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Tautología de media noche; Dios y el diálogo de los políticos. Por Jorge Tarride

Los conflictos en el mundo y en este caso Chile, son muchos más fáciles de resolver a como sucede en la vida real y cotidiana, si hubiera un cambio total en la estructura del pensamiento.

Tomemos un ejemplo para ilustrar esta idea; La fe o creencia en la existencia de un Dios todo poderoso. La existencia o no de este Dios no es ningún riesgo para la humanidad en su convivencia armónica entre los hombres y las naciones, las dificultades aparecen cuando los símbolos y los rituales entran en juego, cuando las estructuras de poder se dan la misión de administrar la comunicación entre los hombres y este Dios, cuando este poder nace para administrar los bienes materiales que van acumulando a través de estos símbolos y rituales que dicen representar a este Dios.

Si la creencia de un Dios fuera algo de cada persona, si cada uno de ellos conversara con Dios cuando lo quisiera y donde lo deseara de forma personal y lleno de fe, seguramente no habría la necesidad de ninguna clase de símbolos para que los hombres sintieran alivianar su carga y el cambio de ellos sería más real que un mero ritual, también símbolo sin ninguna injerencia en la estructura del pensamiento de los individuos y por tal en su vida real y cotidiana.

Existen muchas estructuras administradoras de la fe, nombrare solo tres con mayor influencia en la vida de la sociedad actual; El cristianismo, la musulmana, el judaísmo. Estas con poder político, económico y militar. Estos aparatos administrativos tienen todas las características de una empresa que se preocupa de acumular riquezas y atraer nuevos consumidores de simbolismos. En la historia de estas empresas religiosas se ha demostrado que nos basta solo la fe para ser un buen creyente, también deben hacer donativos económicos e incluso la propia vida para asegurar la defensa de este aparato administrativo. El Hombre necesita de símbolos para fortalecer la estructura del pensamiento, son los símbolos y los rituales los que hacen que este poder administrativo tenga un grado elevado de seguridad que los fieles no abandonen sus filas, que ellos no cuestionen a como sus pensamientos están estructurados. Esta práctica de control de masas tiene una historia larga y sangrienta hasta nuestros días. Cualquier estructura administrativa de ideas, fe, fines, etc. debe cumplir con los mismos requisitos que cualquier otra; emplear símbolos y rituales que dominen la estructura del pensamiento, no permitiendo ningún otro tipo de pensamiento ajeno a esta. Toda estructura debe velar por su subsistencia en el tiempo, que la acumulación de riqueza sea cada vez mayor y por tal su injerencia en la lucha por el poder. Basta que una persona vista el uniforme que simbolice una estructura determinada para que se sienta con superioridad frentes a otros y con mucha más violencia si tiene cierta independencia para actuar con el beneplácito del Estado como estructura máxima de poder. Todas las estructuras que sustentan ideas, fe, fines, etc. Conforman una administración basada en símbolos y rituales para controlar quienes son participe de ellas y confrontar a aquellos que no lo son.

El diálogo entre personas que no cargan consigo símbolos, no necesitan luchar para hacer prevalecer los intereses de estas estructuras administrativas, por lo tanto es muchos más posible que entre ellos se pueda realizar un dialogo real y no negociaciones que buscan obtener mayores ganancias para las ideas involucradas que conforman esa estructura administrativa. Entre dos partes que buscan que sus ideas sean las vencedoras para demostrar que son las mejores y atraer nuevos adeptos, jamás podrán llevar a cabo un dialogo que su fin sea el beneficio de todos y si fuera así, esta dos estructuras se disolverían ya que su meta final es la misma; el bienestar de todos. Pero sabemos con todos los hechos históricos que representan la convivencia humana, que la guerra es el medio para determinar cuál es el vencedor y cual el vencido.

El lenguaje ya no representa lo que se dice y hace que todo sea ambiguo, porque las palabras se han transformado en símbolos que no describen la realidad en la vivimos, muy alejadas están del sentir de las mayorías. No hay una comprensión absoluta de lo que las palabras representan en la realidad actual y la por venir. Este es el abismo que nos separa, los símbolos se resquebrajan pero otros nuevos nacen e impiden que ese real “dialogo” se realice y menos que tenga alguna importancia transcendental. Si los individuos pudiéramos expresarnos sin la carga de esa estructura administrativa de fe, de partidos políticos, de economía, de moral y de miedos, el dialogo sería una realidad pero de lo que se habla hoy en Chile es de “negociar”, algo totalmente diferente y opuesto a el diálogo. En las negociaciones se utilizan todos los métodos necesarios hasta vencer, aunque sea parcialmente, al enemigo, sin pensar que la estructura que condiciona el pensamiento es la que nos coarta esa posibilidad de pensar en lo que realmente significa la palabra diálogo y comprender la trascendencia que esto significaría para nuestro país.

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