Durante el último tiempo, diferentes intelectuales y actores políticos han señalado la necesidad de transitar a una socialdemocracia. Si bien, esta postura no es nueva, se debe señalar que esta tomó aún más fuerza tras el estallido social de 2019 y los procesos constitucionales que se desarrollaron. En este sentido, los sectores progresistas ven en dicho modelo una salida moderada a las problemáticas sociales causadas por el neoliberalismo. Esto va de la mano con el desgaste del modelo económico en el ámbito social. Inclusive, actores de derecha como el economista Sebastián Edwards han señalado que “el neoliberalismo en Chile se acabó”. Asimismo, durante el proceso constituyente de 2023, la derecha se abrió a la socialdemocracia. Si bien, se puede cuestionar que tan socialdemócrata era una propuesta constituyente que mantenía lógicas del Estado subsidiario, el solo hecho de que la palabra socialdemocracia estuviera presente en la propuesta constitucional, habla de una pérdida de hegemonía del modelo neoliberal.
De esta forma, la socialdemocracia es vista por diferentes sectores -principalmente progresistas- como un cambio necesario del modelo capitalista para hacer frente a las problemáticas del neoliberalismo. Sin embargo, este deseo omite la historia propia del capitalismo y su desarrollo a nivel global. Siguiendo los trabajos del economista y sociólogo Giovanni Arrighi, dicho sistema económico en sus procesos de transformación, por un lado, nunca ha vuelto al modelo que lo precede y, por otro lado, este responde a intereses de las élites económicas y políticas de la época. En su momento, Marx de muy buena forma nos señaló que “todo lo sólido se desvanece en el aire, todo lo sagrado se profana”. Es decir, en la modernidad capitalista la revolución es una constante, todo cambia en el tiempo y nada vuelve a lo que era antes. Bajo esta constante histórica de cambio y renovación, se ve difícil que se vuelva a un Estado de Bienestar. En definitiva, si se desarrolla una reestructuración del capitalismo a nivel nacional y global, probablemente seguirá nuevas pautas y se diferenciará de sus modelos predecesores.
Asimismo, los intereses de las elites políticas y económicas también influyen en el cambio de modelo. El Estado de Bienestar no se implementó en Occidente y otras partes del mundo por la bondad de las élites, se hizo para que el capitalismo sobreviviera. En la actualidad, se tiende a creer que el capitalismo es el único modelo viable. Sin embargo, para principios del siglo XX, esto no era así. La crisis de 1929, puso en tela de juicio a este sistema, por ello los gobiernos para enfrentar la crisis aumentaron la participación del Estado en diferentes ámbitos de la sociedad. Algo similar ocurrió tras la Segunda Guerra Mundial, Europa había quedado devastada a causa de la guerra, la necesidad de los países de Occidente de fortalecer las naciones destruidas fue prioritaria, a fin de evitar que surgieran movimientos socialistas y, por tanto, frenar la influencia de la Unión Soviética.
Tomando el contexto anterior y comparándolo con la realidad actual, en nuestros días no encontramos una amenaza real al capitalismo, puesto que este ha logrado una hegemonía a nivel global. De igual forma, las élites económicas de nuestro país no han cambiado su posición neoliberal. La derecha, gran defensora del legado de la dictadura, tampoco ha cambiado su visión sobre el rol del Estado en la economía. En este sentido, el Estado de Bienestar se caracteriza por el aumento del gasto público, para ello se necesita recaudar más impuesto, algo que la derecha históricamente ha negado. También parte de dicho conglomerado concibe al Estado alejado de la sociedad civil, la intromisión de este en la economía u otro ámbito es totalitarismo. Por su parte, la ceguera de las élites ante el malestar y su incapacidad de ceder sus intereses impiden ver un cambio como el que espera el progresismo.
En conclusión, en el debate en torno al modelo económico, generalmente se omite la historia del capitalismo global. Es decir, el progresismo nacional proyecta un futuro socialdemócrata, más omiten el contexto en que este se implementó en el pasado. La verdad es que, en la actualidad, es difícil saber qué modelo económico capitalista existirá en un futuro, tampoco sabemos si se desarrollará una alternativa al capitalismo, sólo se pueden dar posibles lineamientos considerando elementos del pasado. En definitiva, la modernidad capitalista se fundamenta en un proceso de constante revolución y cambio. Asimismo, la reestructuración del sistema económico se sustenta en relación a los intereses de las élites del momento. La mayor parte de la elite nacional, bajo su ceguera ideológica, no cede a sus intereses, ni tampoco conciben el malestar que está presente en la sociedad. Diferentes sectores han entendido el desgaste del modelo, más históricamente una clase social no suelta sus privilegios sin un motivo mayor. Para la élite de este país el modelo neoliberal ha traído grandes réditos, ¿lo soltarán tan fácilmente?
Sebastián Rubio Salazar
Licenciado en Historia de la Universidad Diego Portales