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Salud mental: Politizar lo despolitizado. Por Nicol A. Barria-Asenjo

En Chile, hay varias situaciones que parecen ser especificas, con elementos singulares propios de la realidad nacional. Sin embargo, cada dilema ya sea de indole social, político, económico, cultural, ético o moral, representa aquel fondo global, cada situación especifica independiente del país, logra extrapolar los escenarios mundiales y sus antagonismos vivos. Un claro ejemplo es todo lo que guarda relación con la Salud Mental de los individuos, ¿Es posible pensar en salud mental cuándo la crisis material en un gran porcentaje de la población no permite abrir espacios de re-pensar estas cuestiones? El punto es que hay un dualismo en la problemática, en primer lugar, es complejo proponer medidas de salud mental cuando sobre la mesa de un gran número de la población no hay comida. La situación es aún más preocupante porque no solo hay un gran número sin comida, sino que, cada vez son más y más las personas que viven en pequeñas carpas en lugares publico, de norte a sur la situación es cada vez más parte de la realidad nacional.

Es necesario politizar la salud mental, re-politizarla, pero también, es necesario comenzar a mirar todos los elementos que han desencadenado que vivamos en tiempos donde la crisis en la salud mental es lo que define nuestra época.

Cuando la crisis económica se vuelve tan evidente, parece absurdo cuestionar el poco acento que se pone en la salud mental. Aunque absurdo, hay que continuar con la critica y evidenciar las repercusiones paralelas que los individuos en este complejo siglo XXI deben confrontar.

Quedan un poco más de cuatro meses para que termine el agobiante y confuso 2021, pensar en esto -al menos para mí-, es incluso más agobiante que el mirar en retrospectiva aquellas falsas ilusiones que se tenían en la noche de año nuevo, donde se ansiaba un año diferente, esperanzador, prometedor. Falsas promesas, de nuevos planes, nuevos objetivos y más y más cambios a aquella nueva normalidad que atentaba contra todo lo conocido. Promesas que se desvanecieron en la medida en que los giros políticos tuvieron lugar a la luz de la pandemia, y es que el Covid-19 en la medida que avanzaba en el tiempo también mostraba variados trucos que amenazaban -y amenazan- la vida, especie, lo político, lo económico, en suma, todo.

El agotamiento y desgaste mental que ha causado el Covid-19 con las variadas medidas sanitarias que buscan frenar el caos mundial generado, han traído en mi experiencia un limite al momento de pensar, ya no tengo la habitual esperanza de un año mejor, de nuevos planes, básicamente es el día a día un reto enorme en el cual tendré que vivir con las limitantes y barreras aun mas presentes.

A nivel socio-político, esto se puede ver en esta falsa libertad que se nos entrega sujeta a estrategias políticas, por supuesto. Podemos salir, PERO con mascarilla, podemos viajar PERO con algunos pre-requisitos, podemos movernos PERO solo en algunos espacios según estés vacunado o no. Podemos encontrarnos PERO, sí se respeta el límite que se ha establecido.

Dos situaciones personales -una directa y la otra indirecta- me llevaron a escribir este comentario, lo primero, la que he de llamar experiencia directa fue que en 3 ocasiones en el transcurso de mis vacaciones recibí brutales ataques verbales por diferentes personas (en la fila del banco, fila del supermercado y en la fila para ingresar a un restaurante) me trataron de irresponsable y estúpida por usar mal la mascarilla, la mascarilla se me había bajado un poco y se veía parte de la nariz, eso fue suficiente para que me llamaran la atención, porque esas conductas son un peligro para los otros. Debo confesar que en las 3 situaciones solo me reí de la situación, me disculpé y subí mi mascarilla, PERO para mi no es lógico reclamar por el uso o mal uso de la mascarilla, si estás en medio de una inmensa fila donde solo basta de un contagiado para que el virus haga lo suyo y otras tantas razones que no me parecen lógicas en relación al cuidado frente al contagio de virus.

Quiero precisar que aunque critico y cuestiono muchas de las medidas, no estoy en contra de las pobres, ineficientes y débiles medidas que los organizamos a nivel nacional han intentado promover o imponer. Es cierto, hay un virus que es letal, una crisis sanitaria que ha arrebatado la vida de muchos/as por lo cual, estoy a favor, de los fallidos intentos que se han implementado, la situación es nueva, el virus prevalece como desconocido, frente a lo cual los intentos y sus horribles o nulas consecuencias son parte del proceso.

Retomando, la otra situación que quería traer, la situación indirecta es que mientras caminaba con mi hija en la playa, había una pequeña discusión de 2 personas porque una de ellas simplemente no quería usar mascarilla.

Las dos situaciones que expongo, no creo que estén alejadas de lo que más de alguno ha visto o vivido, el punto es que en la segunda situación, la desesperación y miedo de quien exigía la mascarilla era producto de la muerte de una persona amada producto del covid-19. Me enteré de esto, porque no sin una cuota de morbosidad me acerqué a ver la discusión, luego de escuchar su discurso de violencia, agregó que su reacción -su justificación- y la razón de sus exigencia de usar mascarilla, me aleje.

