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Seguridad en tiempos de capitalismo y neoliberalismo. Por Cristopher Ferreira Escobar

En la historia, distintos han sido los motivos que han generado la emoción de la inseguridad; brujas, demonios, melancolía, entre muchas otras. Ya en la “modernidad”, y con el proceso de industrialización, la categoría laboral se instala como una inseguridad persistente en los trabajadores. El trabajo en su totalidad es precario. Ya en la década del 70 del siglo XX, la inseguridad al delito toma posición central como tema público en países como Estados Unidos, Inglaterra y Francia, los cuales ven en ella una nueva problemática. Con este giro, la inseguridad deja de referirse a lo laboral, dando una nueva significación en torno al delito. Con este nuevo marco de sentido, la estadística se posiciona como la técnica necesaria de la frecuencia y probabilidad. En América Latina, los datos oficiales con esta nueva herramienta comienzan con el siglo XXI. En Chile, particularmente en 1997, se construyen datos en esta línea. Ahora bien, han existido muchas formas de abordar el delito y la inseguridad del delito. En nuestra región, por ejemplo, tres paradigmas se observan con claridad, la seguridad de Estado (el otro como enemigo), la seguridad pública (el Gobierno resuelve) y la seguridad ciudadana (participación amplia en la seguridad). Si bien existen otras tendencias, como las políticas de la mano dura, del sálvese quien pueda o del populismo penal, estas se pueden anclar perfectamente en los paradigmas antes mencionados. En efecto, el paradigma de la seguridad pública puede contener, y de hecho a contenido tendencias como la mano dura, sálvese quien pueda y populismo penal. Actualmente nos encontramos en este último paradigma, el de la seguridad ciudadana. Los rasgos son varios, el principal es la coordinación multisectorial en la planificación, implementación y evaluación de políticas, llamando así a distintos actores locales como la comunidad, la ciudadanía y las alcaldías. Pero también tiene un enfoque preventivo en el delito. La idea es simple, distintos actores, y ya no sólo gubernamentales, deben tomar una posición activa para prevenir estos hechos. Sin embargo, el delito sigue en aumento en América Latina, y siguiendo a la OCDE; las cifras son altas si de homicidios, consumo de drogas y delitos a la propiedad privada se trata. El problema no es el daño que se pueda producir en las personas con el delito, menos si este viene de un otro, es más, hay cosas que producen mucho más daño, como por ejemplo el cáncer producto del tabaco, el sedentarismo, la obesidad, etc. Ahora bien, muchos de los daños no vienen de un otro, llámese delincuente o anti social, sino de acciones gubernamentales como la planificación urbana, como un sistema de transporte y un largo etc. El problema del delito no es que dañe ni el daño que se produce, más bien, el daño a lo que se produce; es decir, a las mercancías todo su volumen imprescindible a ella. Veamos más detenidamente. ¿Qué problema quiere resolver la seguridad ciudadana? ¿Cómo hace para resolver un problema? ¿Qué tipo de sujeto necesita? A esto responderemos. Contextualizados en un mundo donde impera el neoliberalismo, es decir, un saber circunscrito al campo del mercado, donde el Estado busca rendimiento, eficacia, legitimidad y producción de mercado, y donde existe una forma determinada producción, denominada capitalista, que se apropia de una parte del valor del trabajo (busca la maximización de la utilidad), tiende al crecimiento y crean mercancías, las subjetividades de un aparte importante de la población se movilizan dentro de estas lógicas, lógicas del consumismo, de la individualidad y de las mercancías. Y es aquí donde el problema gravita en su nudo, por una parte, la delincuencia en cuanto producción masiva de delitos a la propiedad privada es resultado de la desigualdad funcional al capitalismo, es decir, que la posibilidad de crecimiento de un país por sobre los factores de producción potencial, esto es, si se ocupasen todos los factores productivos del mismo, sólo es posible en la borradura de la competencia transnacional y reducción del valor del trabajo, llevando así dependencia a ciertos capitales, precarización y desigualdades varias. Por otro lado, el consumismo se ha vuelto necesidad funcional al sistema; nuevas mercancías producen nuevas necesidades y viceversa, como también que en el consumo la producción tiene sentido. Esto ya lo veía Marx en los Grundrisse. El único elemento por el cual yo me puedo asimilar a otros en el capitalismo y consumismo es en la significación de las mercancías. Estos se declaran con vida propia con un valor específico en el imaginario colectivo (fetichismo); algo significa Gucci, Ferrari, Diamantes, Oro, etc. De esta manera, la desigualdad económica permite una satisfacción mínima. De allí que la obtención de mercancías por medio del delito sea una necesidad; el resultado último es una ganancia económica y simbólica que de otra manera se ve truncada. La ilegitimidad del daño es a la propiedad, elemento sustantivo y necesario del mundo neoliberal y capitalista. Resulta curioso que las altas tasas de delitos sean en países del tercer mundo. Con esto de fondo, el paradigma de la seguridad ciudadana quiere resolver el problema por medio del cálculo del riesgo. Y lo hace empoderando a los sujetos con las coordenadas que reducen las posibilidades de ser víctimas. Por lo tanto, la seguridad ciudadana no busca eliminar el delito, sino dotar de herramientas para disminuir la posibilidad. Y, por último, el sujeto que requiere es aquel que puede agenciarse a sí mismo. La literatura mayoritaria y actualmente validada como saber sobre delitos no problematiza el sistema de producción capitalista, y busca la disminución del delito por la fuerza (mano dura), por el encarcelamiento, por la prevención, por la comunidad, por la disminución de edades punitivas, etc. Todo esto no han dado resultado. Parece ser que la idea de seguridad ciudadana es la contención en un cierto grado mínimo tolerable de estos tipos de delitos aquí abordados. En lo próximo, no podrá existir disminución del delito sin aún persiste el capitalismo y el neoliberalismo.

Cristopher Ferreira Escobar. Cientista político. Coordinador General de la Fundación politología, Centro de Estudios.

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