El trabajo de archivar la memoria es central para llegar a un escenario en que el pasado se convierta en político y afecte, de ese modo, a cómo entendemos el presente. Así lo expresa Sara Salem en un artículo donde recoge las conclusiones de su trabajo en Villa Grimaldi, Museo de la Solidaridad Salvador Allende, Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, Vicaría de la Solidaridad, así como los Archivos Nacionales. Así lo entendió también Joan E. Garcés que, como cuenta en la reedición de las Conversaciones con Allende, de Régis Debray, recibió del Compañero Presidente la misiva de contarle al mundo la verdad instantes antes de que La Moneda fuera bombardeada. Ver: https://versolibros.com/products/conversaciones-con-allende
El olvido sistemático de lo que fue resultó en una de las tácticas represivas más sútiles usadas durante la dictadura militar de Augusto Pinochet entre 1973 y 1990, figura que, por cierto, no pudo escapar a la inquina de abogados organizados por Garcés para que el mundo conociera lo que la represión trataba de silenciar. Sin embargo, en la actualidad esa es la misma estrategia que la ultraderecha chilena está empleando para llevar a cabo un revisionismo sistemático sobre el 50 aniversario del golpe de Estado cívico-militar que perpetró Pinochet con la ayuda de Estados Unidos: justificar el intervencionismo político en los asuntos de seguridad nacional y legitimar la vulneración de derechos fundamentales apelando a la contrarevolución. El consenso mediático-político lo ha tolerado y, en ocasiones, lo instiga. Pareciera como si en estos días estuviera teniendo lugar la fiesta de la derrota de Allende.
Si la memoria histórica no se politiza, si los ricos archivos que inundan estos días –y siempre– los museos e instituciones culturales en todo el país no conquistan las calles, si las proclamas de los movimientos herederos de aquella revolución no se movilizan en favor del más grande intento de transición al socialismo ocurrida de manera democrática, en definitiva, si esos espacios culturales y sociales en los márgenes del Estado, y que vienen desde abajo, que son populares, no se liberan para romper el sentido común dominante de Pinochet y Thatcher sobre la historia, la derecha seguirá ocupando ese espacio vacío y nos devolverá a un bucle histórico enfermizo sobre, no tanto lo malo que era Allende, sino lo necesario que fue Pinochet. Ello consolidaría el marco en el lado de la hegemonía neoliberal, ahora defendida por los sectores más reaccionarios, y tendría visos de devolvernos a una visión de la historia que criminaliza a los oprimidos, como son los migrantes.
Es por eso que The Santiago Boys (1) (subtítulos en castellano), (ver link en nota 2) el podcast del historiador radiofónico Evgeny Morozov, es uno de los artefactos más relevantes para estos días en los que el golpe contra Allende vuelve a ser un punto de discusión pública. Basado en más de 200 entrevistas (muchas de ellas online) con la gente que colaboró de manera cercana con Allende en los 70, como los ingenieros radicales y utópicos que pusieron en marcho el Proyecto Synco, e infinidad de conocedores de todas las aristas que rodeaban a ese momento, pero también en trabajo de archivo llevado a cabo en distintos países y un intenso estudio académico interdisciplinar de dos años de duración, la última producción intelectual del italobielorruso subvierte el presente llegando desde mi atrás.
Este trabajo, con un valor social de primer orden, se sostiene sobre un vasto archivo digital, con notas a pié en cada uno de los nuevo episodios y páginas temáticas multicanal sobre los conceptos más importantes para entender la época desde categorías tecnopolíticas. Con el fin de otorgarle una dirección moderna, y ayudado de la narración como forma de comunicación puede decirse que contrahegemonónica, renunciando a la ficción, pero no al drama, recupera una historia casi olvidada en la izquierda de América Latina: el Proyecto Synco, un esfuerzo pionero para utilizar télex y ordenadores con el objetivo de gestionar la economía. En pleno proceso de nacionalizaciones forzadas, ante la falta de burocracia capaz de llevar a cabo esta transición acelerada hacia el socialismo, se planteó coordinar la complejidad de la sociedad desde fuera al mercado.
