismo, a diferencia de la forma en que Mayol ve la irrupción de los movimientos sociales en Chile a partir de 2011. Ahora bien, ¿sería posible pensar el malestar neoliberal más allá de la oposición entre negatividad y positividad, y en consecuencia, más allá de la diferencia marcada entre un malestar social y un malestar individual que he buscado ejemplificar a través de Alberto Mayol y Byung-Chul Han? Por cierto que sí, por cierto que es necesario intentarlo.

VI.

Piñera porno pone a Piñera como el protagonista de una novela familiar. Habría que reflexionar hasta qué punto esta novela familiar que expone Mayol también metaforiza la novela de una familia que, por cierto, no es solamente la metaforización de los Piñera- Morel. En Piñera porno el protagonista es uno que cumple un doble rol. Por un lado Mayol dice que es un “patriarca”, el patriarca de los tiempos obscenos (cf. Mayol, 2021: 7). Todo lo que hemos analizado hasta el momento sobre la “sociedad porno” tiene que ver con lo que podríamos entender como el “legado” de Piñera, a saber, la impugnación del neoliberalismo, y con el que Chile tendrá que seguir lidiando hasta que no aparezca un modelo sustituto. Ahora bien, Mayol también caracteriza a Piñera como un hijo, peor aún, como un “hijo ilegítimo” de la derecha y del empresariado (cf. Mayol, 2021: 17). Piñera, qué duda cabe, ha cumplido un papel protagónico en la destrucción del legado de la derecha en los tiempos del derrumbe del modelo. Él, efectivamente, fundó un patrimonio personal y familiar pero, al mismo tiempo, demolió el patrimonio político de la derecha. En términos de su rol de Presidente de la República, es un destructor de la novela familiar de la derecha.

Es paradójico que un hombre con tanto éxito bajo las reglas neoliberales simultáneamente fracase bajo las reglas republicanas. Si se me permite una digresión, diré que esta experiencia paradójica que desarrolla Mayol en Piñera porno guarda cierto aire de familiaridad con los análisis que desarrolló Avital Ronell a propósito de personajes tan disímiles como George Bush Jr, Mohamed Atta y Franz Kafka en Losers sons. Politics and Authority (2012). El motivo del “loser son”, que “pierde incluso cuando gana”, dice Ronell, responde a una época de crisis global de la soberanía. Crisis de aquello que antiguamente la hacía ver como legítima pero que ya no: su autoridad. En esta época de corrosión del principio de autoridad de la soberanía, el “loser son” se caracteriza por la incapacidad de responder ante el legado paterno, la imposibilidad de reproducirlo en el tiempo, el impulso a la destrucción de la herencia desde cierta impotencia infantilizante. Impotencia infantilizante que se encuentra además fuertemente asociada al despliegue del discurso de la guerra y de la agresividad masculina. Sin embargo, dentro de los “loser sons” hay buenos y malos perdedores. Están los que son capaces de sublimar esta condición y otros que no. Unos transgreden la herencia creando obras innovadoras o rupturistas y otros socavan la herencia auto-destruyendo su propio lugar en ella. Ronell llama “buenos perdedores” (good losers) a perdedores como Franz Kafka y “malos perdedores” (sore losers) a perdedores como George Bush Jr o Mohamed Atta y no está de más decir que la valorización del significante “perdedor” (loser) está sometida a un proceso económico en deconstrucción.

En la última sección de mi Introducción a Escenas de escrituras (Olivares Molina, 2020: 59-66) intenté desarrollar brevemente una analogía entre el rol de Piñera a la luz del estallido y la figura del “loser son” que Ronell trabaja a propósito del capítulo “El buen perdedor. Kafka envía una carta al padre” (Ronell, 2012: 106-130 [Trad. 2020: 331-372]). En esta otra manera de plantear la novela familiar, quise mostrar que la impronta que define a Piñera como símbolo de la política neoliberal es la del mal perdedor (sore loser). El perdedor que sufre su condición incluso cuando gana, que invisibiliza este malestar bajo la carcaza de una subjetividad narcisista en sentido hiperbólico. Esta subjetividad, sostenida sobre una determinada época del discurso sobre el sujeto, permitiría explicar, ciertamente, aquello que lleva a este individuo a encumbrarse en empresario exitoso a nivel internacional pero también en un político fracasado que intenta subsanar la crisis de la autoridad presidencial, declarando la guerra al pueblo de Chile. Pero esta explicación de la psicología de Piñera como individuo no es tan importante como sí lo es la función anti-social que representa esta subjetividad narcicista en la estructura de lo social. La circulación del significante “Piñera” en la escena de familia, como ejemplar figura del loser son, trae disrupción a la sociedad chilena y desata en ella la fractura fratricida (4), al mismo tiempo que abre una oportunidad para rearticular lo social a partir de las fracturas que deja su paso. Por ejemplo, me atrevería a sostener que la precipitación del movimiento feminista a partir de 2018 guarda estricta relación con las brechas que el piñerismo ha abierto en la progamación androfratrocéntrica del neoliberalismo chileno.

