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Un año de vegetarianismo, un año de aprendizaje. Por Sebastian Campos

Si bien, el vegetarianismo se ha convertido en un tema importante para el debate público, donde incluso el Ministerio de Salud de Chile responde a la ONG Animal Libre que reconoce y no se opone a la dieta vegetariana o vegana, resulta importante preguntarse por qué muchas personas han comenzado a cambiar su dieta. Si existen o no fundamentos detrás de este cambio o cuáles son los motivos por los cuales las personas toman esta determinación. En esta línea, antes de presentar los motivos por los cuales ser vegetariano no es una solución en sí misma, es importante ahondar en las principales razones por las cuales las personas se inscriben en esta corriente.

Maltrato Animal

Uno de los motivos más recurrentes es luchar contra el maltrato animal a través de no consumir carne y sus subproductos, dadas las crueles condiciones en las que se produce la carne; donde, por ejemplo, le cortan el pico a las gallinas y las mantienen encerradas para que produzcan huevos hasta morir o los cerdos que están hacinados y mueren por asfixia o canibalismo.

Medio Ambiente

La industria de la carne genera altos niveles de contaminación en el aire por el metano expulsado por el ganado bovino, el cual es 23 veces más contaminante que el Co2 y otras industrias como la pesquera que han causado desastres ecológicos y socio ambientales, como el que vimos en el sur de Chile en el año 2016 causado por el vertido de salmones podridos al océano. Además del elevado consumo de agua dulce y alimentos destinados a la crianza del ganado.

Para reforzar lo anterior, es importante conocer los siguientes datos de Naciones Unidas considerados en el reciente acuerdo de Paris. La superficie terrestre dedicada a la agricultura es del 38%, más del 70% de los cereales y granos cultivados son para alimentar animales y no para el consumo humano; más del 20% de los gases de efecto invernadero son generados por la ganadería y la producción de carne y lácteos consume el 70% del agua potable a nivel global. Asimismo, según datos de Greenpeace, la principal causa de la deforestación del Amazonas es la expansión de la ganadería para la producción de carne y cuero. Además en los últimos tres años se han destruido 70.000 km2 de selva amazónica, el equivalente a 6 campos de fútbol por minuto. Siendo gran parte de esta destrucción por la expansión de los cultivos de soya utilizados para alimentar pollos, vacas y cerdos.

Razones de Salud

Diversos estudios, como por ejemplo el realizado por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el cáncer de la Organización Mundial de la Salud, demuestran que el exceso en el consumo de carnes sería dañino para nuestro organismo, he incluso podría causar cáncer por la acidificación de nuestro cuerpo, por lo que este organismo clasificó el consumo de carne en el grupo 2A, lo que significa que es probablemente cancerígena para los seres humanos y a la carne procesada como grupo 1, es decir cancerígena para los seres humanos. Si bien, no es el único factor, podría influir negativamente en nuestra salud. No así una dieta basada en vegetales y frutas.

Razones Espirituales

En muchas regiones de Asia la población es vegetariana por la gran influencia que posee la religión, donde no se consume carne para alcanzar un cierto grado elevación espiritual, dado que al consumir carne estaríamos absorbiendo energía negativa de los animales que murieron sufriendo, adoptando un karma negativo al matar a otros seres vivos.

Expuesto lo anterior, debemos señalar que ninguna de las razones expuestas apunta al centro del problema, que tiene que ver con la manera en que vivimos, y no sólo con la forma en la cual nos alimentamos. Se omite, que es al interior del sistema capitalista, en el cual se enmarcan estas prácticas alimentarias. Porque si hubiera una producción de alimentos sustentable, que no estuviera basada en la ganancia sino en su valor de uso, sería posible disminuir el impacto ambiental, el maltrato animal e incluso estar acorde a un crecimiento espiritual. Hasta el momento pareciera que no habría razón para no ser vegetariano, pero en la práctica no es suficiente para solucionar los problemas de fondo, el cual no es comer carne, es cómo se produce. Porque si un pescador se gana el pan de cada día en esta actividad, es completamente sustentable y natural, no así la pesca industrial que arrasa nuestros mares. En virtud de lo anterior, cuando sigo una dieta vegetariana que incluye huevos, leche, queso y otros subproductos animales producidos de manera industrial, las cosas no cambian. Sin mencionar todas las otras industrias (farmacéutica, higiene, textil, etc.) que utilizan animales en condiciones de sufrimiento, las cuales muchas veces no son incluidas en la “lucha vegetariana”.