En efecto, la aportación que hace The Santiago Boys debería inspirar cualquier forma de socialismo contemporáneo, que será digital o no será, pero el podcast consigue llevar a cabo un movimiento más importante en la guerra de posiciones. Al tratar con el componente popular de la narración y darle una nueva dirección, consigue algo que hicieron otros artistas de la época de Allende, como Víctor Jara: interpreta la esencia humana de una figura como la de Allende y ofrece caminos distintos para recorrerarla, mejora el fondo de nuestra memoria sobre su gobierno, permite ver las raíces del mal social chileno contemporáneo, le otorga tal autenticidad a ese pasado que consigue proyectar hacia el futuro la manera en que habitamos aquel pasado utópico. Y lo hace a fin de transformar la realidad.
Solo cuando ese gracio de consciencia social ocurre puede la política hacer acto de presencia para alterar el curso normal de la historia. Al igual que ocurre con otros formatos más tradicionales, véase la exposición Cómo diseñar una revolución (3) u otras de altísima calidad, o la reeditada biografía sobre Allende de Mario Amorós (4), necesitamos muchas más historias alternativas, y reales, sobre la historia de Chile. Un proyecto tan emblemático como el de Synco consigue que el conocimiento sobre el esfuerzo popular frustre, con la esperanza que porta, el instante gris y pesimista de que trata de trasladar la utlraderecha.
Un proyecto como el de Unidad Popular fue capaz de unir a trabajadores, artistas, movimientos sociales y ciudadanos, incluyendo a mujeres y poblaciones como la mapuche, en una dirección que favoreciera la transformación socialista del país. En paralelo a la integración en el Movimiento de los Países No Alineados, a nivel nacional se inició la lucha contra la ITT, el gigante tecnológico de la época, en defensa de la soberanía económica y política para garantizar un desarrollo nacional justo y rico. Existía un camino antes de que en la Guerra Fría se instalará la idea de que los Chicago Boys, el grupo de economistas que convirtió a Chile en un laboratorio neoliberal, fueron innovadores o solucionaron los problemas de la sociedad chilena. Y era el de un grupo de ingenieros que estaban poniendo en marcha la democratización de la tecnología para, en último término, alcanzar la planificación popular.
Hubo errores, desde luego, pero es que una democracia sin errores no es una democracia. El problema es, y eso debemos recordar, que finalmente se impusieron los enemigos de Salvador Allende, aquellos utilizaron técnicas de “tecnología oscura”, como las denomina Morozov, incipientes herramientas de vigilancia, propaganda y control desarrolladas por la policía y los militares con el apoyo de Estados Unidos para derrocar al gobierno de la Unidad Popular. Y rememorar con pena que ello nos llevó a otro episodio trágico para nuestra memoria, la Operación Cóndor ocurrida en la época de Augusto Pinochet, una campaña que utilizaba dispositivos para perseguir a los disidentes de izquierda en todo América Latina. El problema es, y sigue siéndolo, la injerencia de las potencias imperiales extranjeras en los asuntos internos. El riesgo siempre es el mismo, que las fuerzas reaccionarias que siempre las han defendido, vuelvan al poder para imponer un neoliberalismo salvaje. El universo de The Santiago Boys nos deja un buen sabor de boca de lo que pudo ser y no fue, pero podría ser, precisamente por eso: porque ofrece cierta esperanza en una época que se está poniendo oscura para Chile y su pueblo.
1) https://the-santiago-boys.com/
2) https://www.youtube.com/watch?v=8ez1qEnnbKI&list=PLlcZfiOunO5GkYGmTDMTyLgJ01f_WRcqJ&index=5
3) https://www.cclm.cl/exposicion/como-disenar-una-revolucion/
Ekaitz Cancela, autor de Utopías digitales. Imaginar el fin de capitalismo (Verso Libros)