Marzo, casi declarado el mes más caro por la concentración de pagos, el del cambio de clima, cambio de horario, el mes del inicio de las actividades, principalmente académicas y, ahora, el mes en que las candidaturas (Presidenciables, Senatorial y Diputados) activan sus despliegues o cierran sus procesos.
En este mes, era razonable y hasta esperable la respuesta de la expresidenta Michelle Bachelet. De hecho, la misma detonó lo que también era esperable y razonable para el oficialismo y su proyección, como es, abrir la dispersión de expectativas presidenciales, que, ojalá por medio de unas primarias competitivas en unidad, se decante en un nombre competitivo para enfrentar los desafíos electorales (con mayores grados de incertidumbre), funcionales a mayores y mejores respaldos en las decisiones legislativas futuras. También es razonable hipotetizar, que, tras la disposición de la ex ministra del interior y seguridad pública de guiar los destinos de la patria, Bachelet dijo NO, pero aquello, a estas alturas del análisis no es de interés, creemos. No así, lo que encarna Carolina Tohá, quien goza de una experiencia irrefutable desde diversas dimensiones de lo público, evidencia acompañada de sus habilidades para esculpir acuerdos amplios. Quedará ver cómo será su desempeño de aquí en más, al interior de su propio partido político y las señales que proyectará hacia ese horizonte extrapartidario al que quiere anclarse.
El NO de la expresidenta, coloca en evidencia la vulnerabilidad que tienen los partidos políticos, otra vez, cuando deben enfrentar la combinación de lo electoral y el ‘sello-identidad’ que los particulariza. Lo electoral implica votos, despliegue de imágenes y optimización en la elegibilidad concreta de candidaturas, mientras que el ‘sello-identidad’ implica un símbolo (una idea), un cemento un imaginario que le entrega vigor, posibilidades de movilización y mística al ‘hacer’ de los partidos. Bachelet aseguraba esa combinación cercana al óptimo con cercanía y unidad, para que la variopinta coalición oficialista tuviese la expectativa de mantenerse en ambas variables: “electoral congresal e identidades partidarias intactas”, sin renunciar al ejercicio de primarias. El primer desafío de las diversas candidaturas que se midan en una primaria (única, ojalá), es ese, dejándolo Bachelet, cual algoritmo político a administrar.
Los actos electorales en sus resultados fortalecen o debilitan las instituciones partidarias o a personas (primarias mediante), precisándose entonces identificar liderazgos convocantes para cada una de ellas, que permitan asistir a un proceso “competitivo”, en cuyo seno deberían estar no solo la decantación de las elecciones presidenciales, sino también del pacto de unidad congresal del actual oficialismo. Es decir, primaria para candidato/as al Senado y la cámara de Diputada/os.
Así entonces, pareciera razonable que ante el NO de Bachelet, las entidades partidarias que integran el oficialismo, inclusive la Democracia cristiana, identifiquen esos liderazgos internos que las representen en un ejercicio de primarias y, ser ‘prudentes’ si es que asumen uno que no provenga de sus propias filas, ya que hacerlo, alejaría la combinación virtuosa de lo electoral y sello en identidad, que no trastocaba Bachelet.
A esta fecha (iniciando marzo, 2025), existen procesos electorales internos de algunos partidos del oficialismo, siendo el del Partido Socialista uno de los más vistosos por sus alcances y efectos del NO de la Expresidenta. En este sentido, de aquí a la elección interna fechada para el 16 de marzo, junto con sus resultados y conformación de su comité central nacional, quien deberá discernir y redefinir su estrategia electoral ante este nuevo escenario, debería, creemos, colocar al centro lo antes dicho, esto es, precaver la interrelación entre lo electoral y el ‘sello-identidad’. No es una tarea fácil, pero de aquí a aquellos momentos, es razonable aquilatarlo, tanto para el PS de Chile, como para cualquier partido. No hacerlo es hipotecar el patrimonio simbólico y electoral de cualquiera de ellos.
La cosa se coloca aún más sabrosa, dados los altos niveles de desconfianza, polarización e individualismo en los que se articula la sociedad chilena, que, en un contexto internacional de vértigo político y económico, la síntesis que realice el sistema político desde el sistema de partidos es fundamental. Los partidos parecieran no ver que aún, en este contexto, sus definiciones tienen valor, máxime cuando se observan potenciales retrocesos en materia de derechos sociales, ambientales o laborales, entre otros.
Ello, les exige a los partidos políticos avanzar en propuestas programáticas con horizonte nacional estratégico en las particularidades que los territorios ofrecen a lo largo y ancho de la patria tricontinental y popular nacional. Es ésta una estrategia a la que no se puede renunciar en este contexto de incertidumbre o de cambios radicales provenientes de una extrema Derecha (nacional e internacional), después de la decisión de la expresidenta.
Hernán García Moresco, Magister© Ingeniería Informática USACH. Diplomado en Big Data Universidad Católica. Diplomado en Ciencias Políticas y Administración Pública. Universidad de Chile. Licenciado en Educación en Matemática y Computación USACH
José Orellana Yáñez, Doctor en Estudios Americanos Instituto IDEA-USACH, Magister en Ciencia Política de la Universidad de Chile, Geógrafo y Licenciado en Geografía por la PUC de Chile. Integrante del Centro para el Desarrollo Comunal Padre Hurtado.