Por eso no sería impertinente afirmar que la crisis de la autoridad en el Chile neoliberal podría figurarse, parafraseando a Ronell con cierta libertad, como corrosión del legado republicano en manos del loser son que, tal como sostuve en su momento, también podría estar reproduciendo una determinada experiencia de la perversión del Discurso del Amo en la época del capitalismo tardío, que Jacques Lacan nombró en los años setenta como “Discurso del Capitalista” (1978). Una experiencia que, en términos simples, fractura la sociedad en una variedad de pequeños narcisismos suicidas imposibles de sostener a lo largo del tiempo. Una maquinaria de almacenamiento de malestar y de producción de segregación a escala planetaria. Cualquier esfuerzo de democratización por venir debería tener en cuenta este escenario como la condición de posibilidad de cualquier política post- neoliberal.

Dado lo anterior, lo que la figura del loser son expone a partir del narcisismo hiperbólico de Piñera es un proceso de disrupción mayor en la escena de la autoridad, que se enquista en el conjunto del país, y que va abarcando cada vez más episodios de la narrativa de la novela familiar chilena. No hay ninguna razón para descartar que esta pasión auto- destructiva que pone en escena Piñera no se esté extendiendo al conjunto de la sociedad chilena cada vez de forma más intensa. La pasión twittera de Gabriel Boric, por ejemplo, que el 24 de enero de 2022 le dirigía mensajes de apoyo a la cantante norteamericana Taylor Swift en su calidad de Presidente Electo, o la interpelación a Izkia Siches por haber ido a un centro comercial del barrio alto, quien aceptaba entrar en el juego al responder a través de sus redes sociales, exponiendo su privacidad en su calidad de futura Ministra del Interior, nos mostró un indicio peligrosamente significativo de hasta qué punto el neoliberalismo, por una parte, ha erosionado la escena de autoridad en la política chilena en su totalidad y, por otra parte, enquistado en la subjetividad de la sociedad una exigencia de transparencia de efectos paradójicos, que podría pero también no podría abrir un horizonte post-neoliberal.

Ciertamente, ni la izquierda ni los movimientos sociales ni la ciudadanía en general son inmunes al guión de esta pornografía de mala calidad. Por eso no puedo más que discrepar de las palabras finales al Presidente Saliente con las que Mayol cierra Piñera porno: “Chile vive tiempos constituyentes. Pero tú vives tiempos destituyentes.” (2021: 123). Malos perdedores y tiempos obscenos corren con aires de familia a largo y ancho de toda las novelas chilenas. Y mientras estos tiempos desquiciados sigan corriendo, en que lo constituyente y lo destituyente se polarizan bajo la pasión de una temporalidad única, el fantasma de la derecha seguirá asediando con su retorno. Y quizá diremos en un tiempo más, a pesar del suicidio político del sepulturero Piñera, que el fantasma de la derecha volvió a escena sin haber partido nunca.

1) Con todo, hay que señalar que Mayol reanuda en este libro temáticas (la ceguera, la farándula, el simbolismo Karol Dance, la personalidad de Piñera, etc.) que ya se encontraban en investigaciones anteriores como El derrumbe del modelo o Big Bang. Estallido social 2019, aparecidas en dichos contextos como notas al pie o escolios a las tesis principales que dichas obras defendían.

2) Transmisión subida a youtube el 18 de enero de 2022. Ver en: https://youtu.be/TV2M0UENEbQ

3) Este es precisamente el problema que sufren economistas como Klaus Schmidt-Hebbel, cuyas investigaciones sobre “los índices de felicidad en Chile” (cf., Mayol, 2019: 119) no pueden ver los hechos más que a través de la operación de sentido que produce el axioma del “bienestar” del modelo de desarrollo neoliberal.

4) La legitimidad del sistema de APF, creado por su hermano, José Piñera, nunca se vio tan impugnada como bajo el gobierno de este peculiar “hijo perdedor”. En Piñera porno abundan ejemplos que apuntan en una dirección similar.

Bibliografía:

Mayol, A. (2021). Piñera porno. Clímax y caída de la obscenidad neoliberal. Editorial Catalonia: Santiago de Chile.

Mayol, A. (2020a). El derrumbe del modelo. La crisis de la economía de mercado en el Chile contemporáneo. Catalonia: Santiago de Chile.

Mayol, A. (2019). Big bang. Estallido social 2019. Modelo derrumbado-Sociedad rota- Política inútil. Catalonia: Santiago de Chile.

Han, B-Ch. (2019). “El ocio se ha convertido en un insufrible no hacer nada (entrevista con Luis Martínez el 12 de febrero de 2019)” en El Mundo. Véase: https://www.elmundo.es/papel/lideres/2019/02/12/5c61612721efa007428b45b0.html

Han, B-Ch. (2013). La sociedad de la transparencia. Herder: Barcelona.

Ronell, A. (2012). “The Good Loser: Kafka Sends Off a Missive to Father” en Loser Sons. Politics and Authority. University of Illinois Press: USA, pp. 106-130 [Traducción de Eva Monardes: (2020). “El buen perdedor. Kafka envía una carta al padre” en Escenas de escritura. Sobre filosofía y literatura. Pólvora Editorial: Santiago de Chile, pp. 331- 372].

Olivares Molina, C. (2020). Escenas de escritura. Sobre filosofía y literatura. Pólvora Editorial: Santiago de Chile.

Lacan, J. (1978) “Du discours psychanalytique” en Lacan in Italia. En Italie Lacan. 1953-1978. La Salamandra: Milano, pp. 32-55.

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