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Ricardo Lowick la inclusión de cepas no tradicionales. Por Alex Ibarra Peña

Poco a poco se comienza a visualizar el aporte de lo que podríamos llamar una nueva generación de enólogos chilenos que desde proyectos colectivos o propios instalan una nueva visión menos tradicional y superadora de algunos dogmas impuestos por la gran industria. Entre estos un protagonista es Ricardo Lowick que tuvo una trayectoria profesional en grandes viñas chilenas y un periplo por viñas pequeñas en países como Francia, España, República Checa, Nueva Zelanda, Australia, Estados Unidos y especialmente Canadá. Experiencia que se suma al carisma de este enólogo que suele participar activamente en los circuitos de las ferias de vinos en donde con diálogo franco habla de la producción de sus vinos, siempre atento a ayudar en una mejor comprensión.

Fundador del colectivo “antumapinos” junto a un par de colegas lograron captar la atención del público curioso en el actual movimiento vitivinícola nacional desde donde impresionaba con sus etiquetas de Cot, Syrah y Cabernet Franc. Su interés se fue inclinando principalmente por las cepas no tradicionales en el mercado chileno como son la Marselán, Petit Verdot, Touriga Nacional, Garnacha, tempranillo, y la que es para algunos entendidos el primero en embotellar Arinarnoa. Poco a poco se fue estableciendo en la localidad de Ocoa lugar con el cual siente una pertenencia especial. Esto demuestra que desde una zona no muy conocida como productora de vinos y con cepas no tan populares se va consolidando como un proyecto de inclusión, en este caso de valles y de cepas.

Su ánimo inclusivo va más allá de la producción dado su impulso por hacer una buena difusión de los vinos, con la capacidad para dialogar desde lo complejo y también con la sencillez que requiere el neófito. Destacable es la incorporación en la etiqueta del sistema Braille con minuciosa seriedad al preocuparse de que en ésta se pueda hacer una lectura eficiente dándoles los espacios que requiere la codificación. La dedicada etiqueta además incorpora la impresión de obras de pinturas de artistas que le dan coherencia a la elegancia que expresan sus vinos, destacables por sus aromas, sabores y colores.

Estas botellas son una buena introducción al conocimiento de cepas a las que no estamos tan acostumbrados y que poco a poco de comienzan a conocer. El trabajo es consistente considerando que hay una preocupación por mostrar el auténtico sabor de la fruta con las finas evocaciones que permite un vino de calidad. Acercarse a estos vinos es la posibilidad de saborear un buen mosto conociendo cepas que en Chile podríamos considerar más jóvenes, aunque en otros países ya tienen fieles consumidores.

El trabajo de Lowick nos coloca frente a esa imagen de la amplitud que posee nuestro país en cuanto a la variedad de cepas, una característica que no es común en los países productores de vinos. Quizá esta población variada de cepas sea una de las virtudes que poseemos para la producción de vinos y para contribuir a una cultura de éste fortaleciendo con esa imagen que destaca este criterio que permite vernos como un reservorio mundial de viñas que han acompañado nuestra historia con sueños que alimentaron una importante motivación de este quehacer. La visión de este enólogo antumapino contribuye, con su inspiración, a relevar el valor de varias de las cepas no tradicionales que no son tomadas en cuenta por los criollistas ni tampoco por la gran industria. De este modo conservar y vinificar este tipo de cepas expande nuestra comprensión del vino chileno en el contexto de una cultura nacional que requiere madurar para seguir conociéndonos a nosotros mismos.

Alex Ibarra Peña.
Dr. En Estudios Americanos.
@apatrimoniovivo_alexibarra

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