A días de la fecha en que se cumplen 50 años del golpe de Estado, es el momento de ir llegando a conclusiones, y a partir de ellas trazar futuro, con la exigencia que exista la actitud y decisión para ello.
En el período más reciente y en diferentes pasajes de la historia contemporánea, se aprecia una división que se va dejando sentir: la justificación o la condena al golpe de estado, el negacionismo o incluso la justificación al atropello a los derechos humanos, la aceptación a un modelo de sociedad impuesto en dictadura y en lo más inmediato el denostar el estallido social como algo que no debería haber ocurrido, no por la ausencia de motivos para esa situación, sino por creer que todo andaba perfecto.
A esta altura, en que claramente hay un período de tensión y un freno a las intenciones de cambio, es imprescindible recapitular y observar aquellos hitos en que la nación y sus poderes, deben asumir responsabilidades las cuales no son atribuibles al gobierno actual, pero sí a una larga data difícil de superar.
Aún más, el sostener una situación por un tiempo prolongado, haciendo mención de los 33 años post dictadura, provoca un retardo mayor en el cambio si es que se llega a producir, ya que la suerte de statu quo hace que el no llegar en el momento oportuno, por año de retraso el período de reversa sea mayor.
No se trata de algo simple, sino de una situación compleja, ya que requiere incorporar mucho pensamiento, sensibilidad, actitud y también el aceptar lo que se podría llamar “la responsabilidad en el estado de la cuestión.”, que suele eludirse por el entorno de comodidad que otorgó el ser parte de haber hecho las cosas de cierta manera y aprovecharse de las bondades que el modelo puede brindar para unos pocos.
Hay aspectos cruciales ocurridos en dictadura, aparte del ejercicio permanente de las violaciones a los derechos humanos y la práctica del terrorismo de estado, junto a sembrar el miedo a diario, con esto hago referencia a la instauración de un modelo de sociedad, con un modelo económico que los sustenta. La convicción en el momento en que se hacía la construcción estructural tenía como opuesto el sueño y la expectativa bajo un criterio razonable, que al término de la dictadura comenzaría un proceso que nos llevaría en un mediano plazo, a una sociedad diferente. Sin embargo, en algún acuerdo no divulgado, es altamente probable que se hayan entregado garantías para no alterar el modelo, ya que aducían los concertacionistas de la época, que el sistema económico había que mantenerlo porque había dado buen resultado.
Así, se producen cuatro cosas gravitantes: el modelo neoliberal es aceptado a plenitud, la educación nunca ha cambiado en lo sustancial, la salud en rigor es precaria y el sistema previsional sigue existiendo. Todo esto tiene consecuencias y el abismo de brechas se acrecienta surgiendo las corrientes de acomodo, además, de la entrega total al poder económico favoreciendo a los grandes negocios y acrecentando las desigualdades, lo cual no ha terminado.
Se han sostenido condiciones para no vivir en comunidad, marcando con ello el estilo de sociedad en la que estamos inmersos, la irrupción de los partidos políticos es tan fuerte que pasan a ser una piedra de tope en la posibilidad de un desarrollo expansivo, al presenciar de manera objetiva las desconfianzas en los partidos, éstos no hacen nada por revertir. La política en sí es importante condicionado al ejercicio de un flujo de ideas para el bienestar y no al enriquecimiento de unos pocos, en desmedro de la condición de vida de mayorías.
El manejo de privilegios ha pasado la cuenta al igual que las formas arrasadoras utilizadas con criterios de exclusividad. Los 50 años tienen sus orígenes en la violencia y en la imposición de una forma de vida, que se articula en un modelo de sociedad. Obedece todo esto a una cuestión doctrinaria e ideológica, con polaridad hacia la derecha, usuarios de métodos que utilizan a discreción, pero son intolerantes ante la reacción natural que pueda surgir por parte de otros, se amparan en una institucionalidad que los protege.
Ante un escenario como el descrito, se recurre a la formula del diálogo y el acuerdo, pero ingenuamente no se logra visualizar las características del interlocutor, como defensores férreos del diseño elaborado en dictadura en forma inconsulta.
El llegar a una situación de toparse con la pared, representa algo riesgoso para el país donde siempre estará presente una reacción inesperada, frente a las injusticias o la acción de quienes ven afectados sus intereses.
Las responsabilidades inevitablemente se remontan al día uno post dictadura, en que los entonces gobernantes, ya tenían clara la hoja de ruta y el sentido que le otorgarían a la democracia, centrada en el voto durante las elecciones. Las personas valían al momento de sufragar, pero saliendo de la urna, volvían a la vida diaria, en la cual ya no tienen valor. Lo natural que resultaba y lo crucial del término de dictadura, habría sido un recambio integral en virtud del análisis de los efectos que esta tuvo, y lo justo del significado de observar caminos alternativos cuando se afecta la vida e inevitablemente es de sentido humano revertir, no por revancha sino por dignidad y formas diferentes de convivencia.
Sin embargo, el paso del tiempo excesivo después de muchos años transcurridos, hace que el obstáculo para el cambio sea muy grande y a los defensores del modelo que tienen la autoría de este, se les fueron sumando otros a lo largo de 33 años.
En una sociedad con un grado de justicia, el diálogo puede ser muy valedero y fructífero, pero la realidad es que la omisión nos alejó de esa posibilidad, en las mesas donde se conversa de los problemas, no se encuentran los que tienen los problemas, por tanto, hay en cierta forma una base de un imaginario. Nunca se ha observado una hoja, en la cual se elabore un presupuesto con el cual una persona viva en forma digna, la premisa de los economistas en cuanto a que los recursos son escasos, opera a la perfección.
En lo previsional, se ha incorporado en forma insistente la frase “con mi plata no”, sin embargo, esa plata de supuesta propiedad de las personas, engrosan las riquezas de un poder dominante que hace lo que quiere y toman el control del dinero durante la vida laboral, apropiándose de horas de trabajo.
Hay presentes estrategias, una de las cuales es a partir del golpe entrar en una fase de destrucción del estado y el desprestigio posterior del mismo, llegando con alta probabilidad a una incitación a la corrupción desde el poder económico, que acentúa los individualismos como mecanismos de ascender en el aparato gubernamental.
Transcurridos 50 años, se hace intentos de cambios que por muy buenos que sean navegan contra la corriente, de un proceso que debería haberse iniciado hace tres décadas, y la intención de otros para proyectarse por otros 50 años. La mirada está puesta en futuras generaciones y con la claridad que la fórmula 17 años contra 33, les da resultado, pero deben perfeccionar el negocio. La triste y cruda realidad.
Contraponerse a esto sin tensión ni violencia, es hacer lo que no se hizo, partiendo de la claridad que el idear una nueva sociedad, debe tener una perspectiva internacional, no estamos solos y las intromisiones que le dieron paso al golpe de estado, siguen vigentes y se reparte alrededor del mundo, con el mismo origen de siempre. Es necesario conceptualizar el significado de la unidad real donde todos tengan bienestar, las amenazas son grandes la industria del armamento está en plena producción y la obstrucción al cambio, adquiere otras dimensiones. Siempre el juego es transformar las demandas en utopías, y que los derechos pierdan la categoría de tal y se transformen en demandas, el beneficio de lo regresivo.
18 de agosto de 2023