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San Sebastián de Lago Ranco: insistir en un país sin memoria. Por Giovanni Sáez

Culturalmente no es bien visto resaltar las cualidades negativas de una persona que ha fallecido. A no ser que haya pasado mucho tiempo luego de su deceso y que su vida haya sido lo suficientemente pública como para ser recordada más allá de su propia familia, poner el acento en las cualidades humanas “no positivas” de un occiso no siempre es buena idea. Pareciera ser que al morir, todo lo que aquella persona fue se transforma y transmuta, tendiéndose a evaluar positivamente cada una de sus acciones y omitiendo (u olvidando) todas las otras.

Prontamente, se cumple un año del fallecimiento de Sebastián Piñera, Presidente de Chile en dos periodos y reconocido empresario. Su muerte se dio en contexto ciertamente paradójico: mientras los incendios forestales tan lamentablemente típicos durante el verano en Chile azotaban la castigada quinta región, Piñera terminaba su vida sumergido en el Lago Ranco, donde pasaba sus vacaciones en una de las tantas propiedades que poseía para estos fines en el sur del país. Conocidos son los varios escándalos económicos donde estuvo involucrado, incluso siendo presidente, y donde en todos ellos resultó impune manteniendo para si las ganancias económicas obtenidas fraudulenta o cuestionablemente sin poner en riesgo su capital político.

La imagen pública de Piñera se derrumbó finalmente debido a su accionar durante la Revuelta Popular del año 2019, situación ocurrida aún cuando incluso no se completaba el segundo año de su mandato. Una serie de decisiones y declaraciones suyas y de su equipo de trabajo, encendieron la chispa que incendió, literalmente, buena parte del oasis chileno del cual se había jactado poco antes. Su ineptitud para abordar la crisis de la cual era sindicado como el principal responsable, llevando incluso a buena parte de los manifestantes y a ciertas voces con representación política formal a exigir su salida del poder, le generó el problema que evitó durante su intensa trayectoria política y empresarial: el cuestionamiento transversal respecto a su rol y su eficiencia frente a situaciones de crisis. Y es que para nada ayudaron sus declaraciones donde le declaraba la guerra al enemigo poderoso que no le teme a nada ni a nadie: el propio pueblo de Chile. Invocando la Ley de Seguridad Interior del Estado decidió militarizar el país y respaldó firmemente el accionar policial y militar, quienes con sus acciones provocaron la muerte de decenas de personas, la mutilación ocular de otro centenar, diferentes tipos de heridas a miles de manifestantes y la represión de millones. Pero otra vez, la impunidad sería lo que resolvió los problemas a los que se enfrentó, al igual que toda su vida pública. El 15 de noviembre 2019 se firma un pacto para “salir de la crisis” (que aún continúa) y con ello, se compromete la permanencia de Piñera en el poder político, aún cuando sus niveles de popularidad eran los más bajos en la historia de un presidente en Chile. Aquel pacto comprometía un plebiscito para una nueva Constitución, discusión que se fue planteando durante el desarrollo de la Revuelta y que se impuso en la opinión pública como una solución viable a lo que ocurría en las calles. De los partidos con representación parlamentaria, solo el Partido Comunista, la FRVS y Convergencia Social se restarían de la firma del pacto, aún cuando el entonces diputado Gabriel Boric, militante de esta última organización, firmaría el acuerdo a título personal, lo que lo catapultaría como un serio candidato a la presidencia, lo que finalmente ocurrió. De ahí en más, las voces que hablaban de un urgente cambio de gobierno y de sistema social, político y económico, fueron aislándose de los medios de comunicación, quienes alineados con el poder (como es habitual) se esforzaron por blindar la imagen de Piñera. El salvataje al entonces cuestionado presidente tiene una explicación clara: no estaba en juego la figura de un presidente, estaba en juego la institucionalidad en su conjunto. Si caía Piñera, caían todos y no quedaba más camino que un cambio político, social e incluso económico a gran escala. Tras esto, la valoración de Piñera no logró repuntar del todo, siendo la pandemia del COVID 19 la que finalmente hiciera “superar” lo ocurrido en 2019 y así permitir la tranquila continuidad del cuestionado gobierno, aun cuando también se cuestionó su rol frente a la Crisis de salud, económica y social que generó el manejo de la pandemia.

