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Un día no basta, o sobre la migración bajo la hegemonía securitaria. Por Fernanda Stang

“Los Días Internacionales -dice en su sitio web Naciones Unidas- nos dan la oportunidad de sensibilizar al público en general sobre temas de gran interés... pretenden llamar la atención de los medios de comunicación y los Gobiernos para dar a conocer problemas sin resolver que precisan la puesta en marcha de medidas políticas concretas”[1]. El pasado 18 de diciembre se recordó el Día Internacional del Migrante, y la realidad sobre este tema en el país (y, sin dudas, más allá de sus fronteras) se impone con una pregunta: ¿puede un “día internacional” contrarrestar la eficacia xenofóbica de las voces que nos han llevado a reducir este tema a un problema de seguridad?

Se ha hablado hasta el hartazgo de la necesidad de una migración “ordenada, segura y regular”; se nos ha impuesto la idea de que nuestra “seguridad ciudadana” tiene como gran amenaza a personas de determinadas nacionalidades que han atravesado fronteras “descontroladas” para instalar en este territorio su barbarie delictual (civilización o barbarie resuena como mantra silencioso cada vez que escuchamos estos comentarios). La criminalización de las personas migrantes ha sido tan eficiente que, en una estrategia pobre en sutileza, en algunos noticieros se ha empezado a mencionar también la nacionalidad chilena de las personas que cometen delitos, logrando con burda ingenuidad reificar la idea de que la nacionalidad es una variable de relevancia a la hora de cometer un delito.

El discurso securitista, de todos modos, excede los temas migratorios. Coloniza las encuestas de opinión pública, atraviesa la agenda política, marca los confines de la arena de disputa por la construcción de relatos hegemónicos. Resulta difícil contrarrestar este proceso, porque el miedo que lo sustenta, un miedo construido desde lugares de enunciación poderosos, es potente y visceral. Aun así, es preciso preguntarse qué es lo que deja de lado esa fuerza aparentemente incontrarrestable que ha instalado a la seguridad como el significante hegemónico de los discursos que atraviesan nuestra vida cotidiana. La cadena significante que se liga a este discurso es la simple, y por eso efectiva, relación de oposición entre el bien y el mal, o entre los buenos y los malos. Su fuerza y extensión reside en esa simpleza. Pero en el fondo sabemos que los procesos sociales son complejos, y lo que la hegemonía de ese significante invisibiliza son las múltiples facetas de un sistema socioeconómico y político en crisis, trizado por estallidos sociales, crisis medioambientales, violencias históricas y emergentes, y migrantes que, en caravanas, pateras, o caminatas por selvas y desiertos, tratan de hacerle el quite a esas trizaduras. El día internacional del migrante nos da una excusa para hablar de esto; me pregunto si su aporte es mucho más que ese.


[1] En línea, https://www.un.org/es/observances/migrants-day.

Fernanda Stang
Centro de Investigación en Ciencias
Sociales y Juventud (CISJU-UCSH)

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