En el caso del medio ambiente nos encontramos nuevamente con el mismo problema. Se propone el vegetarianismo para descontaminar o no fomentar la industria de la carne, pero el resultado no necesariamente es el esperado dado que la producción de vegetales a través de monocultivos genera un gran impacto ambiental. Dos ejemplos muy concretos de esto son la soya y la quínoa, dos alimentos muy utilizados por los por vegetarianos y veganos, pero que necesitan grandes cantidades de agua, su plantación erosiona la tierra y no debido a la planta, sino otra vez por la forma de producción, porque no se deja descansar la tierra y el objetivo es maximizar la producción para generar ganancia. Otra vez destruimos nuestro medio ambiente por las ansias de ganar dinero.

Respecto a las razones de salud, hay mucha información y estudios a favor o en contra del consumo de carne. Por una parte es cierto que la carne contiene aminoácidos esenciales para el organismo y que necesitamos ciertos productos animales para el buen funcionamiento del mismo, pero también comer en exceso estos alimentos es dañino para nuestro cuerpo y claramente comer todos los días carne no es saludable, pero tampoco ir al extremo de tomar suplementos (químicos) para ser vegano. La mala noticia es que ser vegetariano tampoco es la solución, ya que actualmente se emplean en la producción de alimentos abonos químicos (nitratos, fosfatos…), pesticidas (aldrín, dieldrín, lindano, DDT…), herbicidas (derivados del arsénico), hormonas (anabolizantes, clembuterol…) y antibióticos (terramicina, penicilina, cloranfenicol), los cuales son tan tóxicos que producen ronchas y picazón cuando se cosechan o aún peor pueden producir cáncer, provocar convulsiones en el sistema nervioso, incluso pueden producir la muerte por paro respiratorio. Así se podrán imaginar la cantidad de tóxicos que estamos consumiendo en una “nutritiva y saludable” manzana. Si bien, el último punto tiene un sesgo personal, lo que es cierto es que la cultura asiática es mucho más espiritual y profunda que la occidental, por lo cual podría haber algo de verdad en estas prácticas vegetarianas que conforman un estilo de vida diferente, no sólo una dieta.

Finalmente, ser vegetariano contiene muy buenas intenciones, pero en general hay que avanzar en profundizar en el análisis del problema enfocándose en externalidades. De esta manera, se puede abrir un debate, y es el objetivo de esta esta columna, respecto a que sí sería más efectivo no seguir una dieta vegetariana, pero sí orgánica que respeta el medio ambiente, a los animales y apoyar a las comunidades locales. No hay que olvidar que el problema central es como se desenvuelve en muchos tópicos el capitalismo y por lo tanto debemos complementar acciones con nuestro cambio en la forma en que producimos y distribuimos los alimentos.

Finalmente, para complementar esta invitación a debatir y si es del interés de mucho puedes ampliar el conocimiento sobre el tema en el informe ¨El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2016¨ de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación y la agricultura). Y también se recomienda ver los documentales Cowspiracy (producido y dirigido por Kip Andersen y Keegan Kuhn en 2014), Before the flood (producido por Leonardo Dipacrio y Martin Scorcese en 2016) y The True Cost ( porducido por Michael Ross 2015).

Sebastian Campos, Miembro del grupo de Estudios de Desarrollo, Fundación La Alameda.

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