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Ultraderecha: fragmentar la democracia. Por Thomas Villaseca Arroyo

El actual sistema político chileno da cuenta de una alta fragmentación, con 26 partidos constituidos y 10 partidos en trámite. Es decir, son muchos y muy diversos los partidos políticos chilenos, pero con poca capacidad de negociación y acuerdo, contribuyendo a la polarización ideológica, y manifestando un problema de adherencia ciudadana hacia los sectores políticos tradicionales. Tras el borrador constitucional de 2022, surgieron movimientos como “Amarillos” o “Demócratas”, principalmente agrupados entre adherentes de centro-derecha y centro-izquierda.
Ahora, tras el borrador constitucional de 2023, Rojo Edwards ha anunciado su salida del Partido Republicano (fundado hace solo 4 años), para poder fundar un partido libertario.

Lo anterior supone consecuencias críticas a dos niveles: 1) perpetúa la fragmentación de partidos y todas sus implicancias obstaculizadoras para el balance político, y 2) manifiesta una tendencia hacia una ultraderecha libertaria, siendo cautiva del triunfo electoral de Milei en Argentina, alzado con discursos de odio y medidas cortoplacistas profundamente dañinas para la democracia. Plantear un partido así, no solo supone que se siga disminuyendo la capacidad representativa y de negociación de los partidos, sino también animar a un sector seducido por medidas de corto plazo, que respondan a necesidades urgentes, pero sin mediar en romper con la institucionalidad democrática y de derechos sociales.

La identificación ideológica libertaria ha tenido como principal portavoz al presidente electo en Argentina, Javier Milei. Quien ha propuesto medidas nocivas como “dinamitar” el Banco Central, la dolarización del país, la reducción ministerial, el retroceso en garantías civiles, y una serie de medidas que perjudican el sistema de protección social argentino.

Levantar un partido de este tipo en Chile, no solo deja manifiesta una intención de alejarse de los partidos tradicionales y posicionarse en un discurso aún más de ultraderecha que el Partido Republicano. Sino también representa una posibilidad de que, si es que el partido llega a conformarse ganando adherentes y elecciones, se comiencen a instalar narrativas destructivas de las instituciones políticas, y pueda ser un partido regresivo para las demandas sociales que se han levantado los últimos años.

Emprender el rumbo hacia partidos o movimientos pequeños de ultraderecha es preocupante en tanto se atomiza aún más el sistema de partidos chileno, imposibilitando negociaciones, acuerdos y un balance político en las discusiones. También representa un debilitamiento del sistema democrático mientras se proyecten discursos de odio, nocivos y regresivos para las conquistas de derechos civiles y sociales que se han alcanzado en las últimas décadas. Instalando un desafío clave como sociedad de avanzar hacia una mayor legitimidad democrática y de nuestros partidos, sin sucumbir al espejismo de discursos que proponen “cambiarlo todo” en cuestión de meses.

Thomas Villaseca Arroyo
Observatorio de Historia Reciente de Chile y América Latina UDP

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