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Tarde. Por Jorge Norambuena M.

Pareciera ser que para las autoridades, cuando el poder o los gobiernos son puestos en peligro, no hay segundo que perder. Pero cuando de la vida de la ciudadanía se trata cuentan con un tiempo inexistente para quienes nos interpela la violencia. El viernes recién pasado se suicidó una mujer desesperada porque de tanto denunciar a su agresor ex pareja no encontró el resguardo mínimo y ese, el suicidio, fue su salida frente a la violencia. “Ya no doy más” escribió a su madre. Soy psicólogo, pero no dejo de ser humano y “me duele el alma” realmente que estas cosas pasen. No sé de qué otra manera decirlo.

En mis años de experiencia clínica me ha tocado atender muchas veces a familiares de víctimas de feminicidios consumados y frustrados. Escucho cómo una y otra vez fueron a hacer una denuncia y aún así no pudo evitarse. Con más frecuencia de lo que quisiera surge en el box la desesperación porque “Carabineros no llega”, “no pueden hacer nada sin una orden de alejamiento”, o etc., etc., etc. ¿Qué hace la psicología en estos casos? ¿Contiene, orienta, intenta ordenar el malestar, espera?

Mientras salía en los medios la noticia de la mujer que se suicidó otra mujer estaba desesperada porque llegaba el fin de semana (con drogas, alcohol y violencia en estado de hacinamiento), porque el agresor sigue rondando su casa, porque será “él o yo”. Soy psicólogo y me parece que esto excede nuestro campo. Y es en este punto en que debemos visibilizar que no puede ser que se use el malestar subjetivo-emocional como una manera de tapar el sol con un dedo. Sí, muchas de estas mujeres están afectadas emocionalmente pero no porque tengan una enfermedad mental sino porque el sistema ha fallado, falla y, según se proyecta, fallará. Si la prevención llegara probablemente ellas no requerirían de nuestra atención. Y aunque suene paradójico, cuánto quisiera yo que no la requirieran. 

La psicología (así como otras ramas que intervienen en este tipo de procesos) debe mostrar sus límites y demandar a las autoridades hacerse cargo de lo que a ellos les corresponde. No podemos seguir medicalizando o psicologizando los efectos de la violencia sin cuestionar fuertemente la estructura social-política y gubernamental que permiten estos hechos. Los problemas sociales no se resuelven en un box. ¿Se encuentra alivio allí? Sí, pero hay cosas vitales que no se resuelven ni con más pastillas ni con más sesiones de atención.

Soy psicólogo y espero las próximas semanas poder seguir atendiendo a las pacientes que hoy sólo esperan que esta no sea su última semana. Con esta idea a veces yo voy a mi “descanso”, mostrando que el efecto de esto no deja de tener también un impacto en quienes trabajamos -siempre con limitados recursos- tratando de brindar apoyo y contención a quienes están en la desesperación o ya perdieron a una familiar. Por esto es importante también visibilizar estos temas para que no sea la psicología quien ocupe en estos casos un lugar que, a mi parecer, debe ser cuestionado y cuestionador.

El viernes una mujer se suicidó por no ver salida y cuántas mujeres han muerto este año en manos de sus ya denunciadas ex parejas. ¿Qué más veremos esta semana? Somos cientos de personas preocupadas y trabajando con los efectos de aquello que debiera haberse evitado, aquello que debiese haberse prevenido. Llegamos tarde y aun así vamos llegando. Pero las autoridades y quienes son responsables justamente de prevenir y evitar ¿cuándo van ustedes a dejar de llegar tarde?



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