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Sequías, terremotos y corrupción. Por Lucio Cañete Arratia

Según el reporte del Director de Obras Públicas de Chile presentado a las Naciones Unidas en mayo del 2008, la Gran Sequía de finales de los 60´ le costó a nuestro país US$ 1 000 millones [1]. Si suponemos que un fenómeno de severa escasez hídrica como aquel ocurre cada cinco años, tenemos un costo de US$ 6 000 a lo largo de tres décadas.

En marzo del 2010 el Ministro de Hacienda de Chile comunicó que el costo total para el país generado por el terremoto y posteriores tsunamis del mismo año fue de US$ 30 000 millones [2]. Suponiendo que ese fenómeno tectónico ocurre una vez cada quince años, tenemos US$ 60 000 millones durante tres décadas.

En septiembre del 2019 la Directora General del Consejo por la Transparencia estimó en $ 380 000 millones los costos provocados a Chile por corrupción durante los últimos 30 años [3]; es decir, unos US$ 485 millones a lo largo de tal período. Este cálculo es un piso inferior pues fue realizado en base a casos dados a la luz pública, sin sumar los crípticos pues el acto corrupto en su esencia se caracteriza por no dejar registros contables. Ante ello se debe recurrir a estimaciones indirectas como las que hacen organismos internacionales del quehacer económico, entre ellas el Fondo Monetario Internacional quien cuantifica que la corrupción en países como Chile provoca costos en alrededor del 4% de su PIB únicamente por recaudación de impuestos [4]. Entonces, utilizando las estadísticas del Banco Mundial se tiene un promedio del PIB en nuestro país de US$ 152 521 millones para las últimas tres décadas [5], que al aplicar el citado porcentaje arrojaría US$ 6101 millones de costos por la corrupción.

Estos cálculos evidencian que desde que recobramos la democracia, la corrupción nos ha ocasionado más daño que media docena de sequías extremas y algo más que la décima parte de un par de cuasi cataclismos sísmicos. Pero la corrupción no solo puede compararse con estos otros males por la magnitud del perjuicio que ella provoca al país; sino porque la génesis de ella no está en la geografía física. En efecto, los agentes que generan el daño no son placas tectónicas ni corrientes atmosféricas; son personas. Más específicamente: son chilenos dañando a otros chilenos.

Otra diferencia está en la visibilidad de los efectos. Cuando ocurren sequías y terremotos se cuentan los cuerpos inertes del ganado en el suelo reseco y de las personas bajos los escombros respectivamente. Mientras que cuando ocurre corrupción no se visibilizan las muertes ocurridas donde los recursos estatales no llegan para atender apremios vitales pues éstos han sido desviados por malversación de fondos, cohecho, amiguismo, uso de información privilegiada, nepotismo, puerta giratoria fisco-empresa y clientelismo entre otras formas de traición a la fe pública.

También existen contrastes en la localización espacial de estos tres males ya que mientras las sequías prolongadas pueden afectar solo desde la región de Coquimbo hasta la Araucanía y los terremotos reducen su devastadora energía desde la región de Aysén hacia el sur; por el contrario, ninguna parte del territorio nacional es inmune a la corrupción.

Otra diferencia está en la presencia temporal de sequías, terremotos y corrupción; pues mientras los primeros son esporádicos, la última parece habernos acompañado sigilosa y permanentemente desde los albores de la República. Así lo evidencia la preocupación de los Padres de la Patria donde por ejemplo el Reglamento Constitucional del Pueblo de Chile promulgado por don José Miguel Carrera en su gesto de emancipación menciona de las provincias “la general ruina a que las conducían las caducas autoridades emanadas del antiguo corrompido Gobierno” [6]. Posteriormente, en 1838 don Bernardo O´Higgins escribe: “la corrupción y la ignorancia engendrada durante tres siglos por la mala administración de un Gobierno corrompido e ignorante”; presentando además un proyecto de ley como diputado que en su artículo segundo pretendía evitar las coimas de los empleados fronterizos: “…les cobran a los pobres el pasaje y de cada diez carneros les sacan uno, y si traen menos también les sacan y lo mismo de todo lo que traen” [7].

Finalmente, se comprueba que no se puede actuar ante las fuerzas que generan sequías y terremotos, pero sí ante aquellas que propician la corrupción. Las sequías y terremotos son de una génesis colosal que sólo nos permiten mitigar las desastrosas consecuencias y al respecto Chile ha aprendido de manera reactiva tal como ocurrió después del sismo de 1960 cuando fue establecida una nueva normativa para la construcción de edificios con exigentes requisitos y también después de la Gran Sequía de 1969 cuando debutó el cambio horario para reducir el consumo de energía debido al déficit de agua al que estaban sometidos las plantas hidroeléctricas del país. Por el contrario, después de los escándalos de corrupción que han sacudido al país durante las tres últimas décadas, muy poco se ha hecho para que funcionarios de los tres poderes del Estado accedan a ciertos puestos por meritocracia y no para devolver favores una vez ayudados a llegar allí. Tampoco se han endurecido significativamente las penas para quienes incurren en las variadas formas de corrupción. Al parecer, a quienes ostentan el poder les incomoda una ley de probidad y anticorrupción.

En resumen, sequías y terremotos perjudican cultivos y construcciones respectivamente, los cuales pueden reponerse; pero la corrupción inexorablemente pudre las instituciones dejándolas con muy poca probabilidad de recuperarse. Mientras este mal persista en Chile, no sólo nunca alcanzaremos el anhelado desarrollo, sino que conviviremos en medio de la desconfianza, una situación peor a la que resulta cuando el anticiclón del Pacífico impide que lleguen las lluvias o cuando la placa tectónica de Nazca se desliza bruscamente bajo la Sudamericana.

[1]https://www.un.org/esa/sustdev/csd/csd16/sideevents/presentations/7may_luco.pdf

[2] https://www.amchamchile.cl/2010/04/contabilizando-los-costos-del-terremoto/

[3] https://www.cnnchile.com/pais/corrupcion-chile-30-anos-milones_20190913/

[4] https://www.imf.org/external/pubs/ft/fandd/2019/09/the-true-cost-of-global-corruption-mauro.htm

[5] https://datos.bancomundial.org/indicator/NY.GDP.MKTP.CD?locations=CL

[6]https://obtienearchivo.bcn.cl/obtienearchivo?id=documentos/10221.1/17607/3/reglamento_constitucional_1812.pdf

[7]https://www.bcn.cl/publicaciones/obtienearchivo?id=documentos/10221.1/6397/1/OHiggins.pdf

Lucio Cañete Arratia
lucio.canete@usach.cl
Departamento de Tecnologías Industriales Facultad Tecnológica de la Universidad de Santiago de Chile

El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la posición de la Facultad Tecnológica de la Universidad de Santiago de Chile

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