Desconozco el final de esa discusión, pero mientras seguía caminando, reflexionaba en las marcas psicológicas y emocionales que la pandemia del Covid-19 ha dejado, marcas profundas, que logran tener elementos similares, el miedo, la desesperanza, el pánico, la tristeza, desesperación, ansiedad, dolor.

En este escenario marcado por la completa desilusión y desesperanza, la vida debe continuar, estamos inmersos en una vida que es incluso más compleja debido a las crisis económicas y repercusiones emocionales y mentales que la pandemia ha generado ¿de que forma estamos viviendo? ¿Cuales son los pensamientos que nos invaden en las soledades de la noche cuando la función del día ha terminado? ¿Cuales son los cambios que nuestro mundo onírico ha tenido?

Confinados, aislados, separados, con un cúmulo de emociones y sensaciones que amenazan la cordura es como debemos vivir, la locura parece ser el porvenir y nuestra única nueva normalidad. Desde hace mucho tiempo la crisis en la salud mental venía haciéndose notar, pero los llamados a la politización de la salud mental parecen ser hoy mas urgentes que nunca y poco a poco comienzan a ser foco de debates y propuestas. Lo preocupante aquí, es que hay un antagonismo inextinguible en todo lo que implica la “Salud Mental”, estamos en tiempos en que la medicalización es sinónimo de salud mental, se pretende eliminar o curar el sufrimiento humano sin profundizar en el sufrimiento humano, sino, tapándolo, cubriéndolo o evadiendo todo sentimiento negativo. Vivimos en tiempos donde todos quieren huir de si mismos, de los otros, de la realidad, de la vida.

No propongo mirar nuestros tiempos como una promoción de la felicidad, no estoy de acuerdo en esto, ni creo que haya que buscar la felicidad en alguna especie de núcleo humano, no creo que las sociedades capitalistas busquen individuos felices o que intenten engañar a las personas con esa búsqueda de una falsa felicidad, creo que ocurre lo contrario, se intenta promover como núcleo de lo humano la tristeza, la depresión, los sentimientos negativos, que allí lograremos encontrar algo que modifique la vida o le de algo de sentido. La búsqueda de sentido a la vida misma es el objetivo que una y otra vez veremos caer, pues la vida, es un sinsentido diario, una co-construcción de movimientos sobre el tiempo, solo nos movemos, nos movemos en diferentes direcciones y velocidades.

Lo que se olvida aquí es lo obvio, que ambos extremos son totalmente desconocidos, son espacios efímeros, momentáneos. Aunque hay variabilidad en la presencia de la felicidad y la tristeza, el punto final es uno, ser feliz eternamente es tan imposible como estar triste durante toda una vida. Incluso en los momentos más horribles algo o alguien trae una pizca de alegría o felicidad momentánea, en algún punto, las emociones oscilan, tampoco hay felicidad sin que algún recuerdo algo nostálgico traiga otro matiz a la felicidad.

La permanencia de la nada, del vacío, de la duda, eso es lo que vuelve tan complejos nuestros tiempos actuales, ahora, somos conscientes de la no-permanencia de todo, tiempos reciclables, tiempos donde la caducidad está presente en todo, no solo en los objetos, también en nosotros, en los vínculos, en los sentimientos.

Lo que me preocupa en este punto, es que la salud mental también está sujeta a la no-permanencia, aparece cada cierto tiempo, se crean una o dos propuestas, y luego se pasa a otro proyecto político que queda solo en el papel, pero en la practica todo sigue siendo caos.

La pandemia del Covid-19 sumado a los movimientos sociales del 2019 en Chile significan que hoy en día miles de personas hayan terminado en la calle, dejando sus viviendas por no tener dinero para pagar su mensualidad, otros que deben sacrificar días sin comida ¿En este complejo escenario donde la materialidad escasea es posible centrarse realmente en la salud mental? A una madre en situación de calle que producto de la crisis económica de Chile tuvo que comenzar a vivir en una carpa con sus 2 hijos pequeños, no le es muy util que se acerque un psicólogo y le ofrezca atención clínica gratuita, cuando o no tendrá para pagar el internet para sesiones online, o no se interesará en hablar de su difícil situación cuando sus hijos no tienen para comer, porque el tiempo es importante cuando no se tienen los recursos económicos, cada hora, es vital, porque conseguir comida, y pasar un día más depende del tiempo y de los usos del tiempo.

Necesitamos de nuevos movimientos políticos, sociales y económicos, dejar el enfoque en el porvenir, en el cambio de siglo, en el avanzar a velocidades incomprensibles, el objetivo actual debe ser el presente. Ese presente que es intolerable para muchos, sobre todo para aquellos que día a día luchan por tener otro día de vida, luchando contra pensamientos suicidas que emergen por lo horrible de nuestros tiempos.

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