En el debate presidencial de cara a las elecciones de 2021, Gabriel Boric interpeló públicamente a Sebastián Piñera, al más puro estilo de Ricardo Lagos respecto a Pinochet, comentándole que sería perseguido por su rol en la Revuelta de Octubre. Estaba avisado. Sin embargo, aquel tono cambió al verse ya con la banda presidencial, adoptando un tono menos confrontacional e incluso, amistoso, teniendo acercamientos tanto público como privados y, para algunos, incluso ideológicos.

Poco antes de su fatal accidente, la imagen de Piñera nuevamente se intentó imponer como una voz autorizada en el análisis de la realidad país. Su ofensiva en los medios frente a unas nuevas elecciones de nueva constitución que terminaron por sepultar lo que anteriormente se había reivindicado como su legado, fue una de sus últimas apariciones públicas.

El 6 de febrero de 2024 Piñera cae en su helicóptero al Lago Ranco, junto a tres personas, siendo la única víctima fatal del accidente que sufrió después de visitar a un amigo que pasaba sus vacaciones en el mismo sector, declarando su hermana, una de las personas que lo acompañaban durante el accidente, que Piñera maniobró para salvarles la vida y que incluso, avisó cuando salir de la nave antes de estrellarse: “Sálvense ustedes” habrían sido sus últimas palabras. Rápidamente, aquello fue desmentido por el resto de los pasajeros que viajaban en el aparato, descartando lo que sería la última acción épica de una vida llena de sobresaltos provocados por él mismo.

Las muestras de pesar fueron inmediatas y transversales. Todos los partidos políticos con representación institucional expresaron su consternación y su pésame a la familia del fallecido, salvo los Partidos Igualdad y Unión Patriótica que mantuvieron firme su postura de repudiar públicamente la figura de Piñera poniendo especial acento en su actuación durante la Revuelta de 2019. A pocas horas de cumplirse un año de la muerte de Piñera, se debate acerca de la necesidad de construir incluso una estatua en su honor e instalarla en la Plaza de la Constitución, junto a otros mandatarios destacados de nuestra historia. Se han esforzado en hacer de Chile un país sin memoria. Si Chile recuerda, muchos de los próceres y los referentes se caen del altar patrio. Al “Paleta Alessandri” se le reivindica como un presidente cercano y sencillo omitiendo su responsabilidad en la matanza de la población José María Caro. A Frei Montalva se le da el status de demócrata por su oposición a la dictadura de Pinochet y poco se habla de su apoyo al Golpe y a las propias primeras acciones de la dictadura (incluyendo el secuestro y el asesinato de militantes de izquierda). Se omite también su responsabilidad en la masacre de El Salvador. Patricio Aylwin es reivindicado hasta el cansancio como el gran demócrata de nuestra historia reciente, pero no se habla de su defensa férrea de la represión que se realizaba durante el gobierno de su camarada Frei Montalva, promoviendo la doctrina de la Mano Dura, como él mismo la bautizó. Tampoco se recuerda su responsabilidad en la Masacre de Apoquindo. La historia de nuestro pueblo ha sido escrita en sangre. No se puede desconocer las responsabilidades si estas acciones fueron reivindicadas por quienes ejercían el poder político del país.

Estériles han sido los esfuerzos por perfilar al primer presidente abiertamente derechista electo desde Alessandri como un continuador de un proyecto país digno de reivindicación. En cada momento en el que se ha planteado la idea de homenajear públicamente a Sebastián Piñera, se conocen nuevas hebras de casos de corrupción que lo involucran. La estatua que se insiste en instalar la justifican con la idea de que Piñera fue un potente defensor de los Derechos Humanos. El mismo que, siendo responsable de muertes y mutilaciones en Plaza Baquedano, Italia o Dignidad, se fotografió en pleno centro de las protestas contra su gobierno, aprovechando la imposibilidad que teníamos el resto de salir a las calles producto de la cuarentena por el COVID. Mantuvo su actitud desafiante. Reivindicó su papel como represor.

¿Con qué ojos miraremos una estatua las víctimas? Fue lo que se preguntó la Senadora Fabiola Campillai, víctima de la represión cuya responsabilidad recae en Sebastián Piñera. Aquella afrenta debe remecer nuestras conciencias y refrescar nuestra memoria.

Giovanni Sáez. Historiador.

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