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Trabajo; inclusión, desigualdad y transformaciones productivas; el malestar del presente. Por Marco Silva Cornejo

A los entrañables compañer@s de Fundación INTEGRA.

Las dinámicas y relatos de la sociedad globalizada interpelan desde el cotidiano las memorias colectivas del nuevo individuo, el malestar de nuestras comunidades y sociedades reside en el resquebrajamiento permanente de ese relato que en la modernidad nos dio integración y sentido; “La comunidad”. El cambio radical en los modos de producción y la atomización de los campos de la empleabilidad parecen ser vectores de sentido de aquello que sostiene la crisis y el desconcierto que padecemos de manera global: la precarización de la vida.

El trabajo como principal actividad de lo humano en función de lo planteado por Marx (Aguilera; 1968). Ha tenido en los últimos cincuenta años profundas transformaciones tanto en sus formas como en sus contenidos. Es así como al igual que el espacio de lo colectivo, las dinámicas del trabajo se han visto fuertemente precarizadas por los dispositivos productivos propios de la era neoliberal y global.

El traspaso de la sociedad industrial a la tecnológica - globalizada ha impactado los modo de vida y los modos de producción, desplazando las estabilidades y garantías propias de los estados de bienestar y de los estados en proceso de “desarrollo” y poniendo en su defecto matrices fundadas en una liquidez que precariza existencias y trabajo. Al mirar los procesos de desarrollo de vida laboral, observamos que el paso del desarrollo de carrera en las empresas, fábricas o reparticiones públicas hacia un prototipo de “trabajador portafolio” (Sisto; 2009) quien se constituye en el principal responsable y garante de su empleabilidad. No son sino señales de la fuerte crisis de las instituciones de la modernidad y la emergencia empírica de la era imperial del capital como regulador general de la vida de los hombres y como principal valor de las existencias.

Siguiendo a Marx, el trabajo precario es aquel que precariza los modo de vida, en este contexto la actualización de la lectura inicial de Marx aplicada al presente productivo sostendría algo similar a lo planteado por Lopez en el sentido de que “son trabajos precarios todos "aquellos que reducen de forma significativa la capacidad de los trabajadores de planificar y controlar su presente y futuro" (Cano, 1997; p. 54). Sin duda, la ausencia en los modos de vinculación laboral actual de estabilidad y garantías se complementan con la creciente externalización y por tanto atomización del proceso productivo en la sucesión de prestaciones de servicio que terminan por constituir un producto elaborado desde la integración de parcialidades, constituyéndose así cada una de ella en una mercancía en si misma que fragmentada y plusvalizada se integra con otras para dar formato a un servicio o mercancía especifico. El efecto descrito en lo modos de producción es el mismo que aplica en la secularización observada en el campo de lo social y lo institucional.

La crisis de sentidos que ha generado la hegemonía de los sistemas financieros y que ha subordinado a todos los otros modos de lo “humano” a funcionar en base a la organización del código “dinero” ha expresado alta consistencia con la tesis Marxista referida a que la actividad de la humanidad define la organización de su subjetividad y de las formas de vinculación con la alteridad. El sistema de valores impuesto por el neoliberalismo globalizado ha logrado instalar al dinero como la máxima de las mercancías pues es valor de cambio y uso al mismo tiempo para el acto del consumo, conteniendo y explicando el flujo de mercancías. Paralelamente desde los dispositivos de vinculación es la competencia la vara que mide el éxito de nuestras existencias, de esta manera Dinero y competencia surgen como matrices de sentido de una forma de organización que se extiende como forma cultural modelando las existencias y los planos convivenciales.

El actual mapa económico/productivo descrito hace que la interpelación por aquello que denominamos inclusivo adquiera más sentido y urgencia en el actual contexto. La inclusión como proceso es un recurso cotidiano en esferas público y privadas, sin embargo, esta inclusión es siempre sobre la base de una matriz de organización cultural y económica que es la hegemónica y que es la causante de una profunda precarización y malestar en nuestras comunidades y sociedades. Es por esta razón que parece pertinente sumar esfuerzos en la perspectiva de aportar a la construcción de una acción inclusiva y transformadora, que resignifique y modifique las matrices de desarrollo cultural y productivo, volviendo a poner en el centro las necesidades de los seres humanos y su vinculación con las alteridades por sobre la relación hombre/mercancía/competencia como vector del desarrollo de nuestra especie.

Marco Silva Cornejo
Mg. En Ciencias Sociales Aplicadas

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