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Star Woke: el despertar de nuevas fuerzas… ¿Políticas? Por Cristopher Ferreira Escobar

Tanto el título como el contenido corresponde a un libro que será publicado, tentativamente, en abril de este año.

Desde el retorno de la democracia en Chile, entre el 70 y 80% de las leyes provienen del Ejecutivo. El presidente Gabriel Boric, como todo presidente, tiene promesas, particularmente 216, algunas promulgadas, otras en el segundo o tercer trámite constitucional. Pero hay una promesa que no puede ser medida, promesa que, por lo pronto, no simplemente es llamativa, sino sugerente: salir del gobierno con menos poder del que entró.

Como presidente, Trump, pero no sólo él, ha hecho pública su lucha contra lo Woke. En América Latina ocurre lo mismo con Javier Milei. En Chile, el candidato presidencial José Antonio Kast ya declaró: “vamos a quitar la cultura woke. En Chile se va a saber muy bien [espero que no por mi libro] lo que son los woke. Vamos a quitar el identitarismo divisorio”. Susan Neiman le llama tribalismo en su libro Izquierda no es Woke.

Libros, columnas y videos explican qué es lo Woke. Más allá de lo que pueda ser dicho, tanto en sus sentidos y tratamientos historiográficos, políticos, culturales, etc., hay una fuerte tendencia a criticar de manera poco constructiva este “movimiento” o, mejor dicho, forma de participación parcializada. Cuando llega el final de los socialismos como experiencia, y de lo social como elemento común (Nikolas Rose), la configuración de los intereses de las mayorías ya no se dispone a favor de la distribución, sino del reconocimiento como problema de todos (Nancy Frazer). Por otro lado, y en un mismo tiempo, el neoliberalismo se posiciona como pensamiento orientador de las nuevas políticas de Estados.

Si lo anterior lo llevamos al plano del desarrollo de las ideas políticas, nos encontramos —siendo reduccionista— frente a la disyuntiva de la Modernidad y postmodernidad como explicación de este giro: la idea del hombre racional, esencialista y de la extrema confianza en el proyecto moderno caducó al entenderse que era un constructo, y que su expresión general sería: la verdad se da en un tiempo, y este, como cualquier otro, se acaba.

Una primera claridad en lo Woke es que el sustento teórico que proporciona explicaciones de la realidad es el postmodernismo. La verdad y por lo tanto las formas de relaciones en una sociedad tienen, como cualquier otra verdad en cualquier otra época, una historia que la sitúa y estabiliza, pero que, en términos políticos, se traduce a la violencia como fuente movilizadora de una realidad. A esa violencia, a esa verdad, la verdad de la Modernidad en todo caso, es a la que se opone lo Woke. La verdad es una expresión del poder y de formas de violencias específicas. Ya no es la verdad, sino las verdades; ya no es lo objetivo, sino la existencia de subjetividades; ya no es la comunidad, sino las comunidades, ya no es el poder, sino los poderes, ya no es el saber, sino los saberes. Tanto el poder, la justicia y la comunidad deben estar indeterminados, nadie debe y puede —casi como un nuevo mandamiento— detentar la verdad última, ni mucho menos un poder por sobre otros.

Otros elementos característicos de lo Woke lo aluden a la intolerancia a los matices y la cultura de la cancelación. Sin embargo, más allá de lo que pueda ser dicho, que es mucho más que esto, lo que no se ha trabajado, es cómo y de qué forma el sustento teórico está dentro de estos discursos. ¿Qué significa para lo Woke pensadores como Foucault, Claude Lefort, Ernesto Laclau, Chantal Mouffe, entre otros?

Lo cierto es que en Chile ya es posible reconocer esta forma de participación, que, dicho sea de paso, algunas se han convertido en actores.

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Cristopher Ferreira Escobar es cientista político.

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